miércoles, 25 de julio de 2012

Capítulo 6 (Parte II)


Paylor tiene la cara destrozada, llena de moratones y cortes por todas partes. Cuando la veo reprimo las ganas de salir corriendo por donde he venido. Odio las heridas, me da igual si son más grandes o menos graves; no las soporto. La mirada de la ex presidenta no se aparta de mis ojos en ningún momento. Sé que puede hablar aunque creo que le costará algo así como media vida hacerlo. Me acerco lentamente, intentando disimular el asco que me producen sus quemaduras y le sonrío cuando la tengo a unos metros. Está tumbada en la camilla, con tubos entrando por sus venas y conectadas a lo que creo que son productos capitolianos como los que me pusieron a mí para que me recuperara.
-Me alegra volver verte sana y salva-dice Paylor con la voz ronca y con mucha dificultad.
-¿Cómo te encuentras?
-Ya me ves-contesta-. Aunque mejor de lo que parece.
-Has tenido suerte-comenta Haymitch.
Entonces me percato de que no podremos hablar Paylor y yo a solas si mi novio y mi mentor están delante. Los echo fuera, y a Annie le digo dulcemente que me espere detrás de la puerta y que mantenga alejado a todo el mundo. Luego, antes de cerrar la puerta y quedarme a solas con Paylor, le digo a los agentes de la paz que busquen a Beetee, que es muy urgente. Así que nos quedamos Paylor y yo a solas.
-Quería decirte una cosa-cojo una silla y me siento a su lado-, lo primero es pedirte disculpas, no puedo evitar sentirme culpable de lo que te ha pasado.
-¡Oh, no! Para nada- se mueve en la cama, intentando incorporarse, pero como ve que es casi imposible, vuelve a colocar la cabeza sobre la almohada.
-Lo segundo es que...-cuando veo su expresión de dolor, su cara demacrada, los vendajes por todo el cuerpo y los tubos suministrándole la salvación, me replanteo lo que podría sucederme a mí-. Que puede que lo correcto sea presentarme a las elecciones. Soy el Sinsajo, al fin y al cabo.
-Lo que no significa que te tengas que sacrificar. Katniss, esa gente irá a por ti, ya lo están haciendo indirectamente. No te expongas más al peligro, preocúpate de tu boda.
-Pero...
-Paylor tiene razón-ahora es una voz masculina detrás de mí la que habla y la que me sobresalta.
Me doy la vuelta y descubro a Beetee mirándome mientras niega con el dedo índice. Coge otra silla y se coloca a mi lado. No entiendo por qué ahora el hombre que hace unas horas me ha dado la aprobación, lo niega todo y le da la razón a Paylor, aunque también me sorprende que ésta última haya dado la negativa a mi idea.
-¿Por qué?
-No estoy autorizado-dice de repente y abro los ojos como platos.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Katniss, no puedo decirte nada más. Nos estamos encargando de todo. Tú a tu boda, ¿vale?-veo un tono demasiado amenazador en su voz, un tono que me preocupa, que me provoca un escalofrío por todo el cuerpo.
-Pero...-vuelvo a intentar pero sin resultados de nuevo ya que ahora soy interrumpida por Plutarch.
-Ya me lo han dicho-anuncia-. Y puede que fuera buena idea, si llegaras con vida y la mantuvieras una vez que fueras presidenta.
Cierro la boca y no digo nada más. El día de hoy está siendo agotador y a cada minuto que pasa ocurre algo que no mejora su estado. Pensaba que tenía suerte, pero está claro que sólo era una ilusión. Peeta, Haymitch y Annie entran y el mentor sacude la cabeza levemente una vez que nuestras miradas se cruzan. Estoy casi segura de que él también lo sabe.
Estoy tan enfada que ni siquiera oigo las conversaciones que tienen entre unos y otros. No participo en el debate que se desata en cuanto a las elecciones y tampoco comento nada cuando se habla de mi boda. Peeta se da cuenta de mi enfado y me rodea el cuello con los brazos, apoyando su cabeza sobre la mía. Él sabe perfectamente que algo me pasa y está intentando arreglarlo. Deseo que no se haya enterado de mi absurda y patética idea de salvarnos a todos. Empieza a tararearme una canción al oído y, como es inevitable, el enfado comienza a irse de mi cuerpo.
Poco a poco todos comienzan a marcharse de la habitación. Plutarch es el primero porque dice que tiene que hacer unas cuantas cosas si quiere llevarnos al 12 hoy mismo. Luego se va Beetee, excusándose en que le ha surgido un imprevisto y tiene que irse ya. Como seguramente no volvamos a vernos hasta el día de mi boda, nos despedimos y me pide perdón sin darme más explicaciones. Haymitch necesita beber algo de alcohol y rápido. Effie no le deja beber dentro de su casa, y cuando viene a la mía, Sarah se lo prohíbe, así que tiene que aprovechar el momento.
-Chicos, voy a recoger a Finnick. Se hace tarde- Annie se levanta, coge la mano de Paylor y la besa antes de despedirse de nosotros-. Nos vemos el 18, sed pacientes- sonríe y sale por la puerta.
Nos quedamos Peeta, Paylor y yo solos. Supongo que la ex presidenta querrá dormir, descansar después de la tarde que ha estado teniendo. ¿Cuántas horas hemos estado aquí? Me siento algo mal por haberme enfadado de esa forma, más con lo convaleciente que está. Así que me dispongo a disculparme cuando Peeta habla:
-Katniss, creo que nosotros también deberíamos irnos.
-Podéis quedaros más si queréis. Echo de menos la compañía.
-Pero tienes que descasar-digo yo.
-Vale. Intentaré estar en vuestra boda lo más recuperada que pueda, prometo parecer mucho mejor de lo que estoy ahora.
-Tú sólo piensa en recuperarte, si no puedes venir, no importa. Lo entenderemos-cojo la mano de Peeta y asiento a sus últimas palabras.
-Iré, es un promesa-con dificultad guiña un ojo-. Pero antes, si no es mucho pedir, Peeta, déjame hablar con tu esposa.
-Futura-corrijo involuntariamente y acto seguido los tres nos echamos a reír.
Peeta sale por la puerta riéndose y despidiéndose con la mano de Paylor, dejándonos solas. Me acerco a la ex presidenta con algo de miedo, porque su cara ha tomado la expresión que tenía cuando hacía comunicados desde el Capitolio, cuando tenía que decir cosas importantes. Me siento de nuevo en la silla y espero a que sus labios quieran pronunciar aquello que me tenga que decir.
-Katniss, no tengo la autorización para hacerlo, pero necesito que lo sepas- comienza entre susurros-. Si no supiéramos todo lo que sabemos estaríamos encantados de tenerte como presidenta, sabemos que sería no la elección de la asamblea, sino la de Panem entera. Pero no puede ser. Tu vida correría un riesgo extremadamente peligroso...
-Un riesgo que estoy dispuesta a correr-la interrumpo.
-¿Y el riesgo de ver morir en tus propios brazos a tus hijos?- cierro la boca y agacho la cabeza.
Uno de mis muchos defectos es que siempre pienso en mí, y luego en los demás. Sí, había pasado por mi cabeza la idea de que a ellos pudiera afectarles mi muerte, pero no había caído en la cuenta de que la mejor manera de hacerme daño es arrebatarme lo que tengo a mi alrededor. Ya lo hicieron hace 15 años con Peeta. Cómo el Capitolio, el Presidente Snow, sabía que mi debilidad era aquella. Sabía cómo hacerme daño, y si él lo supo, otras muchas personas también lo saben y pueden utilizarlo en mi contra. Puede que sea un secuestro, un accidente, un asesinato por alguien del distrito, o cualquier cosa. Incluso también pueden lavarles el cerebro con veneno de rastrevíspula, secuestrarlos y devolvérmelos con la idea de que soy su enemiga y tiene que matarme. O, ¿y si me lo hicieran a mí? ¿Y si me hicieran lo mismo que a Peeta y me soltaran para que matara a mi familia? Luego podrían volver a lavarme el cerebro y hacerlo a la inversa, librarme poco a poco del veneno y darme cuenta de mis asesinatos. Esto sí que no puedo permitirlo.
Me doy cuenta de que lo único que Paylor, Beetee, Plutarch, e incluso Haymitch intentan es salvarme la vida a mí, y a mi familia. Debo estar agradecida porque piensen en todo, porque no se les escape detalle y me protejan ocultándome cosas y desechando mis ideas suicidas.
-Tienes razón, tenéis razón-admito-. Siento haberme comportado así.
-¿Te refieres a la bofetada de Peeta?
-Bueno, eso y todo.
-No te preocupes, todos lo entendemos. Pero, escúchame-me indica con la mano que me acerque-, no hagas tonterías, ¿vale?
-¿Por qué iba a hac...?
-Tú sólo hazme caso y no protestes, es una orden soldado Everdeen.
De repente me enderezo. Alzo la barbilla y siento la necesidad de coger un arco con fuerza. Me transporto al tiempo cuando estábamos en el Distrito 8 las dos, sin conocernos previamente, paseando por el hospital mugriento y lleno de personas muriéndose. Cómo todos me reconocieron, cómo todos pensaban que era su salvación, su Sinsajo. Me convertí en soldado. Pasé de la noche a la mañana de ser una chica normal de la Veta de 16 años a tributo. Luego a rebelde, más tarde a tributo de nuevo. Y finalmente, con 17 años, a soldado, viendo morir a tantas personas. Con el corazón entre la espada y el pecho, con la vida rota de una adolescente no tan niña que debía extender sus alas y luchar en una guerra si no quería morir. Una chica cuya aspiración era la venganza.
-Sí, señor-contesto como en los viejos tiempos-. Pero creo que dejé de ser soldado hace tiempo.
-No para mí, no hasta que te cases. Ese es el trato.
-¿Qué trato?
-Es una orden-dice de nuevo-. Y tienes que cumplirlas.
-Pero entonces puedo hacer estupideces después de la boda, ¿no?
-Nunca. Y esto sí que es una orden directa. Dejarás de obedecer mis órdenes una vez te cases, pero todo lo que te ordene antes de ello debes cumplirlo. Es decir, que si ahora te mando no cometer tonterías antes y después de la boda, lo haces. ¿Entendido?
No está de broma. Lo está diciendo todo alto y fuerte, consumiendo un montón de energías a cada palabra y con cada ademán que hace con las manos. No entiendo por qué sigo siendo soldado, pero supongo que es algo que, en el fondo, seguiré siendo toda la vida. Al igual que tributo. Por mucho que quiera desprenderme de ese título siempre seré la tributo femenina del Distrito 12 que ganó los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre. Siempre.
-Entendido-respondo.
-Katniss, ¿estás bien?
-Sí, ¿por qué lo dices?
-Sólo que te quedas durante mucho tiempo pensando-ríe-. Supongo que en estos momentos tienes muchas cosas a las que dedicarles tiempo.
-Siempre-sonrío-. Desde hace 16 años estoy que no paro-bromeo.
-Me alegro de que estés viva.
-Yo puedo decir lo mismo-cojo su mano entre las mías y la aprieto con fuerza-. Ponte bien pronto.
-En cuanto pueda andar recibirás una llamada de mi parte.
-Estaré esperando.
Peeta asoma la cabeza por la puerta y dice que nuestro aerodeslizador nos está esperando en las pistas, que Plutarch tiene algo de prisa y que como no nos vayamos de aquí ya, no habrá nadie capaz de sacar a Haymitch del bar.
No quiero despedirme de Paylor aún. No sé por qué esta mujer me inspira tanta fuerza y confianza. Pienso que en realidad ha tenido mucha suerte de haber salido viva del accidente. Según lo que he oído antes, mientras Peeta me acariciaba la mano para tranquilizarme, un vehículo bastante más grande que en el que iba Paylor, chocó contra ella justo antes de una reunión en el Congreso. Los conductores de ambos coches murieron en el acto. Sólo ella sobrevivió, y supongo que a quién se molestara en organizarlo todo (si es que existe ese alguien) no le tuvo que sentar muy bien que su plan fracasara.
-Paylor, debo irme. Llamaré mañana para ver cómo sigues- me levanto y me dirijo a la puerta.
Justo antes de cruzar el umbral su potente voz me detiene:
-Katniss- me llama y me giro-, pase lo que pase, veas lo que veas, nunca olvides quién eres, y quién es el enemigo. Nunca.





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