miércoles, 11 de julio de 2012

Capítulo 1 (parte I)


Han pasado 16 años desde los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre, donde participé, y después de desafiar al Capitolio, me coroné vencedora. Pero en todos estos años nada ha hecho cambiar todo lo que hice, nada puede remediar las vidas que deje atrás, ni el sentimiento de culpa que arrastro en días como este. Sé que jamás seré capaz de olvidar un instante de la Arena, así como todas las personas que me ayudaron a ganar, que estuvieron conmigo en la rebelión un año después de los primeros Juegos de mi vida. Supongo que todo sería muy distinto de haber muerto en el Estadio. Miro a Peeta, que está sentado a mi lado, dibujando algo sobre un lienzo blanco. Él es el único que puede rescatarme de estos pensamientos tan abrumadores. Cuando me comienzo a hundir en estos recuerdos turbios corro en busca de él. Es encontrar su mirada serena y sus labios diciéndome que todo está bien lo que me devuelve de nuevo a la realidad, al presente.
-Ven aquí, Katniss- dice y me siento encima de él apoyando mi cabeza en su hombro.
Señala el jardín que tenemos delante, en nuestra casa de la Aldea de los Vencedores, y contemplo a nuestros hijos. Ella tiene 13 años, es morena como yo, pero ha heredado los ojos de su padre. Él es rubio y mis ojos están plasmados en su cara. Se llevan dos años de diferencia. Recuerdo cómo me costó llevarlos dentro, lo que suponía pensar en tenerlos, pero Peeta siempre estaba ahí para abrazarme y reconfortarme. Peeta. Él es todo cuanto tengo aparte de nuestros hijos. Él es mi fuerza, mi ayuda, mi protector. Cuando tengo miedo o siento que el mundo de los Juegos vuelve, él siempre encuentra las palabras necesarias para tranquilizarme. Ahora sé lo que siento por él, no como 15 años atrás, cuando mi corazón daba vueltas entre su nombre y Gale. De este último no sé nada desde hace años. Creo que sigue viviendo en el Distrito 2, pero tampoco estoy segura. Gale mató involuntariamente a mi hermana pequeña Prim, desde ese momento nunca he podido pensar en él como algo más que una amenaza. En cuanto a nuestro mentor Haymitch Abernathy, el mío y el de Peeta en los Juegos, lo único que puedo decir es que sigue bebiendo como siempre. Vive en la casa que hay enfrente de la nuestra. Sé mejor que nadie lo que para él han supuesto todos estos años como mentor de chicos que sabía que iban morir, pero por extraño que resulte, ama a mis hijos. Siempre les trae regalos cuando está sobrio y va al mercado, y siempre les está haciendo reír, gastándoles bromas, sonriendo cuando ellos lo hacen. Aunque no lo culpo de nada, son tan irresistibles.
-Creo que es hora de preparar la cena-le digo a Peeta.
-Vale, ve entrando tú. Yo me quedaré un rato más aquí con los niños.
-Está bien- sonrío y me levanto.
Antes de ir a la cocina me paso por el salón para echar más troncos al fuego y me detengo a observar una foto de mi madre y de mi hermana. Las echo mucho de menos. Mi madre está en el Capitolio, trabajando en un hospital y, según los rumores que me han llegado por medio de Effie Trinket, mi acompañante en los dos Juegos, está rehaciendo su vida amorosa. A ella tampoco la he visto en estos 16 años, y me gustaría ya que no conoce a sus nietos.
-¿Mamá?- pregunta Sarah.
Salgo del salón y voy directa a la cocina dónde sus ojos azul oscuro me esperan. Le acaricio la mejilla
y le beso en la frente. Saco de refrigerador zanahorias, cebollas, tomates, lechuga, remolachas y maíz. Luego, del congelador, rescato un trozo de carne de venado y unos filetes de cerdo.
-Pica la verdura y haz una ensalada- le digo a Sarah.
-Mamá, ¿puedo hacerte una pregunta?- dice mientras coge un cuchillo y comienza a cortar los tomates.
-Claro-respondo inocente a lo que viene después.
-Papá y tú no estáis casados, ¿verdad?
-Verdad- digo.
Hay un silencio que sólo puede indicar que está apunto de soltar una bomba, algo que seguro no quiero responder, algo que le he ocultado en todos estos años y que ahora no me tocará más remedio que revelar.
-Hoy en la escuela nos han enseñado unos videos de los Juegos del Hambre.
Y ahí está. El tema que tanto he evitado, que me he callado estos trece años de su vida, y que, por supuesto, he intentado olvidar, aunque con resultados negativos. Supongo que ha llegado la hora de sentarnos frente al fuego y contarle que pasó y qué hicimos. Alguna vez le dijimos algo al respecto, pero no se asemeja para nada a la historia completa.
-¿Qué has visto?- pregunto con algo de miedo.
-Poca cosa. Cómo os coronasteis vencedores en los primeros juegos, secuencias cortas de otros años, muy desagradables, por cierto; y, unas imágenes de ti vestida de novia. La profesora nos contó que os obligaron a comprometeros y que papá dijo que os casasteis en secreto.
-Es mentira, hay muchas cosas que no sabes, Sarah, y que supongo que algún día las tendrás que conocer. Pero si quieres saberlo tu padre también tiene que contártelo.
-¿Entonces tampoco estuviste embarazada en el Vasallaje?
Me río al recodar todas las mentiras que Peeta dijo en la entrevista de los segundos Juegos: nuestra boda, nuestro hijo...Realmente tuve que aparentar que era verdad, aunque sólo era una estrategia para conseguir patrocinadores y para que el Presidente Snow no la tomara con mi familia.
-Negativo-afirmo-tu padre trataba de salvarme la vida.
-Lo consiguió-dice alegre.
Echo la carne en la sartén y la tapo con una tapadera. Después cojo cuatro huevos y los dejo sobre la repisa. Me siento en una silla y observo cómo mi hija prepara una inmensa fuente de ensalada. Me recuerda a Peeta en muchos sentidos. Tiene ese efecto, ese don de habla que solo tiene él, y además es muy inteligente. Aparte ha heredado la vena artística de su padre y muchas veces compiten para ver quién logra el mejor retrato. Me entusiasma la belleza que desprenden sus ojos y la gracia con la que se mueve. Jaden, el niño,es más parecido a mí. Le encanta la música y siente una inmensa afición por el arco que está colgado en el salón. Algún día le enseñaré a cazar, actividad que no he dejado de hacer. Cuando tengo un día insoportable me escapo al bosque unas horas y siento la fuerza que me transmite la naturaleza. Sí, algún día lo llevaré conmigo y le enseñaré los trucos con los que sobreviví antes de los Juegos.
La carne ya está lista, al igual que los huevos y la ensalada. Mando a Sarah a que despeje la mesa del salón para colocar los platos. En unos minutos, atraídos por el olor a comida, entran Peeta y Jaden por la puerta, los dos sonrientes y mirándose con complicidad. Jaden ayuda a su hermana a colocar la mesa y Peeta se acerca a mí. Posa sus manos en mi cintura y me lleva hasta él. Nuestros cuerpos quedan pegados y siento su calor, su proximidad. Me besa en los labios con dulzura y se aparta poco a poco.
-Te quiero- susurra.
Le respondo con otro beso, este más largo que el anterior, más elaborado, y saboreo la menta que acaba de masticar. Sonrío cuando me aparto y escruto sus ojos. Me embriaga una sensación de comodidad y paz cada vez que tenemos un momento como este.
-Ha llegado el momento-anuncio algo temerosa- Sarah quiere respuestas.
-Las tendrá-dice- somos una familia, Katniss. Lo comprenderá- me besa la frente con delicadeza y me siento más segura.
-Creo que tampoco hay que hacerle esperar más a Jaden, puede que sea mejor decírselo a los dos.
-¿Cuándo? ¿Hoy?
-Que decidan ellos mismos-sentencio.
Nos sentamos a la mesa y degustamos los platos con mucho apetito. Mis hijos nunca han pasado hambre y supongo que no lo pasarán. Tenemos una sustanciosa paga del gobierno por los servicios prestados en la rebelión de la que yo misma fui el icono y en la que Peeta casi muere. Bueno, en realidad, Peeta ha estado apunto de morir muchas veces, tanto en los Juegos como después de ellos. De hecho, yo misma casi lo mato. Fue hace 16 años, en el punto culmine de la rebelión, cuando mi hermana todavía estaba viva. El Capitolio detuvo a Peeta después del tercer Vasallaje y lo secuestró. Evidentemente no fue un secuestro normal; le inyectaron grandes cantidades de veneno de rastrevíspula en la zona del cerebro encargada del miedo y esto provocó que cualquier recuerdo que tuviera de mí fuese modificado hasta tal punto que pensaba que era su enemiga, un peligro para él y para el resto del mundo. Intentó matarme cuando nos reencontramos después del Vasallaje, y luego hubo más ocasiones en las que luchaba contra él mismo para no hacerme daño. Le ha costado muchos años eliminar el veneno de su interior, años en los que se tenía que ir a dar una vuelta por miedo a no controlarse y matarme. Pero nunca me ha echo daño después de nuestro reencuentro, jamás desde que estamos juntos ha perdido el control y sé lo duro que ha sido. Volviendo al tema de como nos sustentamos, también he de decir que sigo cazando y vendiendo, o incluso regalando, las piezas en un nuevo mercado al que decidimos llamar Quemador, en recuerdo del primer mercado negro del Distrito 12. Peeta, por su parte, abrió una panadería y le dio trabajo a una joven pareja que llegó a la Veta hace unos 5 años. De vez en cuando se pasa por allí y hace pasteles con decoraciones preciosas, pero esto solo lo hace cuando yo me quedo en casa todo el día. Como muchas veces siento la necesidad de huir al bosque él se encarga de los niños las mayor parte del tiempo. Los cuatro, de alguna manera, entendemos que es lo que necesito, que en muchas ocasiones es lo mejor para todos y nunca, nunca se han quejado. Aún así amo a toda mi familia más que a mí misma. Cuando nació Sarah me juré que jamás dejaría que le pasara nada malo. Cuando nació Jaden le hice prometer a Peeta que si algún día había un peligro con ellos huiríamos del Distrito 12 inmediatamente. Pero afortunadamente han pasado 11 años y no ha habido peligros, ni circunstancias que nos obligaran a abandonar nuestro hogar.
-Vuestra madre y yo-comienza Peeta cogiéndome la mano que no sujeta el tenedor- tenemos que contaros algunas cosas. Cosas importantes que tenéis que saber. Es sobre nuestro pasado, sobre cómo nos conocimos y enamoramos, sobre cómo Panem a llegado a ser lo que es.
-No tiene por qué ser hoy, es algo que tenemos que decidir entre todos-añado yo.
Sarah asiente y sé que eso significa que sea hoy mismo, Jaden, por el contrario, no dice nada. No tiene ni idea de a qué nos referimos ya que siempre le dijimos que nos conocimos en la panadería de Peeta y que muchos años después empezamos a salir. A él nunca le hemos mencionado nada de los Juegos.
Al acabar la cena, nos sentamos los cuatro alrededor de la chimenea, unos apunto de destapar una etapa desastrosa de su vida, y otros, deseando saber la verdadera y única historia. Comienza Peeta explicando el primer día que me vio y siguiendo hasta el momento en el que me tiró el pan cuando estaba muriéndome de hambre. De repente me cede el turno de palabra y explico cómo era mi vida y qué pasó con su abuelo materno. Ahora, entre los dos, explicamos qué eran los Juegos del Hambre, por qué comenzaron, cuándo se celebraban, cómo nos sentíamos año tras año, y finalmente les explico que su difunta tía salió escogida y que me presenté voluntaria. Omitimos muchos detalles de la preparación una vez en el Capitolio y nos enfocamos más en la parte de las entrevistas, dónde Peeta confesó su amor por mí. El resto de la historia de los primeros Juegos es violenta y confusa, intentamos no dar muchos detalles pero las preguntas salen de los dos hermanos con mucha energía.
-Y, un año después tuvimos que volver a los Juegos-termina Peeta.
-¿Y qué pasó la segunda vez?- pregunta Jaden.
-¿Qué tal si lo dejamos para otro día?- propongo agotada.
-Pero yo quiero saberlo ahora- replica Sarah.
Miro a Peeta buscando apoyo pero esta vez está de parte de ellos. Me rindo y asiento con la cabeza.
-El Presidente Snow amenazó a vuestra madre. Las bayas que nos dieron la victoria supusieron en muchos distritos la rebelión. Nos obligaron a hacer que nuestro romance pareciera más verídico, recordad que ella no estaba enamorada de mí-
-Eso no es totalmente cierto-refuto-no sabía qué sentía. Había un tremendo caos en mi interior. Pero, a pesar de todo, tuve que aceptar casarme con él.
-A mi tampoco me quedó más remedio- se queja.
-Sin embargo, nunca llegó esa boda. Ahora que sabéis qué es un Vasallaje tenéis que saber que el tercero nos devolvió a la Arena. Los tributos escogido saldrían del grupo de vencedores, así se demostraba que nada ni nadie podía sobrepasar el poder del Capitolio.
-¿Tuvisteis que volver a luchar?
-Sí- responde Peeta- y esta vez sólo podía salvarse uno. Y claro, somos los dos tan cabezotas que nos empeñamos en que era el otro el que tenía que sobrevivir-me coge la mano y entrelazamos los dedos.
-Los dos ajenos al plan que se estaba formando en el Distrito 13, que aparentemente estaba destruido. Haymitch tenía pleno conocimiento del plan de rescate y rebelión que se había formado.
La siguiente media hora la gastamos en explicar nuestra vuelta al Capitolio y el propio Vasallaje. No pasamos nada por alto, ni muertes, ni detalles del plan, lo contamos todo tal y como pasó, tal y como lo vimos.
-Y me convertí en el Sinsajo- admito- el símbolo de la rebelión.
-Mientras yo estaba en el Capitolio, siendo tratado con veneno para odiar a vuestra madre. Cuando su equipo me rescató, intenté matarla- agacha la cabeza y veo su frustración.
-Pero ninguno de los dos nos rendimos. Nunca dejamos que nos separaran y al cabo del tiempo, después de toda la masacre que vivimos en el Capitolio, después de la muerte del Presidente Snow y de vuestra tía, después de intentar sanar todas las heridas, volvimos a estar juntos, esta vez de verdad-le defiendo.
-¡Entonces lo conseguisteis!-exclama entusiasmado Jaden- gracias a vosotros, hoy no hay Cosechas.
-Se perdieron muchas vidas, chicos. Nunca me sentiré orgullosa de lo que hice, nunca.
La conversación termina ahí. Todos estamos exhaustos por la noche que hemos tenido. Sé que los dos entienden todo cuánto le hemos dicho pero tengo miedo de que cambien la idea que tenían de sus padres. Sé que hicimos cosas horribles, pero también sé que todo lo que el país es ahora se lo debemos a nuestros actos y a todas las vidas que se perdieron por el camino.
-¿Estás bien?- me pregunta Peeta arropándome con las sábanas blancas de nuestra cama.
-Esta noche tendré pesadillas- anticipo-he recordado demasiadas cosas.
-Estaré aquí para traerte de vuelta si es necesario-musita y me besa.
-Gracias, Peeta. Por estar siempre que lo necesito, por no abandonarme cuando te dije que no sabía qué sentía, por...-me calla con otro beso.
-Descansa, Katniss. Todo está bien, estamos a salvo. Los Juegos acabaron- me recuerda- y ahora que lo saben todo los niños ya no hay nada que nos ate a esos años. Olvidemos las partes que nos ha causado dolor y quedémonos con lo bueno.
Me abrazo a su cuerpo y cuando siento sus brazos rodeándome dejo que el sueño me invada para dar paso a espantosas pesadillas de las muertes de Rue, Cato y Prim. Pero cuando estoy llegando a la peor parte, cuando veo que los que están matándose son mis hijos, Peeta me abraza con fuerza y me hace despertar. Estoy empapada de sudor y noto como me falta el aire. Peeta me mece en sus brazos mientras tararea alguna canción. Apuesto lo que sea a que no ha dormido nada vigilando que yo estuviera bien. Me voy la vuelta entre sus brazos y escondo mi cabeza en su pecho al tiempo que las lágrimas resbalan por mis mejillas. Al cabo de las horas consigo volver a dormirme y esta vez no hay pesadillas, solo están Peeta y sus besos.
-¡Buenos días!-alguien grita con fuerza y corre las cortinas del dormitorio- vamos, bellas durmientes.
Sea quién sea está apunto de tragarse una zapatilla porque es lo primero que pienso hacer cuando abro los ojos. Me encuentro con Peeta aún durmiendo y abrazándome.
-Señorita Everdeen- me doy la vuelta cuando ese individuo me destapa.
Es Haymitch. No tengo ni idea de qué hace en mi casa levantándonos a Peeta y a mi, como si hubiera algún acontecimiento importante al que tuviésemos que asistir. Espera un segundo. No, definitivamente no hay nada especial programado para hoy.
-Déjame, Haymitch.
-De eso nada, preciosa. Vamos-me sacude los hombros y me incorporo- y despierta a tu novio, por favor. Os espero abajo, tengo algo que deciros.
Eso ya es más interesante. Que un borracho como Haymitch se presente sobrio en tu casa y tenga que contarte algo es poco frecuente y despierta en mi una intriga inmensa.
-Peeta, levanta-lo destapo con cuidado y le beso el omóplato- tu mentor nos espera impaciente.
-¿Haymitch está aquí?- abre los ojos.
-Sí, vístete.
Salgo de la cama y me dirijo al armario. Lo abro y cojo unos vaqueros y una camiseta blanca. Me quito el pijama, lo lanzo por encima del hombro y me visto con rapidez. Peeta aún sigue en la cama. Mis sospechas de que se quedó vigilándome se confirman y me siento mal por ello. Puede que le convenga quedarse durmiendo toda la mañana. Dejo atrás la habitación y me asomo al cuarto de los niños que duermen plácidamente. Bajo las escaleras y huelo el olor del café recién hecho. Entro en la cocina y me siento frente a Haymitch que me pone una taza delante.
-Bebe- me ordena- necesitas despertarte antes de saber nada. ¿Y Peeta?
-Puede que no baje, no ha pasado buena noche.
-No, os necesito a los dos. Esto es importante.
Me tomo el café mientras esperamos a Peeta, que no da señales de vida. Estoy apunto de volver a decir que no va a bajar cuando aparece por la puerta con grandes ojeras y pocas ganas de escuchar nada. Me siento muy culpable y noto una punzada en el pecho.
-Lo siento-me disculpo-hoy dormiré en el sofá.
-No, Katniss. No hace falta que hagas eso, estaré ahí todas las noches que me necesites.
-Pero así no descansas y tienes que hacerlo.
-Bueno, dejad estas peleas para otro momento. Toma -le da otra taza a Peeta- el presidente Simon ha muerto.
-¿Qué?- decimos Peeta y yo a la vez.
Simon Salvatore ha sido el último presidente de Panem. Después de Snow ha habido cuatro presidentes, uno de ellos es Paylor que salió dos veces consecutivas elegida y hubiese salido una más, si no hubiese renunciado al cargo. Todos estos presidentes han mantenido un acuerdo, unas normas inquebrantables de paz y seguridad y no ha habido problemas de levantamientos ni nada por el estilo. El gobierno comenzó a dar ayudas y los distritos a funcionar mejor al no tener la presión por parte de una cargo mayor que los obligaran a trabajar en duras condiciones. 
-Van a convocar unas elecciones. Panem está en peligro. Hasta ahora se han conservado los derechos que se decretaron por la ex presidenta Paylor, pero puede que ahora...
-¿Ahora qué?-pregunto desesperada.
-Katniss, aunque no lo parezca los presidentes que hemos tenido hasta ahora se han elegido a propósito. Se han celebrado durante años asambleas secretas entre políticos para que en cada elección nueva de presidente saliera el mejor. El que cumpliera con los Normas de la Paz. Este año no se ha celebrado ninguna porque nadie pensó que Simon pudiera morir, y por lo tanto no se podrán rechazar peticiones de nadie- explica.
-¿Qué quieres decir?-interviene Peeta- ¿qué todo siempre ha estado premeditado y controlado y ahora tienes miedo por qué no lo está? ¿Qué más da?
-Venganza, Peeta. Eso es lo que quiero decir. Todavía hay gente que nos odia y que puede hacernos daño si llegan al poder, esto es lo que hemos estado controlando estos 15 años.
-¿Y qué vamos a hacer?
-Nada, solo esperar que el nuevo presidente no tenga en cuenta al Sinsajo. Katniss, estarías en grave peligro.
La noticia me deja conmocionada. Si lo que Haymitch dice es verdad, no solo yo estaría en peligro. Mis hijos podrían sufrir las consecuencias. Siento la necesidad de agarrarlos, llevarlos al bosque y perdernos lejos de aquí, pero en vez de eso, me quedo paralizada, con la mirada perdida en algún punto, sintiendo que todo puede desmoronarse en cualquier momento. Pero Panem también tendría problemas si un presidente sediento de venganza llegara al poder. ¿Y si volviéramos al antiguo sistema?
No, eso no es posible, más que nada porque volvería a estallar en cualquier momento y se armaría otra revolución. Habría que ser muy tonto si decidieran hacerlo de nuevo, crear un gobierno tan controlador y perder tantas vidas.
-¿Cuándo serán las elecciones?
-Dentro de unas semanas como máximo, tampoco es que puedan alargar el tema más tiempo. Un país necesita un gobierno, alguien que los guíe. Así que más de un mes podría crear un caos a nivel nacional.
-¿Quienes son los candidatos?-pregunta Peeta.
Haymitch se encoge de hombros y mira por la ventana. Eso quiere decir que hay muchos, y que ninguno está a la altura de los recientes presidentes. Siento que el miedo me invade cada zona del cuerpo hasta que Peeta me sostiene con la mirada.
-No será tan malo, créeme, no volverán a cometer los errores del pasado.
-Os informaré si hay novedades, volveré esta tarde con unas chucherías para los niños.
-Espera, ¿puedo hablar contigo un segundo?
Peeta se levanta casi corriendo y se lleva del brazo a Haymitch, salen al jardín y se quedan conversando durante un buen rato. Me quedo intrigada con tanto secretismo por parte de Peeta, aunque algo me dice que tiene que ver con los niños, ¿qué si no?
-Buenos días, mamá-me doy la vuelta y me encuentro a Jaden frotándose los ojos.
-Hola- me agacho hasta toparme con su cara y muevo mi nariz de un lado a otro contra la suya- ¿quieres desayunar?
-Sí, tostadas y una manzana.
Le preparo el desayuno rápidamente y se lo pongo sobre la mesa. También dejo otro preparado para Sarah que no debe tardar en aparecer. Salgo de la cocina y voy al salón, enciendo la chimenea y cojo la cazadora de mi padre. Está muy desgastada por el tiempo pero me siento tan cómoda con ella y me recuerda tanto a él que soy incapaz de tirarla. Al salir del salón choco contra Sarah que me sonríe y me da un beso en la mejilla. Me despido de ella y de Jaden antes de salir por la puerta. Peeta y Haymitch siguen hablando en el jardín. Veo que Peeta le da un trozo de papel a Haymitch y le explica algo señalándolo, ambos se ríen y se dan un abrazo amistoso, dándose palmadas en la espalda.
-¿Qué ocurre?-pregunto bajando las escaleras hasta pisar la hierba.
Se separan rápidamente y ponen cara de circunstancias. Se miran, me miran, y vuelven a mirarse. Luego me sonríen a la vez y Haymitch se despide con la mano. Peeta me señala y dice:
-¿Sales a cazar?
-Lo necesito-respondo.
Nos acercamos a la vez y nos despedimos el uno del otro con un beso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario