sábado, 1 de diciembre de 2012

Capítulo 10 (Parte I)


La venganza es una acción infinita. Es algo que continuamente está en nuestro corazón y lo que nos impulsa a cometer ciertos actos. Es lo que hace que nuestras manos queden manchadas de sangre y en nuestro interior la rabia nos consuma a fuego lento. Hace que nos desnudemos de nuestra personalidad y nos pongamos un traje nuevo, un traje frío y oscuro, sin sentimientos, vacío. Arranca de nuestro interior lo peor que podamos tener y lo saca a la luz para llevarnos a nuestro fin; hacer justicia. La venganza justifica los medios para conseguir sus propios propósitos. En cuanto se despierta es una fiera salvaje que nos destruye a nosotros y a todo aquel que nos rodea. Es, en si, el mal de nuestra alma, la condena que nos atosiga, el tormento que sufrimos, pero también la llave que hace que el dolor desaparezca. Gracias a ella podemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para que los problemas se solucionen. La venganza es un arma peligrosa, pero la más afilada y eficaz de entre todas. Si no existiera me ahogaría en mi propio mar de desesperación. Así que esto es lo que me queda. Arriesgar lo que tengo y lo que me han quitado para tomarme mi propia justicia y servir de buena gana todo lo que ahora poseo y me invita a hacerlo; la propia venganza.
No dejo de pensar en otra cosa. No puedo mirar a nadie, ni hablar con nadie. Necesito tiempo para estar tranquila, para que la venganza llene cada extremo de mi cuerpo hasta que no quede ni un ápice de piel sin ella. La necesito. Sé que si no lo hago, si no dejo que me atrape entre sus garras, me derrumbaré para siempre. Me quedaré en un estado como el de mi madre cuando mi padre murió y eso es justo lo último que mis hijos necesitan en este momento.
¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que Sarah y Jaden, ambos, vayan a los Juegos? No lo entiendo. ¿Qué probabilidades había de que fueran los dos? ¿Cuántas? No culpo a Effie por sacar ambas papeletas, pero algo me dice que hay trampa. ¿Cómo si no voy a explicar que los dos hijos del Sinsajo tengan que batirse en duelo a muerte? Pero lo que más me preocupa es qué voy a hacer. Teniendo en cuenta que este año hay más tributos y éstos nunca han visto una espada, ¿cómo voy a hacer para salvar a uno de los dos? ¿Cómo voy a pedirles que maten? Y lo más importante, ¿a quién salvo? ¿Sarah? ¿Jaden? ¡Son mis hijos! No puedo alentar a uno y hacer que el otro muera. Los quiero a ambos por igual.
Juró por todo que me vengaré. Que seré silenciosa como un felino, amenazante como un oso pardo, rápida como un halcón y mortal como una cobra. Mataré al nieto de Snow. Mataré a todo aquel que haya puesto un simple grano de arena para hacer que los Juegos hayan vuelto y que mis hijos formen parte de esto. Prometo que seré tan dura como un diamante y tan implacable como un huracán. La tormenta de Katniss se avecina y nadie está preparado.
Pero mi plan de venganza y todo el odio y rencor que podía albergar se vienen abajo cuando Peeta entra dentro de nuestro compartimento en el tren que nos lleva al Capitolio. Es verlo y toda mi furia queda apartada temporalmente. Me echo en sus brazos y lloro abiertamente.
-He venido a ver cómo lo llevas.
-Mal- digo-. No se puede llevar de otra forma, intento ser fuerte, Peeta, pero me puede.
-Lo sé. Yo estoy igual. Lo siento.
-Tú no tienes la culpa. Es el Capitolio. Es este nuevo gobierno.
Me acaricia el pelo y me mece suavemente hasta que me tranquilizo un poco. Peeta deja asomar algunas lágrimas pero hoy es él el valiente en esto. No va a dejar que sus ganas de llorar sean un obstáculo para mí y algo que haga que me ponga peor.
-¿Eres consciente de lo duro que vamos a tener que trabajar?
-Peeta, no podemos salvar a uno. Tiene que ser ambos.
-Eso no es viable.
-Lo haré posible. No sé cómo, pero lo haré así.
-Katniss, no es que estemos justamente en el puesto de privilegiados y no creo que nos vayan a conceder honores. Esto seguramente sea parte de una conspiración y van a ir a por ellos. Sé que duele, pero tenemos que elegir a uno.
-No puedo.
-Está bien- se hace el silencio durante segundos-. Elige- me ordena.
-Pero has dicho...
-¡Elige!
Elegir entre dos de tus seres queridos, entre dos personas que son tuyas, que les has dado la vida, que has visto cómo han crecido y les has ido enseñando todo lo que sabías es lo más duro a lo que me enfrento. Podré batallar en mil guerras y matar a personas desconocidas, podré ponerme en peligro y sacrificarme si es necesario, pero elegir ahora significa intentar salvar a uno y firmar la sentencia del otro.
-Jaden- digo quebrando mi voz.
Es, de los dos, el más indefenso. Tampoco es que haya pensado mucho en la respuesta, pero, por algo que no reconozco, me he sentido peor cuando he oído su nombre en la Cosecha. Puede que sea porque Sarah me ha recordado tanto a mí que algo me dice que aunque ayude a Jaden, ella puede ganar por si sola.
-Bien, yo me quedo a Sarah.
-¿Qué?
-Ocúpate de entrenar a Jaden, yo lo haré con Sarah. Si uno de los dos muere, será el otro el que viva. Si uno elige a uno, y el otro al que queda, entonces uno de los dos se salvará.
-¿Ese es tu plan?
-Por ahora sí, ya veremos lo que se nos ocurre. Tenemos mucho en que pensar, Katniss- y tras decirme esto y darme un beso en la frente, se marcha fuera del compartimento.
Pensar. Ahora lo único que tengo en mente es hacer una larga lista de nombres y encargarme personalmente uno por uno. Les arrebataré todo lo que tengan y les haré sufrir lo mismo que yo estoy sufriendo ahora. Sí, la bondad y la compasión ahora mismo no tienen cabida en mi corazón.
Al cabo de un rato pensado en cómo puedo acabar con la vida de mis enemigos, me doy cuenta de que en vez de estar planeando tantas cosas debería estar junto a mis hijos. Apenas sí hemos compartido unas palabras en el Edificio de Justicia y sé que me necesitan en estos instantes. Salgo de mi compartimento y me encamino hacia el vagón-bar.
-Hola, preciosa- me saluda Haymitch sin mucha expresión en la voz.
-¿Dónde están mis hijos?
-Supongo que con su padre. ¿Te has dado cuenta de que tienes que ejercer de mentora?
-No estoy para bromas.
-Lo sé- se incorpora de su asiento y me enseña la botella que tiene en la mano-. ¿Quieres?
La verdad es que emborracharse sería la manera más rápida para acabar con el dolor que me comprime el pecho momentáneamente. La manera más cobarde, sí. Si decido coger esa botella sé que no pararé. Si fuera yo la tiene que luchar y meterse dentro de un estadio, entonces no dudaría en beber hasta desmayarme, pero por mala suerte son mis hijos los que están en peligro.
-No. Ya lo hice una vez. No más, por ahora.
-Oh, entonces he de suponer que si tus hijos no salen con vida, beberás.
-Lo dices como si pudiesen salvarse ambos- musito.
-¿Acaso no ganasteis vosotros dos?- deja la botella en una mesa y se levanta-. Pueden hacerlo, no me cabe la menor duda.
-Irán a por ellos, Haymitch- replico.
-Tampoco lo dudo. Pero, si te dijera que hay una remota posibilidad de que ganen los dos, o al menos de que salgan con vida, ¿qué harías?
Me quedo callada, contemplando la moqueta del suelo como si allí estuviera la respuesta. Sé que es algo imposible. Aunque quiera creer las palabras del mentor, sé que mis hijos están condenados y como mucho podría sacar a uno. Si dijéramos que sólo estuviera Sarah, o sólo Jaden, entonces sería un poco distinto. Me centraría sólo en uno y no me preocuparía por el otro porque sabría que estaría bien. Pero en esta ocasión son ambos y no puedo traerlos de vuelta a los dos. O Sarah, o Jaden. Además, no quiero que mis hijos manchen sus manos.
-Es mentira. No te creería.
-Bien-. Hace una pausa larga y pensativa, silenciosa-. Es justo lo que pensaba que ibas a decirme, así que no voy a malgastar tiempo en intentar explicártelo. Cuando lleguemos al Capitolio lo verás con tus propios ojos, pero, Katniss- se acerca a mí y me mira intensamente a los ojos-, recuerda lo que todo el mundo te ha dicho. Lo que Paylor te dijo en el 13.
-Que pasase lo que pasase, y viese lo que viese...
-...nunca olvides quién es tu verdadero enemigo.
¿Y qué quiere decir con esto? ¿Que voy a tener que luchar contra todos los parientes de Snow? ¿Qué mis enemigos son todos aquellos que me amenazan? ¿Que no sé quién es realmente mi enemigo? No lo comprendo, al igual que tampoco entiendo eso que no se va a molestar en explicarme y que luego veré con mis propios ojos. ¿A qué se referirá?
-Recuerda, Katniss, que esos niños no son amenaza alguna. Su padres sí vivieron para conocerte y saben perfectamente quién eres.
-Ser el Sinsajo no va a cambiar nada- sentencio.
-Oh, querida, ahí estás muy equivocada. Ser el Sinsajo lo es todo.

Capítulo 10 (Parte II)


Rendirse a veces puede resultar la mejor opción, le camino sencillo, corto, sin peligro. En ocasiones la redención es nuestra mejor vía de escape y nuestra salvación. Puede que huir en el momento oportuno y de la manera adecuada sea lo más apropiado y aquello que nos salve la vida. Pero para mí rendirse ahora es símbolo de falta de fuerzas y de voluntad. Sería como caerme desde un acantilado al vacío o como quedarme sin ojos y no poder volver a mirar el bosque. Flaquear en mis decisiones puede costar vidas, equivocarme ahora puede suponer la muerte de mis hijos y el fin de mi existencia. ¿Quién soy? El Sinsajo. ¿Quienes son mis enemigos?
-¿Mamá?- la voz de Sarah me sobresalta-. ¿Puedo pasar?
-Claro- contesto incorporándome.
-Papá ha estado hablando conmigo sobre lo que vais a hacer.
Así que Peeta le ha dicho a nuestra hija que he preferido a su hermano antes que a ella. Bueno, tarde o temprano tenía que enterarse, a lo mejor Peeta pretende que la chica coja cierto odio hacia mí y hacia Jaden para que se centre en ganar. Quién sabe lo que puede estar planeando.
-Cariño, lo siento. Me encantaría salvaros a los dos, pero...- Sarah corre a abrazarme y yo la estrecho entre mis brazos-. Te quiero tanto.
-Lo sé. No debes preocuparte, pase lo que pase siempre sabré que si elegiste a Jaden fue porque él es más débil que yo.
-Los siento de veras- un par de lágrimas recorren mis mejillas.
-No importa, pero ahora debes ir con él. Papá ya me ha dicho lo que me toca a mí. Tú tienes que pensar en su bien. Yo ya estoy bien protegida.
-Tienes razón- digo asintiendo con la cabeza-. Pero prometeme una cosa.
-Lo que sea- contesta.
-Júrame que no harás daño a tu hermano.
Sarah se queda mirando mis ojos. Es tan parecida a mí. Tiene la misma mirada que tenía yo cuando me prometí sacar con vida a Peeta del Vasallaje. Parece estar decidida a hacer lo que haga falta para que Jaden no corra riesgo, y la verdad es que agradecería que en vez que molestarse en ganar, mis hijos se protegieran el uno al otro hasta que...
-Tú una vez quisiste salvar a papá y lo conseguiste. Yo ahora me he propuesto salvar a Jaden y lo cumpliré.
-Eres la persona más valiente que he conocido- la abrazo con todas las fuerzas. No puedo pedirle que luche por ella misma, pero tampoco la puedo alentar para que abandone a su hermano.
Caminamos juntas hacia el vagón-bar donde se está sirviendo la cena. Tanto pensar en vengarse, en rendirse, en luchar, en volver a vengarse y en matar a todo aquel que haya participado en la vuelta de los Juegos, ha hecho que se me haya olvidado que comer es necesario para seguir con vida y sobre todo con mis planes.
Nos sentamos junto a Haymitch, Peeta y Jaden. Por cómo me mira mi hijo sé que sabe lo mismo que Sarah y que ahora me ve como su potencial salvadora y heroína. Le sonrío abiertamente y luego cojo la mano de mi marido.
-Hemos creado a los seres más maravillosos del mundo- le susurro.
-Lo sé- me mira y aprieta la mano-. Te quiero.
Effie entra cuando la comida se ha servido. Tiene pegotes de maquillaje por toda la cara y el resto ha desaparecido. Se ve que ha estado llorando desde el mismo momento en que se bajó del podio, y no sé si los demás la habrán visto, pero yo no he podido verla hasta ahora. Me gustaría decirle que no tiene la culpa de nada, que no se preocupe, que todo está bien, que sigo viéndola como la Effie de siempre. Pero algo me dice que es mejor callarme por ahora. Porque si lo que digo es verdad, si de verdad me quiero vengar de todos los que hayan puesto un grano en todo esto, ¿Effie estaría dentro de mi plan de venganza? ¿Estaría también Cinna? ¿Y los estilistas? ¿Las familias de los demás tributos? ¿Los mentores?
Medito mientras me llevo a la boca trozos minúsculos de carne, una carne de caza, aunque no logro reconocer de que se trata. Pero entonces, mientras mi mente se devana continuamente en un qué hacer infinito, mi estómago rechaza de lleno lo que acaba de llegarle y me veo corriendo por los vagones hasta mi compartimento, y una vez dentro de él, sin preocuparme por haber cerrado la puerta, me dirijo al baño para echar todo lo que había entrado en mi cuerpo. De hecho, creo que echo hasta lo que esta mañana desayunamos y puede que parte de la comida del día anterior. Es tan exagerado que me mareo al tercer vómito y siento que voy a morirme si no se detiene.
Effie es la primera en llegar, cargada con una muda de ropa y un vaso de agua que rechazo de inmediato. Intenta ayudar a que me incorpore una vez que he terminado y luego me ayuda a desvestirme.
-¿La carne estaba poco hecha?
-No me hables de comida, por favor- le imploro.
-Está bien. ¿Cómo te encuentras?
-Estoy empezando a ver borroso, y omitiendo que no volveré a probar bocado en días, creo que estoy bien.
-Vamos a tumbarnos en tu cama, ¿vale?
Asiento mientras cierro los ojos y dejo que me conduzca. Me sienta en la cama y poco a poco me voy tumbado. El mareo se incrementa mucho más y casi dejo de ver por completo.
-Voy a pedir unos exámenes médicos en cuanto lleguemos al Capitolio. Llevas unas semanas mal y últimamente es peor.
-Effie...
-Te pasó en la boda, y en el 13 te desmayaste.
-Effie...
-No puedes pedirme que no lo haga. Peeta seguro que está de acuerdo.
-No es eso. Me da igual los test que quieres que me hagan. Sólo quiero decirte que...- trago saliva y me arrepiento de hacerlo porque sabe fatal. Hago muchos esfuerzos para poder hablar antes de que el desmayo llegue-, no tienes la culpa.

Al despertar encuentro a mi madre a mi lado, tomándome el pulso y palpándome la frente. Me intento incorporar pero me detiene. Vuelvo a apoyar la cabeza en la pila de almohadas que me han colocado y respiro pesadamente.
-¿Cómo estás?
-¿Qué haces aquí?
-Vuelvo al Capitolio. Pensé que estarías mejor si te dejaba sola. Me llamaron en cuando te desmayaste.
-¿Cuánto tiempo llevo así?
-Unas horas. Hoy llegaremos al Capitolio.
La cabeza aún me sigue dando vueltas y aunque quiera, no creo que tenga las fuerzas suficientes como para levantarme. Tampoco es que tenga mucha hambre aún después de haber echado todo lo que comí. Sé que debería comer algo, sobretodo sabiendo que voy a tener que estar bastante fuerte para las semanas que nos esperan.
-¿Sabes lo que es?
-Hasta no hacerte un par de pruebas, no. Pero tienes que descansar, las últimas semanas te están pasando factura.
-Y lo que me queda- digo entre dientes.
No soy consciente de el tiempo que transcurre. Simplemente permanezco en un estado entre la inconsciencia y el sueño. De vez en cuando me quedo dormida, invitando a las pesadillas a hacerse con el control de mi mente. Cuando el miedo me invade hasta el punto de no poder soportarlo ni un segundo más, entonces abro los ojos y vuelvo a quedarme mirando a la nada hasta que mis párpados se cierran y tengo otro horrible sueño.
No puede terminar así. Esta historia no puede acabar con la muerte de uno de mis hijos. Estoy segura que debe haber algo que pueda hacer. Cualquier cosa, me da igual mientras ambos estén con vida y de una sola pieza. Si yo soy la culpable en parte de que vuelvan los Juegos, me presentaré voluntaria para que con mi vida se pague el precio de todas las familias destrozadas que ahora mismo están llegando al Capitolio. Estoy dispuesta a dar el último aliento si tengo la firme esperanza y convicción de que ellos estarán a salvo y sin daño.
La puerta de mi compartimento se abre. Me doy la vuelta entre las sábanas para encontrarme con un Peeta que no ha pasado la mejor noche de su vida. Hace dos días que estamos casados y aún no hemos podido compartir una noche solos. Además, parece como si esto nos hubiese distanciado en vez de unirnos. Es como si yo al haber elegido a Jaden, y él a Sarah, un muro se hubiera levantado entre ambos, separándonos en distintos equipos, bandos que se juegan la vida de uno de sus miembros y que harán lo que sea necesario para garantizar su supervivencia.
-¿Cómo te encuentras?
-Estable, de momento. ¿Qué hay de tus ojeras?
-Supongo que Cinna podrá arreglarlo.
Me incorporo y le invito a que se siente a mi lado. Puede que, de hecho, sí que estemos algo distanciados, y que si queremos tener la mente fría y clara para centrarnos en nuestro respectivo tributo, vayamos a tener que estar así. Sin poder casi mirarnos, sin dirigirnos apenas la palabra, con la mirada apartada de los ojos del otro y sin poder fiarse, pues nunca se sabe que estrategia vas a utilizar. Sin embargo no quiero que esto sea así. El Capitolio ya nos distanció una vez. Snow hizo que pensáramos en matarnos, y ambos lo hemos intentando el uno con el otro. Después de todo lo vivido, de habernos casado, de haber tenido dos preciosos niños, ¿en serio dejo que la vuelta de los Juegos nos separe, nos distancie, nos aisle en dos mundos completamente diferentes?
-¿En qué piensas?- me pregunta.
Me acerco a él hasta aspirar su aroma y luego, agarrándolo de la camiseta, lo tiro hacia mí de modo que queda encima mío. Comienzo a besarle en el cuello, a darle pequeños mordisquitos para luego huir corriendo hacia sus labios. Intenta separarse de mí para hablar, rechistar, decir lo que está pensado, pero no se me ocurre dejarlo ir, así que aprieto todo lo que puedo mis labios contra los suyos y espero hasta no tener más aire en los pulmones.
-¿Y esto?- cuestiona.
-Te quiero- susurro.
Su mirada azul, tierna, serena como el mar, tranquilizadora y enamorada me recuerdan muchas escenas. Besos en la cueva de la primera arena. La desesperación que sentía cuando no sabía si estaba vivo o no, el estado en el que me encontraba cuando estaba secuestrado en el Capitolio. Me acuerdo de cuando me tiró el pan, de cuando me dedicó la primera sonrisa, de la escena de la playa con la perla . Cuando me agarró por el cuello, cuando venía a consolarme por la noches. El latir de su corazón mientras me arropaba con caricias. Nuestra primera vez. Cuando insistió en tener a Sarah, cuando vino Jaden. Todos los regalos simples pero importantes que me ha dedicado. Cada palabra, cada sentimiento, cada sensación a su lado. Estar enamorada de él sin reconocerlo y sin saberlo siquiera. Quererlo más que a mi vida y ser capaz de todo por él.
-No puedo permitirlo- musito para mis adentros-. No puedo dejar que me alejen de nuevo de ti.
-¿A qué te refieres?- me pregunta al oído.
-A que no voy a dejar que toda esta situación arruine nuestra relación. Tiene que haber otro modo de hacer las cosas.
Eso es lo que quiero creer, lo que llevo diciéndome todo el día. Que no puede ser blanco o negro. Necesito caminos alternativos, poder elegir entre varias posibilidades.
Peeta me ignora con besos y caricias. Entierra sus dedos en mi pelo y yo sigo el juego de su lengua. Si tan sólo pudiera volver atrás...
-¿Sabes? Hemos llegado a la estación hace cinco minutos- se separa un poco de mí, jadeando-. Es lo que venía a decirte. Lo mejor es que apenas había capitolinos apostados ahí afuera para vernos. Puede que nuestra esperanza se halle ahí.
-¿Ahí?
Entonces mi cabeza encaja una pieza de un entramado laberinto de puzzles. Atrás. Atrás. Atrás. No necesito volver al pasado, no exactamente. Lo único que tengo por obejetivo es hacer que lo que hice vuelva a repetirse. Un levantamiento, una revolución, un altercado. Lo que sea. Los capitolinos, los distritos y el 13 más que nunca estamos unidos. Ahora todos estamos dentro del mismo juego.
-Peeta, creo que tengo la clave.
-¿De que?
-Para hace que nuestros hijos vivan- recito-. Para hacer historia, justicia, venganza.
-¿De qué se trata?- pregunta curioso, dejándome espacio.
-Como lo hicimos en el pasado. Como ya lo hemos hecho antes. Peeta- hago una pausa, asimilando mi propia idea e incluso mentalizándome-, tenemos que volver a la arena.

La venganza, tan eterna, tan absoluta, es lo que me impulsa a mover la siguiente pieza. Mi vida se ha basado en un juego de ajedrez donde me ha tocado ser la reina, la pieza más importante. Creí en su momento que eliminando a Snow conseguiría ganar, hacer jaque mate, sin embargo no me dí cuenta de que él sólo era un mísero peón. Lo que ahora tengo delante, el futuro que dentro de nada acontece, es el verdadero tablero. No sé cómo, ni cuando exactamente, ni de que manera, pero entrar de nuevo en el estadio es el siguiente paso. Tengo todo un largo recorrido, grandes zancadas entre cuadro y cuadro, hasta llegar a mi objetivo principal; derrotar a todos y cada uno de mis enemigos. ¿Quienes son? Todos aquellos que juran paz y seguridad y que luego hacen del Estado lo más inútil existente. Aquellos que me temen como amenaza y que han querido hacer de estos Juegos y este nuevo gobierno una forma de venganza contra mí. Lo que no saben es que yo sé jugar mejor. No tienen ni idea de que la venganza no es suya, sino mía. Desde el momento en que mi hermana salió elegida sabía cuál iba a ser mi destino, sobrevivir. Lo he hecho hasta ahora, pero en estos momentos me toca algo más grande. He de llegar a mi meta, he de honrar cada vida que se ha perdido, he de confirmar que nunca más volverán los Juegos, que jamás habrá un gobierno como el de ahora, que Panem será libre. Así que, de nuevo, me meto dentro de su piel. Recojo la coraza que antaño había arrojado y vuelvo a colocármela sobre los hombros. Dispongo de todas las armas necesarias para librar la última batalla y salir victoriosa. Lejos queda la chica de 16 años que abandonó su hogar con muy pocas esperanzas de volver. Atrás quedan todos los recuerdos. Este es el presente. Esta es la realidad. El futuro está por determinar y estoy segura de que seré yo quien lo dicte.
Soy Katniss Mellark, tengo 32 años, estoy casada con Peeta Mellark y voy a salvar a mis dos hijos, así como a una nación entera. Algunos me conocen por otro nombre, apodo que vuelvo a acoger.
Soy el Sinsajo y he vuelto con ganas de venganza.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Capítulo 9 (Parte I)


En mitad de la noche un grupo de agentes de la paz interrumpe la conversación en susurros que Peeta y yo estábamos teniendo. Cuando abro la puerta, aún con lágrimas cayendo por las mejillas y los ojos rojos e hinchados, me dicen que venían a comprobar que si estábamos todos en casa. Les invito a pasar, a que comprueben con sus ojos que no nos hemos movido y que les odio profundamente a ellos y sobretodo al Capitolio.
-Todo correcto- me espeta.
Pero en puesto de marcharse se queda plantado en el pasillo. Me mira a los ojos profundamente y me pone las manos en los hombros como para darme alivio y consolarme. Peeta reacciona apartándolo, pero le detengo.
-Siempre serás el Sinsajo- dice el agente-. Ojalá puedas cambiar el transcurso de los hechos. Mis hijos también entrarán en el sorteo.
Así que todos, de verdad, independientemente de si eres de un distrito o del mismo Capitolio, van a sufrir viendo como sus hijos se encaminan año tras año hacia la maldita cosecha. Y veo en los ojos del agente de la paz la angustia y desesperación que yo misma siento. Sé que si antes cabía una mínima posibilidad de hacer para que tus hijos tuvieran menos papeletas o de que alguna de forma se libraran de ir, ya no es posible. August, el nuevo presidente de Panem, nieto de Snow, lo ha hecho de esta manera. De forma que nadie pueda librarse de su yugo, y me pregunto cuánto ha tenido que pagar, o en quién se ha tenido que apoyar para que le den su apoyo incondicional. Porque antes, cuando surgieron los juegos por primera vez, el Capitolio no entraba jamás en la cosecha. No iba, así de simple. Ellos se quedaban engordando en casa, sin preocupaciones, sin temor de morir de hambre o de que tú mismo presenciaras unos juegos en primera persona, mientras la gente de los distritos moríamos como si fuésemos perros y nos enviaban a morir al espectáculo que ellos consideraban como una fiesta. Entonces, claro, el Capitolio, Snow, siempre iba a tener esa ventaja. Esas personas que no iban a ir nunca y tenían la seguridad de que eso sería así por lo siglos de los siglos, y entonces apoyarían ese gobierno hasta el final.
Yo marqué la diferencia, yo hice con las jaulas de noche el primer desafío en 64 años para, después de un vasallaje que me devolvió a la arena y una guerra, acabar con todo aquello. El Sinsajo. Yo era eso, pero ya no más. No pienso colocarme de nuevo en esa piel porque no puedo. Mi hermana murió porque yo me convertí en el Sinsajo, en el símbolo de la revolución. Y si no pude salvarla de la muerte, entonces ahora no podré salvar a nadie más.
-Suerte- le digo de todo corazón al agente-. Espero que ninguno de nuestros hijos tenga que ir- se me quiebra la voz y Peeta me sostiene en sus brazos.
-No hagáis tonterías- me susurra-. No os vayáis, es lo peor que puedes hacer, Katniss.
-No lo haré- le prometo.
Al salir ellos de mi casa y Peeta cerrar la puerta con llave, sollozo para finalmente romper en lágrimas. Lo sabía. Lo he sabido siempre. Sarah y Jaden no deberían haber nacido porque ahora pueden morir y yo puedo verlo mediante una pantalla sin poder hacer nada. Me dejo caer al suelo, hincando las rodillas en la madera y me tapo la cara con las manos.
-Tranquila, cariño- me susurra Peeta al oído-. Todo saldrá bien, te lo prometo.
-¿Y si salen, Peeta?
-No, eso no va a pasar. Sólo habrá una papeleta para cada uno.
Me remonto a hace tantos años. A ese día en que yo le dije a Prim que sus posibilidades eran casi nulas porque era su primer año y en la urna sólo habría una papelito con su nombre. Sí, una posibilidad entre miles. La mala suerte basta para que esa mínima posibilidad, en comparación con mis otras muchas papeletas, fuera lo justo. Porque aunque me intente convencer de que mis hijos sólo tendrán una posibilidad cada uno, sé que con una es suficiente para ir a los Juegos. Suficiente para morir y suficiente para seguir otro año más con vida también.
-Prim también tenía una única papeleta, y yo no podré presentarme en lugar de cualquiera de los dos si sus nombres son cogidos- lloro.
Además de que este año, estos primeros juegos de este primer gobierno, dudo mucho que se presente alguien voluntario en su lugar. Porque antes podías pensar que por venganza, por intentar ganar para traer algo de riqueza a tu familia o distrito, alguien podría ocupar tu lugar. Pero este año, estos chicos que han vivido y nacido sin Juegos, ¿puedo esperar que alguno se presente voluntario por mis hijos? Ni aún siendo el Sinsajo. Para ellos yo no tengo la importancia que puedo tener para la gente de mi edad. Así que si alguno de los dos salen, lo único que puedo esperar es que sepan defenderse.
-Gale llegará a tiempo al 2 para la cosecha- dice de repente Peeta-. Por lo menos tú y yo estamos juntos en esto. Annie y él no tienen a nadie.
Es cierto. En cuanto echamos a los agentes de la paz del jardín de Haymitch y Caesar nos dio la noticia, Gale y Annie partieron con sus hijos hacia sus distritos. Ambos con ganas de llorar, ambos maldiciendo lo que yo ahora maldigo.
-No tendremos tan mala suerte- digo para mis adentros en voz alta-. Estarán bien. No irán a los juegos y podremos escaparnos entonces.
-¿Quieres irte?
-Me prometiste que si algún día estaban en peligro entonces huiríamos.
-Sigo manteniendo mi palabra.
-Entonces que así sea. En cuando pase la cosecha, nos iremos a los bosques.
Peeta y yo nos vamos al salón. Nos sentamos en el suelo mientras la luz de las llamas bañan nuestros rostros. Lo que se supone que iba a ser el día de mi vida, de repente, se ha tornado en algo parecido a una pesadilla. Ahora mismo debería estar disfrutando de la noche junto a mi marido. Deberíamos los dos estar rumbo a alguna parte como luna de miel o acostándonos como si fuera la primera vez. Pero no, y por mucho que me apeteciera una de las dos cosas, con todo lo que se nos viene encima y la preocupación que arrastro conmigo, sería imposible.
Miro a mi marido a los ojos y me echo a sus brazos intentado no llorar más de lo que lo he hecho hasta entonces. Esta noche no dormiré, es algo que tengo claro. Sólo quiero que todo pase rápido, que me despierte de tal pesadilla, y que el caos que esté viviendo sea una especie de broma de mal gusto o lo que sea. ¿Por qué el día de mi boda? ¿Por qué cuando más soy feliz tienen que estropearlo? ¿Por qué cuando creo que por fin estoy a salvo tienen que hacerme ver que eso nunca será posible? Que por mucho que lo crea y lo intente eso de ser libre nunca será una realidad. Que cuanto más quiero algo, más intentarán robarlo. Que cuanto más me ciegue con promesas falsas, más dolor me causará el destaparme los ojos y ver la realidad ante mis ojos.
La realidad de hoy es que los Juegos, el yugo del Capitolio, la opresión, la maldad, son cosas que durante toda la eternidad van a seguir existiendo. Que pueden haber existido, existir y que existan miles de Sinsajos como yo a lo largo de la historia, pero que jamás seremos suficientes como para erradicar la perversidad que hay arraigada en el corazón de las personas.
-¿Seguiremos siendo mentores?- le pregunto a Peeta con miedo porque eso sería incluso peor que quedarme en casa si mis hijos salieran. El tener que intentar que uno de tus hijos sobreviva matando a muchos otros niños que no tienen culpa de nada.
Peeta me mira a los ojos y los cierra con fuerza, como cuando tenía un ataque y por un momento temo que hasta el Capitolio haya podido volver a arrebatármelo.
-Perdóname- dice de repente-. Lo siento, Katniss. Si llego a saberlo, a intuirlo de verdad, jamás te lo hubiese ocultado.
-¿El qué?
Entonces me acuerdo de que todos, antes, en casa de Haymitch, parecían saber algo que me habían estado ocultando y que creo que tiene que ver con lo que Peeta me va a decir a continuación. Algo que tiene relación con los juegos, con las elecciones y con no hacerme daño. Algo que tenían planeado y que según Paylor no les salió como tenían previsto.
-Paylor nos convocó hace una semana en casa de Haymitch. Tú estabas en el lago con los niños, así que todo estaba planeado de tal manera que tú no te enterases de nada porque supuestamente lo íbamos arreglar entre todos. Cosa que parece no ha sido posible.
>>Paylor nos contó que habían llegado rumores al 13 de que la elecciones seguramente estarían amañadas y que puede que volvieran los juegos. Evidentemente nadie la creyó, pero resulta ser que es cierto. Aunque no nos lo llegamos a creer ninguno de los presente, Paylor nos dio un plan a seguir. Lo primero era que no te enteraras de nada porque en el mejor de los casos nada iba a pasar y no querían darte un mal trago antes de la boda, pues la cancelarías y la idea era tener a la población ocupada con nuestro compromiso.
>>Debíamos, si pasaba, si volvían los Juegos, mantener la calma. Effie y Cinna volverían a sus antiguos puestos. Tú, Haymitch y yo seríamos de nuevo mentores, así como todos los vencedores que siguieran con vida. Pero, bueno, al ser los primeros en tantos años, habría una posibilidad y es que los padres de aquellos primeros tributos que participaran en los juegos, independientemente de si ese distrito tenía o no mentores previos, podrían ellos ejercer ese puesto. Es decir, que si por ejemplo, Oliver saliera, Gale podría ir.
-Eso es horrible- musito-. Lo es que me hayáis mentido, pero mucho más lo que van a hacerles a esos pobres padres.
-¿No fue así en los primeros? ¿No fueron los padres de los tributos sus mentores?
Me encojo de hombros. Mi mente sabe perfectamente cuál es la respuesta a la pregunta, pero ni siquiera tengo fuerzas de rescatarla. Abrazo aún más a Peeta con odio por haberme mentido, pero aferrándome a su cuerpo con fuerza porque tengo miedo a perderme. Lo necesito en estos momentos y pelearme por haberme ocultado el asunto no sería bueno para ninguno de los dos. No teniendo una cosecha con la que lidiar dentro de escasas horas. Así que al despegarme de él, lo miro a los ojos y junto nuestros labios mientras las lágrimas saladas de ambos se mezclan en nuestras bocas.

Todo el trabajo que ayer hicieron los estilistas queda abandonado a otra dimensión y las ojeras, los ojos hinchados y rojos, y los labios secos y algo agrietados lo reemplazan. Me froto la cara y me echo agua de nuevo. No hay nada que hacer, esa es la conclusión a la que llego cuando me miro al espejo por cuarta vez esta mañana. Me he pasado toda la noche llorando en los brazos de Peeta, intentando encontrar el modo de sacar fuera a mis hijos de la cosecha, pero no he encontrado nada que me sirva sin hacer daño a alguien o sin poner en peligro nuestras vidas. Así que lo único que me queda es la resignación y esperar que ellos no salgan. Ni ellos ni nadie querido y conocido, lo cuál creo que será algo difícil.
-¿Katniss?- oigo la voz de Peeta desde la cocina.
No quiero contestarle. No quiero en estos instantes hablar con nadie, ni ver a nadie, ni que exista nada. Quiero despertarme de la pesadilla que estoy teniendo. Quiero abrir los ojos y encontrarme en mi vieja casa en la Veta, a Prim dormida a mi lado, a Buttercup bufándome y a Gale esperando en el bosque para lo que será un buen día de caza. Quiero que todo vuelva a como era antes de la primera y última cosecha de Prim. Quiero que nada de lo que presencié y viví pasara, y por último, quiero que todos los que hay ahora mismo en esta casa, que todos aquellos con los que me he cruzado en mi vida, y todas esas personas que me conocen por ser el Sinsajo no tengan ni idea de que existo. Así todo sería mejor. Todo sería distinto de no haber nacido, o de no haberme convertido en lo que soy ahora y por lo que tengo que pagar. Un precio demasiado alto.
-Katniss- Peeta se acerca hasta la puerta del cuarto de baño y da unos golpecitos-. Tu madre está aquí. Quiere verte.
Está bien. He de recomponerme. Todavía no hay nada asegurado. Hay muchos niños en el 12 y no tienen por qué ser mis hijos. Sé que aún así voy a tener que ejercer de mentora, de hecho a primera hora de la mañana me llegó una carta firmada por el mismo presidente de Panem invitándome a ello, pero no puedo dejar que nada ahora mismo me derrumbe. Al menos tengo que ser fuerte por mis hijos. Si no lo hago, si dejo que todo esto me haga pedazos por dentro y me suma así en un caos algo indescriptible, entonces estaré haciendo lo que mi madre hizo tras la muerte de mi padre, cosa que no voy a consentir.
-Vale- suspiro-. Eres el Sinsajo, ¿no?- le recuerdo a la mujer que hay reflejada en el espejo-. Haz el favor de salir ahí afuera y cargar tu arco.
Y, como me he dicho a mí misma, abro la puerta y me preparo mentalmente para todo lo que sé o que intuyo saber que va a pasar en las horas siguientes. Mi madre me espera en la cocina, algo seria para lo que estoy acostumbrada a ver, y tras decirme que tome asiento y cogerme las manos dice:
-Katniss, sé que no he estado todo el tiempo ahí, a tu lado, y puede que ahora no sea el momento idóneo para compensarlo, pero quiero que sepas que estoy contigo.
-No importa, mamá. Ambas lo hemos pasado mal y ahora...
-Escucha- me interrumpe-, no te estoy pidiendo perdón, solamente digo que no puedes rendirte ahora, ¿vale? Yo lo hice contigo y con tu hermana. Ahora que tú eres madre, no puedes venirte abajo. Tienes que luchar por ellos. Yo he aprendido algo tarde, pero tú estás a tiempo.
-Mamá, lo dices como si fuera a salir alguno de ellos.
Ella agacha la cabeza, me aprieta más las manos y por un momento creo que se va a echar a llorar. Entonces se incorpora y me regala una leve sonrisa. Ahora veo que sus ojos están empañados en lágrimas y que puede que esta noche haya llorado como yo y supongo que como otros muchos ciudadanos.
-Katniss, a partir de hoy vas a comprobar que ser madre de lo que podrían ser tributos es lo más difícil con lo que tengas que lidiar. Puede que hoy se salven, sí, puede ser. Pero eso no quita que puedan salir en años posteriores, y eso, cariño, eso es lo que tienes que comprender.
Sus palabras se me clavan como si fueran miles de cuchillos afilados. Cada hoja de los mismos me traspasa con fuerza y hace que todo el cuerpo me duela. Mis ojos no pueden segregar más lágrimas, así que lo único que hago es soltarle las manos y esperar a que el agua helada que me acaba de caer por la espalda se seque de alguna manera. Aunque tiene razón. Hoy pueden salvarse, pero cada año que pase, será un año en el que perfectamente pueden salir. Cada año más papeletas, cada cosecha más posibilidades para que salgan. Reprimo de nuevo las ganas de coger a todo el mundo y arrastrarlos conmigo al bosque.
-Debemos huir- musito.
-No podemos- dice de repente Peeta-. Somos mentores, estamos atados. Será imposible y si nos encuentran nos matarán.
-Es cierto, hija- mi madre vuelve a tomarme las manos-. Estamos como al principio de todo. Sólo podemos esperar a que alguien como tú salga para mostrarnos la luz.
Con eso sé que quiere decir que no puedo volver a ser el Sinsajo. De hecho puede que haya algún tipo de protocolo para que si vuelvo a tener alguna esperanza de volver a formar algún levantamiento acaben conmigo en cuestión de segundos. Estamos todos encadenados bajo el yugo del Capitolio.
-Tenemos que salir ya mismo. El toque de queda será en unos minutos y no estamos listos- dice Peeta con voz queda.
-Sí.

Capítulo 9 (Parte II)


Me levanto de la silla, abrazo a mi madre, pues sé que ella al ser abuela también lo está pasando mal, y me dirijo hacia las escaleras. Peeta va delante mía, si mirar hacia atrás, sólo pendiente de no tropezarse. Él puede que esté peor que yo aunque no lo demuestre. Le quitaron a su familia, le hicieron olvidarse casi de mí, casi muere como un millón de veces, y encima se siente culpable por haberme insistido en tener a Jaden y Sarah, cosa que sabía que yo no estaba muy de acuerdo. Y se le suma que volver al Capitolio en estas condiciones, como mentor de dos niños que no tienen ni idea de lo que son los Juegos y que estarán más asustados que nosotros cuando fuimos, le afecta demasiado.
Sarah sale por la puerta de su dormitorio y me abraza en cuanto me ve. Ella puede comprenderlo un poco mejor que su hermano, pero aún así sé que no está preparada en absoluto. Le correspondo el abrazo con fuerza y al poco tiempo se suma Jaden. Peeta decide también abrazarnos y quedamos todos hechos una piña en el centro del pasillo. Nos sé qué es lo que ocurre, pero todos comenzamos a estallar en carcajadas nerviosas. Todos tenemos miedo y ahora mismo lo estamos liberando, juntos, unidos, fuertes y valientes, esperando que lo que tenga que ocurrir, suceda en el mejor de los casos.
-Os quiero- digo en voz alta-, y pase lo que pase nunca os dejaré solos, ¿vale?
-No lo dudamos, mamá- responde Sarah-. Siempre unidos.
-A salvo y vivos- recuerda Peeta-. Siempre.
-No pasará nada malo- termina Jaden.
Nos vestimos apropiadamente, pero tampoco para ir a un desfile de modelos del Capitolio. Algo elegantes, al fin y al cabo, si miramos hacia atrás, las ropas que tenemos ahora no se pueden comparar con lo que solíamos llevar. Y además tampoco es que apetezca mucho ponerse las mejores galas para algo que va a ser como una sentencia de muerte. Si por mí fuera, iría con lo peor que pudiese tener. Al bajar las escaleras, descubro que mis hijos ya están listos y que Peeta y mi madre ya están saliendo por la puerta. El toque de queda suena y suspiro profundamente.
-Una cosa antes de irnos- digo alzando la voz-. Quiero que todos sepáis que...- pienso bien en lo que voy a decir. Quiero que transmita fuerza y coraje, pero tampoco quiero que se arme una revolución con eso-. Los valientes no lloran y que los cobardes esconden la cabeza. No me cabe la duda de que todos vosotros sois las personas más valientes que he conocido y que hoy lo vais a ser más que nadie. Cada uno de vosotros lleva un sinsajo dentro.
Caminamos sin prisa hacia la plaza donde estará colocada la plataforma en la que un año más, Effie se subirá y tras decir unas palabras sacará las papeletas de las urnas. Después los tributos serán conducidos al Edificio de Justicia donde tendrán una hora para despedirse de sus familiares. Peeta, Haymitch y yo somos los mentores así que no sé si los padres de los tributos irán con nosotros para ejercer dicho puesto.
Cuando llegamos a la plaza un agente de la paz nos localiza e identifica y nos dice que hemos de acompañarle ya que nosotros debemos sentarnos en el escenario junto con Haymitch y la alcaldesa. Así que, antes de que mis hijos se dirijan hacia las filas separadas por edades, abrazo a los dos y les digo:
-Sois todo lo que tengo y no voy a permitir que os pase nada. Os lo prometo.
Me separan de ellos y no puedo ver con claridad lo que pasa después. Nos trasladan a Peeta y a mí al interior del Edificio de Justicia y esperamos a que nos llamen.
-Nunca tuvimos la oportunidad de saber lo que se siente- dice Peeta-. Dos años seguidos siendo tributos. En realidad nunca fuimos mentores.
-No os perdisteis mucho- anuncia Haymitch-. Ya que pensaba que me iba a librar para siempre- refunfuña.
-Nadie iba a saber que volverían- digo yo.
-¿Creéis que hay alguna manera de hacer que vuelvan a irse?- pregunta Peeta.
-Necesitaríamos una guerra, y, por supuesto, otro Sinsajo.
-¿Es que me he quedado anticuada?- replico.
-No- contesta Haymitch-. Supongo que no querrás volver a meterte en su piel, ¿no?
-La verdad es que no.
-¿Ni siquiera por nuestros hijos?
Es entonces, mediante esa pregunta de Peeta, cuando veo por primera vez que está molesto conmigo. Lo miro entrecerrando los ojos, intentando descubrir qué he hecho para que esté así. ¿Será eso? ¿El casi haberme rendido? ¿El no haber tomado cartas en el asunto? ¿El no volver a ser el Sinsajo? Mientras todas estas preguntas me rondan en la cabeza y me devano los sesos para intentar hallar una respuesta coherente, los agentes nos llevan hasta el escenario, y cuando el sol me da de lleno en la cara y veo a todos ellos niños de pie, mirándonos fijamente, el corazón me da una punzada enorme y aparto las preguntas para un momento más tardío.
Nos sentamos en los asientos indicados y busco caras conocidas entre todas las que hay abajo. Para mi desgracia hay demasiados chicos y chicas que conozco. Entonces doy con Jaden y esbozo una pequeña sonrisa. Ya ha pasado todo el proceso de identificación y no veo en él ningún signo de preocupación o alteración. A Sarah no consigo encontrarla y eso hace que me ponga más nerviosa todavía. Me incorporo un poco para ver mejor hasta que Peeta tira de mi falda para que vuelva a sentarme y mantenga la compostura.
-Están ahí, no van a ir a ninguna parte- me recuerda.
-¿Y si sale uno de ellos, Peeta? ¿Qué pasará?
-No lo sé- dice y tras un silencio suelta lo que tenía guardado-. Pasará que tenías razón y que nunca debí haberte obligado a tenerlos.
-¡Peeta! No me obligaste- exclamo-. Me convenciste, que es distinto.
-Pero no querías.
-En el fondo sí, lo único que no quería es esto de aquí.
-Lo siento- se disculpa.
-De eso nada- me acerco a él y le doy un beso corto en los labios-. Te quiero, ¿vale?
La alcaldesa nos interrumpe diciendo algo para todo el mundo, pero no me molesto en escucharla. Que diga lo que quiera, lo que le hayan dicho que tiene que pronunciar. Yo mientras seguiré pensando qué hacer, porque no puedo dejar que esto suceda año tras año de nuevo. ¿Sería bueno volver a ser el Sinsajo aunque signifique mi muerte?
Gale ahora mismo estará en el 2, entre todos los padres, rezando para que Oliver no sea el tributo masculino, que si estuviéramos en los Juegos de toda la vida, sería un profesional. Cinna llegará al Capitolio mañana o así, no sé cómo va a hacer para preparar todo lo que tenga en mente, ni para recomponerse del duro golpe. A Effie la veré en cuestión de segundos y a todos los demás, bueno, espero no verles. Aunque supongo que Enobaria, Johanna, Annie y Beetee serán mentores de sus distritos. ¿Cómo será realmente este año? Cuatro tributos más. Tributos que no tienen ni idea de lo que son los Juegos realmente. Chicos y chicas que no han pasado hambre en sus vidas, que no saben cazar y mucho menos coger un arma. ¿Serán capaces de matar o, por el contrario, esperaran a morir de hambre, frío o por alguna enfermedad? ¿Qué les tendrán los vigilantes preparado para que se desarrollen los Juegos una vez en la Arena?
Effie Trinket aparece en escena caminando lentamente hacia el micrófono, posando su mirada en mí y en Haymitch antes de pronunciar cualquier sonido. Ella no quiere hacerlo. No quiere que esto suceda de nuevo, al igual que muchos de todos los que estamos en la plaza, por no hablar de toda la totalidad de Panem.
-Bienvenidos- comienza esta vez con un tono apagado en la voz-, bienvenidos a los Septuagésimo Séptimos Juegos del Hambre y que la suerte esté siempre, siempre de vuestra parte. Creo que todos ya sabéis el comunicado que hubo anoche, y por motivos que no me están permitidos decir, se ha modificado la fecha. El sistema es el mismo aunque con alguna modificaciones. El sorteo se realizará entre chicos y chicas de 11 a 18 años, siendo dos tributos por cada distrito y dos por el Capitolio. El proceso que le sigue a esta cosecha se mantiene.
A Effie se le quiebra la voz. Cierra los ojos y creo ver en sus labios lo que es una cuenta hasta el número diez. Mientras, el silencio reina en toda la plaza y nadie se atreve a corromperlo. Ni un murmullo, ni un carraspeo, ni siquiera el sonido del aire o de algún animal se deja entrever. Ni lágrimas, ni suspiros. Nada de nada. Sólo el silencio de una gran comunidad, sólo el aplauso que podemos darle a Effie. Aunque, si lo que quiero de verdad es darle una muestra de apoyo, entonces sé lo que tengo que hacer. Me levanto de la silla y sin avanzar un paso me llevo los tres dedos centrales de la mano izquierda a los labios y los lanzo hacia el frente mirando a todos los presentes. Sólo aquellos que saben el verdadero significado me acompañan.
-Perdonad- dice Effie-. No es fácil- traga saliva y prosigue-: como todos los años el Capitolio decide poner un video para la ocasión y esta vez no iba a ser diferentes, así que ahí lo tenéis- señala una gran pantalla y se aleja un poco del micro.
No pensaba que a Effie le fuera a afectar tanto. Puede que de lejos la hubiese puesto entre los principales. Pero supongo que no tengo ni idea de cómo se puede sentir. Ella es la que saca los papeles, ella es la que, en realidad, lleva a los tributos a la Arena. Debe ser un trabajo horrible. Además, puede que antes sí que lo quisiera hacer, pero ahora, después de todo, lo dudo.
Me levanto y me arrastro hasta ella mientras el video, distinto a todos los que he visto y que resume ambas rebeliones, se reproduce.
-Lo estás haciendo muy bien- le animo-. Ahora te queda lo último. No te preocupes. Sean quienes sean esos dos chicos no te vengas abajo.
-La última vez saqué tu nombre, y la anterior fue el de tu hermana. Si tengo la misma suerte, este año puede que coja a Sarah o a Jaden.
-No. Eso no pasará. Recuerda: una posibilidad entre miles.
El video acaba y Effie vuelve al micro. En este momento me evado. Mi mente se queda lejos de manera que mi cuerpo no sufra ni sienta nada. No sé si quiero ser consciente cuando diga el primer nombre, pero, si soy capaz, espero no derrumbarme sea quién sea.
-Las damas primero- dice Effie dirigiéndose hacia la urna de las chicas.
Mete la mano dentro y rebusca entre todos los papeles. Deseo con todas mis fuerzas que no sea mi hija, que no sea mi hija, que no sea mi hija. Trago saliva con mucha fuerza y busco la mano de Peeta para que me dé fuerzas. Cuando Effie se sube al podio para leer las palabras que se encuentren escritas en el pequeño papel blanco, cierro los ojos. <<Que no sea yo>>, pienso sin querer como cuando tenía 16 años. <<Que no sea ella>>, me rectifico.
Effie acerca sus labios al micrófono y recita:
-Sarah Mellark- se ahoga en sus palabras y yo me tambaleo en el asiento.
Un murmullo gigantesco se extiende por toda la plaza y veo cómo mi hija, perdida entre todas las chicas, se dirige hacia el escenario sin vacilar. No lo duda ni un segundo. Es como si llevara toda la vida sabiendo que iba a terminar así, como si hubiera ensayado, como si lo supiese de antemano. Veo en ella mi reflejo. Y, aunque lucho por levantarme y gritar a toda voz que me presento voluntaria, sé que no puedo hacerlo y que si lo hiciera seguramente me arrestarían. Así que me quedo donde estoy, intentando asimilar que voy a ser mentora de mi hija y que ahora, el tributo masculino que salga estará directamente sentenciado por mí, porque pienso sacar a mi hija con vida de estos Juegos.
Sarah sube al podio y en vez del habitual cordial saludo, las cámaras recogen un abrazo amistoso y protector por parte de Effie a la chica. Entonces, sin más dilación, la acompañante se dirige a las urnas de los chicos, en el otro extremo del escenario, y rebusca meticulosamente entre todas las papeletas. Debe elegir con cautela cuál de ella le dará vida al próximo tributo, porque sabe que no puede sacar a mi hijo. Y ahora no deseo que sea él. Deseo que alguien se presente voluntaria por mi hija. Quiero que alguien con mi espíritu dé su vida por ella.
Effie sube de nuevo al podio y se seca un par de lágrimas. Con mucho esfuerzo consigue doblar la papeleta y, tras echarse las manos a la cabeza y dejar caer el papel, musita:
-Jaden Mellark.
El mundo se detiene por completo.

sábado, 6 de octubre de 2012

Capítulo 8 (parte I)


Me quedo contemplando el cuadro que Effie y mis hijos han colocado en el salón de Haymitch sin atender a las palabras que los presentes en la habitación dicen. Estoy demasiado confusa como para entenderlas porque quizá me esté pasando lo que me pasó después de matar a Coin. Creo que he entrado en un estado en el que vuelvo a estar mentalmente desorientada, aunque quizá solo sea la presión y el pánico apoderándose de mí. Sea como sea, el cuadro de Peeta hace que me quede observando cada detalle del mismo, incluso palpando algunas zonas de la pintura y maravillándome de lo reales que somos ahí dentro, de lo felices que parecemos, de que no hay ninguna preocupación. Es como si ese cuadro fuera la realidad y esta imagen de Peeta, mi madre, Cinna, mis estilistas, Paylor, Beetee, Haymitch, Effie, Enobaria, Johanna, Annie, los niños y Gale no fuera más que un cuadro retratando el horror de cada uno de nosotros. Si Peeta cogiera un lienzo, un pincel y una paleta de colores estoy segura de que podría pintar todo lo que mis ojos y mi mente me dicen.
Sigo mirando el cuadro, no quiero atender a los demás y me da igual si tienen que decir algo importante. Ya he escuchado suficiente por hoy. No quiero saber nada más de elecciones, de políticos corruptos, gente amenazando a mis hijos o a mí misma, ni nada más de lo que me han contado de vuelta a la Aldea de los Vencedores. Hoy es mi día. Era mi día. ¿Por qué simplemente no puedo pasar un día tranquila, sin preocupaciones y sin nadie poniéndome la espada en el pecho? ¿Por qué hoy, precisamente el día de mi boda, tienen que llegar para estropearlo?
El timbre de la puerta me asusta. No sé por qué. No sé por qué siento la necesidad de bloquear las ventanas y no dejar que la persona que haya detrás de ella pase dentro. Un mal presentimiento, una mala noticia viene acompañada de esa persona. Pero mi cuerpo no está decidido a cooperar y no se mueve. Peeta abre la puerta y tras de él veo a Caesar Flickerman con el pelo y las cejas morados. Casi igual que cuando lo vi la última vez y me quedo asombrada. Viene hacia mí directamente y me abraza.
-Quería darte mi más sincera enhorabuena y pedirte perdón por no haber llegado a tiempo-dice, entonces se coloca a mi lado y mira al resto-. Ha habido muchos problemas con el transporte. A mi no me dejaron subir en el tren que iba directo al 12 esta mañana y por lo tanto no he podido asistir. Pero al menos no ha sido en vano-hace una pausa y mira a Paylor directamente-. Puede que muchos de vosotros aún me veáis como un títere del Capitolio, pero he sufrido y aprendido todas las lecciones.
-¿Traes noticias?
Asiente con la cabeza y me mira a los ojos. Se muerde el labio inferior y suspira. ¿Qué pasa? Miro a mi alrededor. Todas esas caras tan familiares y conocidas me observan y apartan la vista enseguida. Hay algo que todos sabes y yo no. Algo que seguramente me han ocultado más tiempo del que creo y ahora ninguno tiene el valor suficiente para decírmelo. Pero aguardo en silencio devolviendo cada mirada con el doble de furia que puedo contener dentro. Al final Paylor es quién decide comunicármelo.
-Katniss- comienza y sé que no es nada bueno-, hay ciertas cosas que te hemos ocultado estas últimas semanas.
-No queríamos que sufrieras más-continua Peeta intentando justificar al resto.
-Pero creíamos que era lo mejor en su momento ya que parecía que entre todos podíamos solucionarlo-dice Beetee-. Aunque parece que no ha sido posible.
Todos, absolutamente todos en la sala menos Gale, agachan la cabeza. Miran sus pies y algunos se llevan las manos al rostro. Yo no dejo de preguntarme que podría ser eso tan horrible que han tenido que ocultarme y que ahora está causando este caos. Aunque algo en mi interior me da la respuesta.
-Decidme lo que es. Quiero saberlo, me da igual si me hace daño o no pero necesito saber qué es.
Haymitch levanta la cabeza y camina despacio hacia mí. Cuando lo tengo enfrente se vuelve al cuadro y lo señala. Veo que sus ojos se empañan en lágrimas y el corazón se me hace minúsculo.
-¿Qué ves?-pregunta pero no contesto-. Es una gran familia feliz y sin problemas. A salvo y sin daño, ¿verdad?-continúa.
-Sí-confirmo y miro el cuadro buscando alguna pista en él que me conduzca al grano.
-¿Qué más?¿Qué ha plasmado Peeta ahí dentro?
Muchas cosas. Todo en definitiva. La felicidad, la alegría, el saber que no hay más Juegos, la unidad, la fraternidad, el amor, lo que es imposible se vuelve posible...A mí por lo menos me transmite una infinidad de sentimientos.
-¿Vida?-contesto.
-Exacto-confirma-. ¿Qué es lo que hace que no estés vivo?
-La muerte-no sé por dónde me quiere llevar, pero por ahora no lo está consiguiendo y eso que él y yo nos entendemos a la perfección.
-Si, Katniss, todos morimos. Pero me refiero a que si estás a salvo, vivo, sin daño, sin preocupaciones y peligros, ¿qué es lo único que conozcas que puede arrebatarte todo eso?
Mi mente viaja tiempo atrás. Se remonta a mis once años, mi padre muerto, mi hermana muriendo, mi madre igual y yo camino de lo mismo. Mi desesperación por mantenernos con vida, el hambre que pasábamos, el frío, las incomodidades, la falta de sueño, de vida, de alegría, la opresión. El miedo de que al cumplir los doce tu nombre estuviera escrito en un papeleta que podía llevarte a una muerte segura. El tener que verte obligado a pedir teselas porque no te queda otra si quieres llevarte algo a la boca. El miedo que me producía todo aquello y lo valiente que me hizo en su día.
Las cosechas año tras año, sin remedio, sin justicia. Un mundo que sabes que tienes que afrontar. Tus amigos yendo a los Juegos, tú presentándote voluntario en lugar de tu hermano. Prim. Primrose Everdeen. El pánico tan grande, tan real y tan fuerte cuando escuché su nombre. Cuando mi pobre y pequeña hermana caminó hacia el escenario.
El Capitolio y sus horribles Juegos. El desfile, las entrevistas, los entrenamientos y la Arena, como no. El tener que luchar contra todo si quieres vivir. El no comprender eso de no ser una pieza de sus juegos pero provocar un levantamiento tras otro por mi actitud. Peeta muriendo, yo muriendo, Rue muriendo. Cato, Glimmer y Marvel. Thresh y Clove. Los mutos. La comadreja. Todo eso que me ha ido haciendo valiente, que me ha hecho luchar, que me ha mantenido de pie. Todas esas muertes, esos primeros Juegos, esos segundos Juegos, esa rebelión, se apoderan de mi y me golpean. Las heridas cicatrizadas vuelven a abrirse y necesito sujetarme en la pared.
Los recuerdos siguen fluyendo como si un río se estuviera descongelando después de años de letargo. La gira de los vencedores, Snow amenazándome, Gale sangrando. El Vasallaje. Todos esos vencedores reunidos en una nueva Arena dispuestos a combatir para perdurar o a morir para que los demás tengan una posibilidad de dar la vuelta a Panem. Peeta tendido en el suelo sin respirar. El recuerdo fugaz de nuestro hijo inventado para los patrocinadores. La sed y el hambre. Mi arco y mis flechas. La perla, la noche en la playa y multitud de pequeños detalles que ni sabía que estaban ahí. Los mutos de nuevo y la voz de mi hermana gritando por toda la jungla.
El horror que viví una vez salvada. Y ahora viene la lucha Peeta-Gale, ser o no ser el Sinsajo, andar perdida por culpa del secuestro de Peeta. Creer que el 13 es algo surrealista aún viviendo en él. La rebelión. Las muertes a mi paso. Las calles del Capitolio. La crueldad. Finnick.
Se acabó. No puedo más. No puedo llegar a la parte final donde mi hermana muere. No puedo dejar que Prim muera de nuevo en mis recuerdos, eso me duele demasiado. Pero aún así, aunque no llegue directamente a esa parte, aunque me prohíba recordarlo, todo lo demás acaba por hacerme ver lo que Haymitch quiere decir y dejo que todo ese peso, toda esa vasta carga de sentimientos, negatividad, muerte y dolor acaben por derrotarme y entonces mis rodillas fallan y caigo al suelo.
Pestañeo intentado recuperarme del shock, pero es algo que me ha dejado bastante conmocionada. Quizá solo haya sido un cúmulo de cosas las que me hayan llevado a pensar tal circunstancia, pero puede que de verdad haya entendido al mentor. Sé que todo el mundo tiene la atención puesta en mí, pero ahora mismo eso me da igual.
-No puede ser-musito con la voz ronca-. Me niego-y sacudo la cabeza.
Justo cuando voy a declarar en público mis pensamientos, alguien enciende la televisión (Paylor, creo) y no me atrevo a mirar a la pantalla. No tardo en descubrir la respuesta.
-El nuevo presidente de Panem, August Paladecki, quiere pronunciar un breve comunicado para la población-suena la voz de una presentadora-. Pero antes queremos dejarles en exclusiva imágenes inéditas de la boda de Katniss Everdeen y Peeta Mellark.
Eso, por supuesto, reclama mi atención y levanto la cabeza para mirar algunas fotos de la Pradera, de la ceremonia y del baile.
-¡Eso es imposible!-exclama Effie-. Mira que me encargué de todo-refunfuña.
A continuación veo la cara del nuevo presidente. A pesar de lo que creía es joven. No superará los cuarenta años, sí, incluso me aventuro a decir que tiene más o menos mi edad, aunque teniendo en cuenta la cirugía que allí, cualquiera sabe. August se aclara la garganta, pone los papeles en su sitio, sonríe hacia la cámara y procede a pronunciar su discurso:
-Ciudadanos de Panem, me alegra poder ser vuestro presidente desde este preciso instante. No sé que sabe cada uno de ustedes sobre lo que era un rey absolutista en tiempos antiguos, pero era todo un privilegio. De hecho, ahora podréis tener el honor de ser parte de un gobierno absolutista que velará por vuestro bien, como siempre-hace una pausa para cambiar de hoja y traga saliva-. Hemos pasado quince años de prosperidad. La tierra se ha regenerado, la población es joven, los ciudadanos son ejemplo de sacrificio y aquellos que sobrevivieron a la rebelión todo un ejemplo a seguir. No hay que irse muy lejos, todos conocemos a la señorita, perdón, señora Everdeen, aunque ya sea Mellark. Ella es todo un ejemplo de sacrificio y valentía, ¿verdad? Sobrevivió a dos Juegos del Hambre y encima se coronó Sinsajo. Increíble. Me pregunto si sus dos hijos serán como ella, ¿no sería interesante descubrirlo?
<<Pero no estoy aquí para hablar de Katniss. Estoy aquí para prometeros seguridad e igualdad. Sí. Puede que muchas decisiones a partir de ahora las tome y nadie pueda refutarlas y mucho menos negarse a ellas, pero la igualdad entre ciudadanos normales es lo que busco. Lo que me importa. Ese es el problema fundamental que muchas civilizaciones, imperios y reinos han tenido a lo largo de los siglos. Y durante mi gobierno, dure más o dure menos, es lo que voy a conseguir.
<<Pensemos pues en lo que falló en el penúltimo gobierno que hemos tenido. ¿Los Juegos? Supongo que ahora todo estaréis asintiendo en vuestras casas. Pero, os propongo otra pregunta, ¿qué falló de los Juegos? Sí, fue la no igualdad. Mientras que existía un Distrito 13 conspirando y el Capitolio se emborrachaba y disfrutaba. 12 distritos eran condenados año tras año viviendo injusticias. Por suerte eso terminó. Y vuelvo a mencionar a Katniss, nuestro querido Sinsajo que acabó con Snow. ¿Os acordáis de él? Yo sí. Como si lo viera todos los días. Y para una persona que no vivió junto a él mucho tiempo puede pensar lo que quiera. Que si era un tirano, que si gobernaba mediante la esclavitud y las amenazas, que si robaba... Bien puede ser cierto. Sin embargo yo he vivido junto a él desde que nací. Me cuidó y me enseñó y ahora retomo su camino en el poder. Mi abuelo era un hombre que no se merecía morir en tales circunstancias, pero al menos me enseñó que sus errores se podían enmendar y hacer de Panem una nación verdaderamente unida.
<<Después de esto, solo me queda una cosa que decir y la más importante. Quiero que todos vosotros, independientemente de qué distrito seáis, escuchéis con atención lo que voy a decir. Panem contribuirá en unidad al desarrollo de los bienes materiales, los sectores de la agricultura, ganadería, minería, pesca y madera. Los distritos 10, 11, 12, 4 y 7 volverán a tener sus funciones como lo hacían cuando el Presidente Snow gobernaba. Estos se encargarán del abastecimiento del Capitolio y el distrito 13. Los distritos 1, 2 y 8 proporcionarán los artículos necesarios para la vida cotidiana y tendrán que abastecerse a ellos mismos. El distrito 5 estará encargado de todo el sistema eléctrico de Panem, ampliando así sus fronteras con el distrito 4 y también se encargará de proporcionar el alimento necesario a éstos últimos. Los distritos 3 y 6 deberán abastecerse mutuamente mientras trabajan codo con codo en las tareas asignadas. Por último el 9 tendrá una función menos representativa aunque tendrá que aportar anualmente una cantidad específica de grano para los distritos 4 y 12. El distrito 13 tiene una función especial que no se mencionará en este comunicado.
<<Estas son las nuevas leyes: habrá un número determinado de agentes de la paz por distrito y zona. La áreas señaladas como prohibidas serán intraspasables. No se permite la caza furtiva en ningún distrito, siendo únicamente el 9 y el 12 los únicos donde habrá cazadores experimentados y contados en un censo que se repartirán y solo podrán ejercer su cargo en las fechas señaladas. Igualdad ante todos. Respeto al nuevo presidente e unidad unos para con otros. Siguen vigentes todas las anteriores normas con posibilidad de modificación en los siguientes días.
<<último punto. Panem acogerá un tradición anulada considerando así estos quince años un período de descanso. Durante tres años un grupo cuidadosamente seleccionado y altamente secreto ha estado diseñando lo que será el nuevo estadio de los Septuagésimo Séptimos Juegos del Hambre que acontecerán dentro de un mes exactamente. El dieciocho de septiembre, cumpliéndose así un mes de mi mandato, un nueva cosecha resurgirá de las cenizas. Pero, esta vez, hay reglas que se han cambiado ya que las de antes no permitían una absoluta igualdad. Este año, y a partir de ahora, década tras década, el Distrito 13 y el Capitolio entrarán en el sorteo, siendo así veintiocho los tributos que deberán luchar a muerte hasta que solo uno quede vivo. A este último tributo, vencedor, se le concederán riquezas y honores nunca antes vistos. Otra nueva regla es que la edad ahora es de once a dieciocho. Además las teselas van a desaparecer. Cada año se irá sumando el número de papeletas de cuántos años has participado aparte de la propia papeleta de dicho año multiplicado por dos. Es decir, que si a los once tienes dos, a los doce tendrás cuatro, a los trece seis y así sucesivamente. Los demás procedimientos vienen a ser los mismos. Y ahora solo queda decir que tengáis unos felices Juegos del Hambre, y que la suerte esté siempre de vuestra parte.
Pum-pum. Pum-pum-pum. Pum. El corazón de martillea constantemente en la sien mientras mi boca está completamente abierta y mis brazos tendidos en el suelo mientras intento encontrar la cámara oculta. Esto es una broma, así de claro y de simple. Porque claro, después de todo lo pasado y todo lo vivido esto no puede ser más que una gran mentira.
La gente a mi alrededor empalidece. Algunos se vuelven locos y comienzan a correr y gritar. Yo tengo un conflicto interno sobre si desmayarme o aguantar un poco más. Las reacciones me demuestran que ni ellos mismos se lo explican, ni esperaban y que no es una broma. Respiro profundamente y mi mente comienza a funcionar. Es como si desde este mismo instante me transportara los juegos y tuviera que pensar una estrategia o algo para salvarnos. Son mis hijos los que están en peligro. Y más ahora que hasta un niño de once años puede salir elegido. Si las probabilidades de sobrevivir y ganar con doce son remotas, con un año menos son casi imposibles.
He de poner a Sarah y Jaden a salvo, he de llevármelos lejos de aquí. Sí. Peeta me lo prometió. Si les pasaba algo, si cualquier cosa hacía que me entrase el pánico de esta forma entonces huiríamos al bosque. Y Gale está aquí, él puede venirse con nosotros. Oliver tiene catorce años y puede salir perfectamente. Lo mismo ocurre con Finn que tiene un año más.
-Al bosque-digo-. Yo me voy al bosque con mis hijos, no pienso dejar que un gobierno absolutista y tirano vuelva a arrebatarme algo, y menos a ellos.
-Por supuesto-dice Peeta que no parecía reaccionar hasta ahora-. Vayamos a casa a recoger las cosas necesarias. Puede venirse el que quiera.
-Me apunto-dice Gale-. No podría soportar ver a mi hijo ir a uno de esos asquerosos juegos.
-Y yo no me quedo atrás-dice Annie-. Finnick nunca habría permitido que su hijo participara en unos.
Asentimos los cuatro mientras los otros piensan qué hacer. La verdad es que no importa mucho ya que ellos no tienen hijos y no les afecta. Lo único sería el yugo que deberían soportar al tener que estar trabajando hasta alcanzar un número determinado de lo que les corresponda. Sé que Paylor tiene que recuperarse y que seguramente ya tenga algún plan en mente para hacer que August deje el puesto. Effie no vendrá, no tiene nada qué perder y algo me dice que mi camino se separará del de Haymitch pues no la va a dejar sola. Mi madre nunca ha sido propensa a ir por el bosque, sin embargo, da unos pasos firmes y decididos y me coge la cara entre sus manos:
-Ya me he perdido cómo han crecido y no me voy a perder cómo van a ser libres.
-Y necesitaréis que alguien os proteja-dice de repente Johanna-. Total, no hay mucho que hacer por el 7.