sábado, 29 de septiembre de 2012

Comunicado

Por motivos personales (aunque más bien es por culpa de la pila de deberes que cada día mis profesores deciden mandar para prepararnos para la selectividad), no he podido subir en esta semana y lo más seguro es que tarde en hacerlo.
Aún no sé si escribir varios capítulos de golpe en un par de semanas e ir colgándolos poco a poco porque cuando comiencen los exámenes sí que será imposible publicar, o ir como lo he estado haciendo hasta ahora, ¿qué opináis?
Perdonad, de verdad, quiero publicar, os lo aseguro, pero casi que solo puedo coger el ordenador en fin de semana y entre tantas cosas me queda muy poco tiempo para escribir, aún así voy a hacer un esfuerzo por traeros un capítulo pronto.
Muchas gracias por seguir pasándoos y leyendo este blog ^-^

Lo último que quería decir es que a partir de ahora en la historia se complica un poco más, como no he subido capítulo, al menos voy a spoilearos un poco, si no queréis saber nada y descubrirlo mediante cada capítulo no sigáis leyendo...
Como se vio en el último capítulo algo realmente malo ha pasado en el Capitolio con la elecciones. Paylor incluso ha acudido a la boda de Katniss para alertar a todos y poner en marcha un plan previamente ideado del que Katniss desconoce absolutamente todo, así que ya podéis imaginar la gravedad del asunto sabiendo que la ex-presidenta no estaba en las mejores condiciones para ir a ningún sitio. Katniss se negará rotundamente a creer lo que todos dicen y lo que ella misma ve, pero, realmente, cuando se entera de una gran y nefasta noticia, algo que marcó y volverá a marcar la historia de Panem, se da cuenta de que aún siendo el Sinsajo y haber ganado una guerra no significa que siempre vaya a salir victoriosa. ¿Qué va a ocurrir que haga pensar de ese modo a nuestra heroína? Además, si es cierto que algo ciertamente malo esta por venir y Katniss llegue a pensar que esta vez no va a poder ganar, ¿estará alguien importante para ella involucrado en el asunto de tal forma que lo vea todo nulo? ¿Qué le deparará a Sarah y Jaden, a Peeta y a Gale? ¿Habrá más muertes y consecuencias en Panem?

Espero dar respuesta en pocos días a algunas de las preguntas, hasta entonces: may the odds be ever in your favor.

martes, 18 de septiembre de 2012

Capítulo 7 (parte I)


Respiro profundamente. Vale. Tengo un par de horas para estar en el bosque y evadirme de todo. Así que salgo de la casa a hurtadillas y miro en todas las direcciones para no encontrarme con nadie. Si me ven puede que no me dejen salir de la Aldea de los Vencedores. Y en efecto, justo cuando voy a salir, justo cuando estoy preparada para tener mi momento, Effie Trinket, aparece de la nada, cruzada de brazos y frunciendo los labios.
-¿Dónde crees que vas?
-¿Al bosque?-digo yo que se notará si tengo el arco en la mano, el carcaj en el hombro y la ropa que suelo usar para adentrarme en él.
-¿Qué día es hoy, Katniss?-su pregunta me deja algo desconcertada.
-El día de mi boda.
-¿Y te vas al bosque?
-Necesito estar sola-me defiendo-.Tener unos minutos de tranquilidad.
Da unos pasos más hacia mí y cuando me tiene justo enfrente posa una mano sobre mi hombro, mirándome a los ojos. Después de unos segundos de silencio, niega con la cabeza y dice:
-Nadie que no tenga una tarea va a pisar la Pradera. Y menos tú-me da un toque en la nariz y me da la vuelta.
Ah, claro. La decoración. Casi se me había olvidado que se va a celebrar allí. Pero hay muchas maneras de entrar en el bosque. Quizá la que más me guste sea esa, pero puedo entrar por cualquier sitio. El problema es que Effie parece no querer soltarme. Me lleva directa a casa y me sienta en un silla en la cocina. Me prepara un café y un par de tostadas.
-Creo que Haymitch siente algo por mí-suelta rápidamente, mientras se frota las manos una y otra vez y sus mejillas se sonrojan.
No estábamos hablando de nada en particular, así que no sé a que viene eso. Se me atraganta un trozo de tostada y me obligo a no reír. ¿Haymitch? ¿Estamos pensado en la misma persona? Pero en su mirada veo que es cierto. Que ni es una broma, ni debo reírme.
-¿Con algo...te refieres a amor?
Asiente repetidamente y comienza a pasearse por la estancia. Se la ve nerviosa y ese ajetreo solo me provoca más ganas de estallar en carcajadas. Parece que Effie sí que siente algo.
-Es que no lo sé-dice en un suspiro, pero sin detenerse en su marcha-. Puede que sean imaginaciones pero últimamente...-deja la frase en el aire y se pone a jugar con una manzana-. Katniss, ¿qué hago? Estas tres semanas...-se le cae la manzana al suelo y corre a recogerla-. No sé lo que me pasa, de verdad. Es como...
-Cosquillas en el estómago, nervios al estar a su lado, sonrojarse por cualquier comentario, fantasear...-digo sonriendo pensando en todo lo bueno que me aporta Peeta y el estar a su lado. El hecho de haberme enamorado de él y todo lo que conlleva.
-Sí-confiesa-. Justo eso.
Ahora si me río. Pero solo de saber que Effie, esa mujer capitolina que parecía de plástico, está enamorada de Haymitch. Me mira con el ceño fruncido y me levanto para abrazarla. No me río de ella. Es sólo que...bueno, me hace gracia. Ella me abraza con ganas y pierdo la noción del tiempo hasta que Cinna nos interrumpe carraspeando.
-¿Qué tal?-pregunta pasando y sonriéndome.
-Genial-contesto, aunque estaría mejor si hubiese podido pasar un rato a solas.
Hablamos durante un largo rato. De todo y nada. Supongo que hacemos tiempo para que Peeta se despierte y Haymitch se lo lleve. Ese es el plan. Además, estamos esperando a que Octavia y Flavius aparezcan para arreglar a mis hijos. Como Effie todavía no se ha quejado sobre el tiempo, creo que vamos bien.
Entre risas bajas escucho cómo alguien desciende las escaleras y atisbo a Peeta antes de pasar por la puerta de la cocina. Ahora es como magia. Una chispa se enciende en cuanto lo veo pasar. Sí, ha sido un segundo, pero lo suficiente como para encender la llama dentro de mí. Noto como cada parte de mi cuerpo toma vida y el aliento me devuelve lo que había perdido. Tendría que haberme quedado más tiempo en la cama con él en vez de intentar ir al bosque.
-Katniss. ¡Katniss!-Cinna me llama pero me he quedado embobada mirando por donde Peeta se ha ido y no soy capaz de apartar la vista de allí- ¿Katniss?
-¿Qué?-consigo decir.
-¿Que qué tal si vamos hacia el salón?
Asiento con la cabeza y caminamos hasta allí. Veo que han apartado algunos muebles y otros los habrán puesto en otras habitaciones. Cinna se ha traído un equipo de maquillaje que esta deseando utilizar, así como productos e utensilios para el pelo. Este es su campo, y no soy nadie para custodiar cómo haga su trabajo, así que me siento en una silla y espero a que elija lo que tiene en mente para poder causar el efecto que quiera.
Flavius y Octavia llaman a la puerta y Effie corre a abrirles. Pasan y me saludan admirando lo bien que me conservo y cómo está quedando el trabajo de mi estilista. Me observan, comentar, se impresionan, halagan a Cinna, y luego tienen un par de ideas que le comunican. Effie los echa para que vayan a prepara a Sarah y Jaden, mientras Cinna trata de terminar con mi pelo.
-¿Quieres verte?
-Mejor cuando esté listo.
Cierro los ojos y dejo que me maquille. Que espolvoree productos, que me eche cremas, que se decante por varios colores que dice, pero que no elijo. Al cabo de un buen rato, en el que yo me he dedicado a pensar en mi inminente boda, Cinna me dice que ya está.
-Espera-le digo-. Mejor cuando esté con el vestido puesto.
Cinna asiente y deja el espejo en la mesa. Me indica que me quede donde estoy mientras él trae el traje y todos los complementos. No tarda apenas unos segundos y veo en su cara el reflejo de que ha conseguido justo lo que quería, así que debo estar radiante. Me levanto de la silla, me desvisto y dejo que Cinna me dirija como si fuera una marioneta. El vestido cae por mi cuerpo y queda pegado a él, como si fuera parte de mi piel. Sí, definitivamente le a hecho algún que otro arreglo. Aún sigo con los ojos cerrados, porque no quiero verme, pero en mi mente se dibuja la forma del vestido: blanco hasta la cintura, con rayas negras hechas de pluma por toda la falda. Los bordes del escote en picado llenos de diminutos diamantes transparentes. La cola larga, hecha completamente de plumas blancas. La espalda está medio descubierta y de nuevo, por los bordes hay una infinidad de diamantes, aunque esta vez son negros. El velo de seda con piedras preciosas. Abro los ojos justo cuando Cinna me está colocando los pendientes y una pulsera.
-Ahora los tacones.
Odio subirme en uno de esos, pero no me queda más remedio. Nunca los había visto. Blancos con diamantes negros haciendo lineas. Son preciosos. Me los pongo y camino, al principio algo torpe, pero enseguida me acuerdo de todos los consejos y todas las veces que tuve que caminar con ellos. Camino por el pasillo hasta llegar a un espejo de medio cuerpo para verme. Cinna va detrás de mí, sujetando la cola. Cuando me veo en el espejo esbozo una gran sonrisa y se me llenan los ojos de lágrimas. Soy el sinsajo. Radiente. Fuerte. Llena de valentía y coraje. Sin palabras.
-Una obra maestra, Cinna.
-Gracias, pero tu haces posible que sea así-me guiña un ojo-. Effie creo que ha ido a casa de Haymitch, así que preparate para salir.
-¿Sarah y Jaden?
-Fuera. Salieron cuando traje tu vestido.
Flavius y Octavia aparecen y me admiran de nuevo, aunque esta vez es mucho mayor. Me tocan la cara con cuidado, el pelo, el tejido del velo, la cola, preguntan de qué son las plumas...Y, finalmente, dejan la pregunta más importante para el final...el fuego. Cinna se niega a responder a eso, aunque yo se de sobra lo que pasará. Supongo que quiere que sea una sorpresa. Por cierto...¿cuando he de sacarlas a la luz?
Effie entra por la puerta, echa a Flavius y Octavia para que vayan más deprisa y luego abre la boca de par en par al verme. Se queda sin palabras, viene a abrazarme, pero algo hace que en el último momento se detenga. Entonces me coge una mano y dice:
-Increíble. Solo puedo decir eso.
Salimos de la casa y en cuanto piso el asfalto me empieza a dar un ataque. Los nervios me comen, las ansias me impiden andar, los temblores se adueñan de mis rodillas y el temor a algo que no logro entender viene directa hacia mí como si se tratase de un relámpago. No puedo. No puedo hacerlo. Respiro agitadamente y miro hacia Cinna. Él parece no comprender lo que me pasa, aunque, a decir verdad, yo tampoco. ¿Pánico a casarme? ¿Miedo escénico? No. Llevo con Peeta 16 años y prácticamente se podría decir que estamos casados, porque unos papeles lo acrediten o no, no quiere decir nada. Le quiero, eso lo tengo claro, pero... ¿Es por Gale? ¿Por reencontrarme con él después de todo? Puede que uno de los motivos sea ese. El no saber qué decir, el no saber si habrá venido, el pensar que intentará parar la boda. Pero hay algo más. Es algo que está profundo en mí, como enterrado. Casi olvidado. Los Juegos, la Cosecha, el Vasallaje. El Presidente Snow queriendo mi boda a la fuerza. Pero ya no es así. Ahora me caso porque quiero y porque en estos instantes es lo que más feliz me puede pasar.
-Estoy bien-digo recomponiéndome y tomando aire-. Estoy bien-vuelvo a decir, ahora mucho más convincente y seguimos caminando.
Pasamos la Aldea de los Vencedores y cuando estamos por la Plaza, Effie nos dice que ella va a ir más deprisa para traer a Haymitch. Sí. Tanto él como Cinna van a acompañarme al altar. Me encantaría que fuera mi padre, claro, es lo que siempre habría querido, pero eso va a ser imposible. Al igual que Peeta vaya con su madre. ¿Con quién irá Peeta? Aunque, hay algo más que me gustaría que estuviese junto a mí. Algo que daría lo que fuese por estar solo unos minutos más junto a ella. Sé que a Prim le hubiese encantado estar en este día tan especial. Su voz cantarina, sus trencitas doradas, su mágico aleteo cuando corretea o camina. Prim, mi dulce y pequeña Prim. Lo que daría por que viviese un poco más, lo justo para estar aquí, o lo justo para intercambiarme por ella. Prim. Es como si la sintiese justo ahora, a mi lado, sonriendo y asintiendo cada vez que me aproximo a Peeta.
Cuando pongo un pie en la Pradera no puedo hacer más que asombrarme, maravillarme y mirar a Effie agradecida con lágrimas en los ojos. Es todo lo que podía imaginar y más. Mesas y mesas se extienden por todo el prado verde. Son de madera clara y sus manteles son blancos, lo que hace que la imagen sea preciosa. Las sillas que están a su alrededor son de esa madera de color marrón claro. Todas cuidadosamente colocadas, con un número determinado según los invitados de cada uno, sus nombres escritos a máquina en papel de color carbón y los bordes de los mismos están quemados. Mientras camino, Haymitch a mi derecha, Cinna a mi izquierda, Effie unos pasos más adelante para llegar antes que nosotros y sentarse; solo puedo contemplar todo lo que hay a mi alrededor. Farolillos esperando a que caiga la noche para que se enciendan, rosas rojas, negras y blancas dividas por colores en zonas. Hay un problema que no fui capaz de pensar, o mejor dicho, de recordar, aquel día que Cinna y Effie se peleaban por el color de las rosas y es que las blancas no me pueden indicar otra cosa que peligro. Que Snow está cerca, midiendo mis pasos, calculando los minutos para que se lleve a cabo algún maquiavélico plan, memorizando cada movimiento que hago y cada lugar donde piso. Pero me recuerdo que murió, y que por mucho que mi subconsciente me diga que queme y destruya cada pétalo blanco, sé que nada malo me va a pasar. No en un día como hoy.
No me percato de cuánta gente hay hasta que los veo a todos sentados, mirándome, sonriendo hacia mí, pensado que son afortunados. Me sonrojo un poco ante tantas miradas y esto es lo que hace que olvide las rosas blancas, además, lo siguiente que veo me deja sin aliento: tres filas de asientos, creo que 30 personas por cada una. O quizá sean más. Además sé que no todos los invitados están sentados ahora mismo. A mi boda van a acudir, aproximadamente, unos 300 o 400 invitados. De todos ellos, solo una pequeña minoría, minuciosamente estudiada y sobretodo escogida por el paso que han tenido en nuestras vidas, están ahora presentes. El resto solo vendrán al banquete. Delante de la fila de asientos imponente se alza el altar, que no es más que una plataforma elevada del suelo, blanca, redonda, con enredaderas subiendo por la finas columnas que sujetan la cúpula. En el centro del altar se encuentra una especia de atril, donde detrás se colocará el alcalde, encargado de casarnos. Peeta está a la izquierda, mirando al vacío. Entonces me fijo que detrás de ellos, detrás del altar, hay otras tres filas más de invitados.
Veo cómo Effie se sienta en primera fila y mira hacia atrás un segundo. A Enobaria, Annie y su hijo Finn, Plutarch, los panaderos de la panadería de Peeta, Octavia, Flavius, Venia. Mis hijos delante de un camino al que han arrebatado cada brizna de hierba me miran sonriendo con los brazos cruzados. Uno a la izquierda. Otro a la derecha. Esperando a que pase a su lado. El camino es lo suficientemente espacioso para que quepamos tanto Cinna, como Haymitch y yo. Además me fijo que entre asiento y asiento solo ha un pequeño hueco que permite pasar a una persona, el resto del espacio lo adornan rosas negras y rojas. Sé por su intensidad y por la forma en la que brillan que están modificadas. No son como el resto de rosas que hay por la Pradera. Miro a Haymitch un momento porque noto que mira y me asiente. Con solo eso sé que no debo temer nada, que todo va a salir bien. Que este es mi día y he de disfrutarlo. Me agarro más a su brazo, sé que comprenderá que quiero darle las gracias por todo. También aprieto más el brazo de Cinna y lo miro a los ojos, pero esta vez la que asiente soy yo, indicando lo feliz que soy y que no tengo ninguna duda.
Al poner un paso en el camino de tierra mis hijos caminan detrás de mí y noto como me agarran la cola del vestido. ¿Qué van a hacer?
-Ya sabes, Katniss, es de mentira-me susurra Cinna justo un segundo antes de que note que mis hijos elevan la cola y la sueltan al suelo con mucha fuerza.
Comienzo a arder, como en los viejos tiempos, como todo el mundo aquí ha visto. Pero esta vez, al ser la última que lleve fuego incorporado sé que Cinna a hecho algo más. Y eso lo descubro, cuando, al pasar al lado de las rosas y que mi vestido las rocen, estas comienzan a arder dejando todo a mi paso envuelto en fuego. La verdad es que no sé como será la estampa desde fuera. Supongo que un mar de fuego a mi paso. Pero solo hago una cosa y es bajar el brazo para entrelazar mi mano con la de Cinna. Todo esto es como un sueño. Un sueño que entre todos están haciendo realidad.
Haymitch me suelta y antes de dejarme por completo, me acaricia la mejilla y me aparta un mechón de pelo. Cinna me aprieta un poco más la mano y luego me la besa. Entonces me dejan sola, sentándose cada uno a un lado de la fila. Miro hacia delante y me encuentro con Peeta. Un Peeta con la mirada perdida en mí, en mis ojos, en mi pelo, en mi cuerpo, en las llamas. Subo un peldaño, dos, tres. Menos mal que no me he caído. Entonces me pongo a la derecha de atril y espero a que el alcalde de los honores. Noto que a medida que se me apaga el vestido, el velo comienza a arder.
He asistido a muy pocas bodas en toda mi vida. Y no difieren mucho de como son ahora. Sí, antes éramos muy pobres y todo eso. Teníamos, además, una especie de ceremonia con pan tostado en una chimenea, y de hecho eso se sigue conservando. Pero el método viene a ser el mismo. Normalmente esto se hace con muy pocos testigos en el Edificio de Justicia, lo de hoy es algo especial. El alcalde da un pequeño discurso, siempre el mismo, lee unas pautas, hace preguntas hacia los novios, los novios se dan el sí quiero y rellenan unos papeles. Hay gente que se da un beso públicamente, otros prefieren reservarlo para la intimidad.
Nunca me he parado a escuchar uno de sus discursos, y aunque algo me dice que esta vez, por ser mi boda, debería hacerlo, la mirada de Peeta me embruja y ya no hay manera de escapar de allí. Su mirada azulada se clava en la mía y creo entender lo que siente y piensa. Está nervioso, mejillas levemente rosadas y un pequeño temblor que no percibiría si no supiera lo muy quieto que se está (excepto cuando es de vital importancia, véase los juegos), normalmente. Supongo que ha esperado durante años este momento y aún así no se había hecho a la idea. Yo, por mi parte, ahora mismo estoy totalmente relajada. Me siento como si estuviera en una nube. Flotando en el agua. Formo una leve sonrisa y entonces él parece tranquilizarse un poco. Lo mismo piensa que aún puedo arrepentirme.
Me acerco un poco más a él mientras el alcalde sigue con su discurso que ya no pienso escuchar. Peeta me mira extrañado, pero luego da otro paso hacia mí. Nuestras miradas se vuelven a cruzar y noto la necesidad de abrazarlo. Pero me mantengo quieta, intentando que no se note mucho que no presto atención a otra cosa que no sea Peeta. Entonces da otro paso hacia mí, decidido, ignorando a todo aquel que nos mire. Yo doy otro más y nos detenemos. Casi impedimos la visión del alcalde, aunque me da igual. Doy otro paso más y mis ojos viajan desde los suyos a sus labios. Los deseo como si supiera que es la última vez que los probaré.
-Podéis leer vuestros votos-dice el alcalde y con eso me saca de mi mundo y sé que ha pronunciado su discurso y leído las pautas.
Espero que sea Peeta el que empiece porque ahora mismo me he puesto nerviosa. Sin embargo, a diferencia de mí, Peeta parece calmarse por completo, como si hubiesen algo que le hubiese traído el sosiego. No saca ningún papel como sabía yo de antemano. Simplemente me mira a los ojos y asiente, convencido, dispuesto a todo. Este es su terreno. Sin embargo no habla, lo que significa que me cede el puesto a mí. Busco mi papel, pero, mala cabeza mía, lo he olvidado en casa. Miro fugaz a Effie por si puediese salvarme pero sé que esto es un lucha que debo afrontar sola. Así que allá voy. Sé que sin papel o con él, preparado o no, nunca superaré lo que Peeta diga, así que ya da igual. Respiro hondo, suspiro y digo:
-Hay muchas cosas que pueden traernos la felicidad. Cosas que a veces no podemos percibir, y cosas materiales. Pero, hoy, nada en el mundo puedo hacerme más feliz que el hombre que tengo enfrente . El hombre que me ha salvado tantas veces la vida, el hombre que hace que mis suspiros valgan la pena-y ahí me quedo. Aún no sé de donde he sacado la inspiración para decir todo eso, pero lo he soltado. Sin embargo, las reservas se agotaron y no sé por donde seguir.
Peeta parece darse cuenta de que me he quedado en blanco y da un paso hacia mí. El que faltaba para que estemos casi juntos, para que no se le vea la cara al alcalde y para ser el completo centro de atención (como si no lo fuéramos antes), entonces me coge la mano y sonríe.
-Katniss es más que mi vida. Decir todo lo que siento, ahora, en este momento, en unos pocos segundos o minutos, no es posible. Tampoco es posible escribirlo en un papel, ni dibujarlo. Son sentimientos profundos-comienza y sin casi darme cuenta ya me tiene embelesada con sus palabras. Me está ayudando, sin duda. Estos son unos votos compartidos.
-Nacidos en el corazón- continuo-. Que hacen que el mismo siga latiendo una y otra vez, fuertemente. Cada latido tiene un significado que solo el otro puede comprender.
-Cada paso que damos juntos es un camino que recorremos cogidos de la mano, juntos, sin miedo, salvándonos de los peligros que puedan acecharnos. Katniss apareció en mi vida hace mucho tiempo-deja la frase en el aire y sé que quiere que continúe yo.
-Pero no llegamos a ser dos almas en una vida hasta la Cosecha, cuando teníamos 16 años los dos. A partir de ahí todo ha sido un laberinto, una espiral, que nos ha conducido hasta hoy.
-Ella lo es todo para mí.
-Él significa más que todo.
-Mi vida-susurra.
-Mi mundo- musito.
Entonces el mundo se detiene. La luz emana de Peeta. Mi cuerpo necesita su cuerpo. Mis labios unirse con los suyos. Fundirse en un beso cálido. Mis ojos necesitan perderse de nuevo en ellos. Mis oídos escucharlo sin cesar. Mi nariz oler su aroma. Mis manos entrelazarse con las suyas. Lo necesito. Lo necesito. Peeta parece sentir lo mismo que yo y coge la mano que tengo libre, la mano donde reposa su anillo de compromiso y me lo quita. Ahora me habla directamente a mí:
-Cuando te di esto, cuando te pedí matrimonio, no te pedí que nos casáramos. No te pedí que me amaras para siempre. No te pedí siquiera una muestra de todo ello. Cuando te lo di fue únicamente para que vieses cuán enamorado estoy de ti, cuanto miedo tengo al perderte y cuanto amor te tengo. Cuando te di ese anillo te entregué mi alma por completo.
Y estas cosas son las que hacen que Peeta sea perfecto y el resto del mundo ni siquiera pueda aspirar a ser uno de sus finos cabellos dorados. Me dejo perder en su mirada y agarro su mano con más fuerza.
-Cuando dije que sí fue para hacerte saber que pase lo que pase, haya los peligros que haya, vayamos a donde vayamos, siempre, siempre, siempre estemos juntos. Porque me da igual lo que digan unos papeles, porque no me importa lo que suceda. Peeta, tú siempre serás el único que lo posea-subo nuestras manos entrelazadas, esa donde estaba mi anillo antes, y coloco su mano justo donde está mi corazón. Y así, ahora mismo, le entrego todo lo que tengo y más. Le doy cada latido, cada aliento de vida que me quede. Cada parte de mí.
-Sí, quiero-dice antes de que el alcalde pueda pronunciar algo, aunque me da que está tan sumido en nuestra conversación, en nuestro momento, que no es capaz de despegar los labios.
Miro a Peeta unos segundos. Su rostro, sus labios, su piel, su pelo, sus pestañas, sus manos, su cuerpo y finalmente sus ojos. Suspiro y noto que el corazón se me acelera, así que él debe estar sientiéndolo ahora mismo. Cierro los ojos con fuerza, obligo a las lágrimas a retroceder, pero cuando los abro, dos finas gotas cristalinas descienden por mis mejillas y sonrío.
-Sí, quiero-digo al fin y noto que la felicidad se extiende hasta no quedar ni un solo hueco sin ella.
Peeta se acerca a mí, me pongo de puntillas y beso sus labios cerrando los ojos y dejándome llevar por este momento tan especial que hemos decidido crear juntos. Resulta que “leer” los votos no ha sido tan difícil. No necesitaba tenerlos preparados. Lo único que necesitaba era tener a Peeta enfrente, custodiando mis ojos para darme todas las fuerzas. Las palabras solo han brotado del corazón, sin forzarlas a salir.
La gente rompe en aplausos y miro hacia ellos, muchos de los cuáles me miran sonrientes y también derramando lágrimas, aunque de felicidad. El alcalde vuelve en sí y da la aprobación. Nos hace firmar los papeles que oficialmente nos declaran marido y mujer y una suave melodía creada por violes y un piano inundan el prado. Ahora, por fin, puedo decirlo. Soy Katniss Mellark, la mujer de mi esposo. De Peeta.
Los invitados, dirigidos por Effie, corren hacia sus mesas. Mis hijos reparten el menú escrito en tarjetas iguales a las que indican los invitados por mesa, y muy pocos se quedan para estrecharnos la mano. Veo a mi madre por primera vez y antes de que pueda decir nada la abrazo. Le doy las gracias por venir y la estrecho tanto contra mí, que tengo que apartarme para dejarla respirar. Me coge una mano y la aprieta. 

Capítulo 7 (parte II)


-El mejor día de tu vida-asiento-. Tengo unos nietos preciosos. Perdona por no haber estado aquí, ni haberte llamado.
-No importa, mamá. Lo que me hace feliz es verte aquí-miro hacia mi alrededor; Johanna, Beetee, Plutarch, Annie, Cinna, Haymitch y Peeta-, veros aquí a todos.
Vamos a sentarnos. Peeta me sujeta por el brazo ya que los tacones por el prado no son muy compatibles. Nos sentamos en nuestra mesa. Blanca con adornos dorados. Mi madre a mi izquierda, Peeta a mi derecha. Mis hijos en los extremos. Una mesa a pocos metros retiene a todos mis estilistas, Effie y Haymitch. Llegan más invitados, gente del 12. Nos saludan a Peeta y a mí y siguen las indicaciones de Effie hasta encontrar a sus asientos.
La comida no tarda en llegar. No sé de donde salen tantos camareros y mucho menos de donde provienen los platos, pero en pocos minutos todos tenemos delante de nuestros ojos la primera fuente de tres. Es un plato que comí en el Capitolio. Pavo con salsa de nata y caramelo, cubierta con trozos de nuez frita en pulpa de manzana que cruje en cuanto la metes en la boca, con guisantes y cubos de patata. Un plato suculento, sin duda. Lo saboreamos, masticando lo más lento posible y mojando la salsa en pan. Un pan también traído desde fuera, aunque no desde el Capitolio. Es del 4, si no me equivoco.
El segundo plato esta basado en mariscos y más mariscos. Ostras, almejas en una salsa que no paro de tomar, cangrejos, gambas, mejillones, navajas...Hay cosas que nunca había visto antes pero que están deliciosas. Aparte, ponen unas ocho salsas distintas para mojar allí todo lo que queramos y Peeta y yo jugamos a cerrar los ojos e intentar adivinar en que salsa ha mojado el otro lo que estamos comiendo. Simplemente no podía ser mejor. Aunque los platos están muy bien preparados y pensados, lo que de verdad me importa no es la comida en sí, sino que toda esta gente, todos estos invitados puedan disfrutarla sin temor. Puedan comer cosas que nunca antes habían comido y disfrutar de un día tan agradable como hoy. Olvidar los problemas del pasado y del presente y centrarse únicamente en lo que tenemos hoy por delante.
El tercer plato me desconcierta un poco. Es una crema que comí en los primeros Juegos, que sí, me encanta, pero me pregunto por qué no la habrán puesto de primer plato. Aún así, todos la comen con ganas hasta no quedar nada en sus platos. Yo solo he probado un poco de ella porque literalmente, si como más reviento, así que el resto se lo he dejado a Peeta que parece tener más hambre que nunca.
Dejan unos minutos para reposar antes de traer la tarta y en segundos la gente arma un campo de batalla en conversaciones. No atiendo a ninguna en particular más que nada porque entre tanto barullo no comprendo ni una palabra. Tan solo puedo escuchar con claridad a los que tengo a mi alrededor.
-Tenemos que repetir lo de las salsas-ríe Peeta-. A lo mejor la próxima vez puedes ganarme.
-¿Cómo? Yo he acertado más que tú-le doy un suave puñetazo en el hombro y dejo escapar una risita.
-No sabes perder-me saca la lengua.
-Ni tu ganar-me acerco y le doy un beso en la mejilla-. ¿Qué te parece todo?
-La mejor boda que Panem pueda recordar-susurra-. No podía ser de otra forma siendo la tuya.
Le doy un beso rápido en los labios porque en un abrir y cerrar de ojos traen la tarta-bueno, las tartas. Porque hay al menos, iguales, cuatro pisos de 6 tartas en cada uno-, a nosotros dos nos ponen una especial. Es de nata con virutas de chocolate blanco, negro, con leche, cremado y otros de colores rojos, naranjas y amarillos. Redonda y pequeña, exclusivamente para los dos. Nunca he llegado a esta parte en las bodas así que no sé lo qué hacer. Sé que antiguamente, antes de Panem, otra civilizaciones tenían muchas maneras de celebrar sus bodas. La más reciente, respecto a la tarta, era que el novio con una espada cortara un trozo y uno le diera al otro y viceversa. Aquí no hay espadas, y la verdad, si sacan una sería imposible no creer que estoy en unos juegos, así que lo prefiero asi. Cojo una cucharilla y corto un pequeño trozo que llevo a los labios de Peeta, él abre la boca y la degusta asintiendo con la cabeza dando su aprobación. Entonces me percato de que todas esas tartas han salido de su panadería y que él mismo ha ayudado a hacerlas. Me fijo en la tarta, y entonces lo veo todo. Yo estoy en ella formada por virutas de chocolate negro y todo lo que tengo a mi alrededor son llamas.
-Katniss, la chica en llamas-dice mi madre robándome un trozo de ella.
-Es maravillosa-le digo a Peeta mientras él lleva un trozo a mi boca. Me lo como y he de decir que está mejor que todos los platos del Capitolio que haya podido probar.

Me encuentro sola, sentada en una silla cerca de la pista de baile, viendo como Peeta y Sarah bailan en el centro. Yo ya he estado bailando un buen rato, pero mis pies reclamaban un descanso, así que me lo estoy tomando. De repente, Jaden, se acerca a mí con una sonrisa en la cara.
-Hola-digo.
-Hola-responde-. Tengo que darte algo. Es un regalo de papá.
Frunzo el ceño y veo que tiene una cajita de color negro en las manos, me la tiende y la cojo. Miro a Peeta, aunque ha desaparecido entre tanta gente. La abro y descubro algo que me deja sin aliento. Es mi medallón, él que dio en el vasallaje en la playa. Pero hay algo más. La perla, esa que también me dio allí y que tanto he conservado durante años esta incrustada en él. Lo abro y veo la misma foto de Prim y mi madre, y donde debería estar Gale están mis hijos.
-Tu amigo está detrás de nosotros-aclara Jaden-. Espero que te haya gustado.
-Mucho-le digo enterrando mis dedos en su cabello-. Significa mucho más de lo que os podáis creer. Voy a hablar con tu padre.
Dejo a Jaden sentado en mi silla y busco a Peeta entre las parejas de baile hasta dar con él. Sarah me cede su puesto y abrazo a Peeta intentado encontrar la postura adecuada para poder bailar. Él me agarra por la cintura y yo entrelazo los dedos detrás de su nuca.
-¿Te ha gustado?-pregunta indeciso, mirándome a los ojos.
No tengo otra cosa que regalarme más que mi voz, así que acerco a su oído y canto solo y exclusivamente para él. Nadie más me oye, solo mi Peeta. Mi vida. Es una canción antigua que me cantaba mi padre. Una canción de amor y de libertad. No sé ni como aún la recordaba pero así es. Cuando acabo él me besa con fuerza y ternura.
-Gracias-le digo.
Mira hacia otra parte y esboza una sonrisa.
-Me parece que llega la hora de dar los regalos a tu mentor y a Effie.
Asiento y nos intentamos alejar de la pista de baile lo antes posible. Pero durante el camino, poco después de dejar a toda la multitud atrás, un dolor agudo de apodera de mi cabeza y me apoyo en Peeta para no caerme. Siento cómo me mareo, como en vez de tener dos pies tengo cuatro y sé que no está pasando nada bueno. Quizá sea por el champán.
-Estoy bien-musito. No quiero que se preocupe por mí-. Solo algo cansada, así que espero que no te importe que vayas un poco más adelantado que yo. Enseguida voy.
-¿Estás segura?-me pregunta dejándome en una silla.
-Segurísima- pero lo cierto es que el mareo se incrementa tanto que tengo que cerrar los ojos y apoyarme en la mesa de al lado. Vale, quizá no esté tan bien.
-Katniss...
-Escucha-lo corto-. Entrégale los regalos a Haymitch y Effie y luego vienes a por mí, ¿vale? No quiero estropearlo, además seguro que se me pasa en poco tiempo.
-Está bien-acepta a regañadientes-. Intentaré no tardar mucho, aunque se lo diré a Effie.
Escucho que se aleja tras acariciarme un mechón de pelo y siento unas nauseas terribles. El calor me invade el cuerpo y siento la necesidad de quitarme el vestido. Pero no me atrevo a levantar la cabeza porque sé que si lo hago voy a ver doble, me voy a marear más y voy a echar toda la comida. ¿Qué me sucede?
-¿Estás bien?-pregunta quien creo que debe de ser Beetee.
-No mucho-contesto.
-¿Quieres que traiga agua?
-Sí, y algo con lo que abanicarme, por favor.
Al cabo de unos pocos minutos vuelve con un vaso hasta arriba de agua y uno de los menús. Me abanica poco a poco y bebo sorbito a sorbito hasta que me lo bebo todo. Pero el dolor de cabeza sé que no va a remitir y el mareo sigue en su curso. Entonces me viene a la mente que en estos precisos momentos, en el Capitolio se están llevando a cabo unas elecciones.
-¿Sabes algo de eso?-le pregunto a Beetee y sé que sabrá a lo que me refiero.
-No mucho. Solo que está habiendo mucho revuelo y las cosas están bastante empatadas.
-¿Crees que nos afectará?
Se queda pensativo y coge otra silla para sentarse a mi lado. Me mira a los ojos, aunque yo no soy capaz de mantener mi vista fija en un punto en concreto.
-De alguna manera u otra. Habrá cosas buenas...-hace una pausa algo larga para mi gusto-, y cosas malas. Aunque nunca podremos saber qué nos deparará el futuro.
-Sea como sea, solo deseo lo mejor para mis hijos.
Traga saliva y asiente. Luego se coloca las gafas en su sitio y sigue abanicándome. No dice nada más. Solo me sonríe y mira hacia los lados, como si esperase a que apareciese alguien. Mira su reloj un par de veces y se frota la sien.
-Katniss, si de alguna manera, fuera quien fuese el próximo presidente de Panem, volviesen...ya sabes, lo de antes, la situación de antes, ¿qué harías?
La pregunta me deja algo asombrada. Ya es difícil mantener la mente puesta en algún pensamiento con este mareo, y lo que dice solo lo agrava más. Pero, ¿a qué se refiere con la situación de antes? ¿A la pobreza? ¿A la opresión? ¿A la injusticia? ¿A los juegos?
-Eso no pasará-me digo a mi misma cuando se me cruza por la mente la idea de volver a ser mentora y la posibilidad de que mis hijos vayan y yo no pueda presentarme voluntaria por ellos.
-Eso esperamos todos-dice Beetee, con voz queda, pensativo, con la mente en otra parte, como si supiera de antemano algo que yo no puedo prever-. Sea como sea, recuerda quién eres, Katniss.
Alzo una ceja. Esta conversación, ¿hay algo que Beetee intenta decirme y yo no soy capaz de ver? Supongo que ahora con el mareo no veo las cosas claras, pero la intuición me dice que debo meditar en sus palabras, indagar más en el tema y averiguar por qué, primero Paylor, y ahora él intentan decirme que no olvide que soy el Sinsajo. Pero justo cuando voy a formular la siguiente pregunta, Effie aparace acompañada de Peeta. Antes de preguntarme si me pasa algo o no, me abraza.
-Gracias, gracias mil veces. ¡Una casa! No sé cómo os lo voy a poder pagar-entonces me acuerdo de su regalo y esbozo una sonrisa.
-Creo que todos estos años son más que suficientes-contesto.
-¿Estás mejor?-me pregunta Peeta acercándose.
La verdad es que algo mejor sí que estoy, aunque no se me pase del todo. Me traen otro vaso de agua que no tardo en beber de nuevo y me siguen abanicando, así un rato, mientras conversan e intentan hacer la esperar de que me recomponga menos pesada. Hasta que, por fin, el mareo desaparece, puedo ver bien, y las nauseas casi se van por completo.
Peeta acompaña a Beetee para hablar con Enobaria, Annie y Johanna de algo importante pero de lo que aún no me puedo esperar. Otra sorpresa más. Me siento mal por no haberle preparado nada a él. Effie sigue acompañándome, contándome la reacción de Haymitch y los problemas que han tenido con el cuadro. Entonces, mientras bebo otro sorbo de agua, veo en una mesa sentado a Gale y sé que debería hablar con él.
-Effie, ¿te importa si voy un segundo con Gale?
-En absoluto, así sé que estarás bien.
Camino hacia él lentamente, no quiero que por ir más deprisa me de otro ataque y entonces estropee el reencuentro. La verdad es que en el fondo no espera que viniese, al fin y al cabo es mi boda. Con Peeta. Y eso que le dije que ni me casaría ni tendría hijos. Bueno, puede que en ese momento nunca hubiese imaginado el giro de los acontecimientos.
-¿Te apetece un baile?-le pregunto sobresaltándolo.
-Hola, Catnip- saluda al darse la vuelta.
Me río. Hacía tanto tiempo que no escuchaba “Catnip” que hasta casi se me había olvidado su significado. Lo miro a los ojos y sonrío. No ha contestado a mi pregunta. Aunque sé por las ojeras, los ojos hinchados y esa mirada que está roto por dentro y me siento mal.
-Así que no quieres que bailemos-me cruzo de brazos-. Ten en cuenta que odio bailar y no haré dos veces la misma propuesta.
-Cla...claro que quiero un baile-se levanta de la silla y me tiende la mano.
-¿Cómo estás?-pregunto mientras me agarro de su brazo y caminamos hacia la pista de baile.
Sé que mal. No hace falta que diga nada porque en sus ojos veo el reflejo de sus sentimientos y sé todo lo que siente, todo lo que piensa. Demasiados años a su lado, demasiados recuerdos y tormentos hemos pasado juntos como para no saberlo. Me he casado con un hombre que no es él. Que en el fondo sé que odia y además fue a él mismo al que le negué casarme algún día y tener hijos. Y por extraño que resulte, siempre que se me cruzó por la mente estar con alguien fue, de alguna manera, Gale.
-Bien-dice-. Echaba de menos todo esto.
Y no sé por qué pero ahora me siento la persona más vulnerable del mundo mundial. Le abrazo, enroscando mis brazos en su cuerpo y apoyando mi cabeza en su hombro. Sé que le he hecho daño y me odio por ello, pero no puedo quedarme con los dos.
-Perdóname. Siento mucho que no fueras tú- musito y sé que esto le hace más daño todavía así que sollozo levemente, sin venir a cuento. Él me rodea con sus brazos y lo hace más difícil todavía. Pero hay algo que nunca podré olvidar, algo que cuando mire a Gale a los ojos se vendrá a mi mente de forma inmediata. Me separo de él y susurro-: Prim.
-Lo siento-admite-, siento mucho lo de Prim. Fue mi culpa. Katniss, no me odies por eso.
-No te odio, Gale, pero...-aparto mi mirada de la suya y vuelvo a abrazarle.
-Sé que nunca podrás volver a mirarme a los ojos sin que Prim acuda a tu mente, Katniss. Y de verdad que lo siento, pero no puedo hacer nada.
-Lo sé-afirmo-, quiero volver a atrás pero es imposible- y es totalmente cierto porque no hay manera posible de volver al pasado, y si hubiera forma...
No decimos nada más. Nos integramos en el baile, aunque ahora voy mucho peor de lo que lo hacía con Peeta. Con mi marido he bailado ya muchas veces pero no es así con Gale, Y, aunque antes su cuerpo, sus manos y todo lo que es él, me parecía conocerlo a la perfección, ahora no puedo decir lo mismo.
-Nuestros hijos han ido a explorar-dice.
-¿Qué?-me separo un poco de él porque no entiendo lo que dice.
-Acabo de verlos irse por allí-señala el bosque y miro hacia allí-. Tienes unos hijos preciosos, Catnip.
-Oliver también lo es-sonrío sé que me lo va a reprochar.
-Dijiste que no ibas a tener hijos-me recuerda.
Hago una pausa y me remonto a aquella conversación, justo la mañana antes de que el nombre de mi hermana saliera en la cosecha y yo ocupara su puesto. Me pierdo en los recuerdos, cierro los ojos y sacudo la cabeza. Gale asiente como si me diera su aprobación.
-Las cosas son distintas-digo-. Nada es como lo imaginé hace años.
-¿Peeta?-pregunta al instante.
-Todo-afirmo y quiero darle a entender que no es sólo por Peeta. Es que ha acabado la opresión, es todo lo que hemos vivido, la muerte de Prim, y sí, él.
Nos movemos al ritmo de la música. No comprendo nada. No debería sentirme culpable por haber roto lo que un día le dije a él, al igual que no me debería sentir mal por haberme casado con Peeta sabiendo sus sentimientos. Yo no amo a Gale. Puede que un día mi corazón pudiese andar algo confundido, pero ya no es el caso. Por mucho que Gale quiera volver al pasado ya es imposible. Yo no soy Katniss Everdeen, aquella chica que solo quería hacer sobrevivir a su familia. Y él no es más mi mejor amigo, mi compañero de caza, el chico con el que me desahogaba. Y no vivimos en los mismo días, ni en las misma condiciones. Y, por supuesto, él no ha sobrevivido a dos Juegos intentando salvar la vida de otro. Nunca ha podido ver desde el punto de vista de un vencedor, así que es imposible que sepa lo que siento y pienso. Es imposible que comprenda cuánto he cambiado.
Los recuerdos de ambos Juegos, la rebelión, mi transformación en el Sinsajo, la muerte de mi padre, los tiempos en que éramos amigos y tantas vidas que arrebaté, me transportan a un estado mental temporal en el que solo quiero llorar y llorar, así que lo abrazo antes de que sea demasiado tarde. Coloco mis manos alrededor de su cuello y lo siento demasiado cerca. Él me coge por la cintura con fuerza, atrayéndome hacia él.
-Hay algo que quiero decirte, Catnip- me pilla de improvisto y no soy capaz de contestar-. Es sobre nuestro pasado. Sobre nosotros- intento zafarme de sus brazos por no quiero que me confunda, que me líe ni que me diga nada más acerca del pasado, pero me agarra con fuerza y termina por pegar nuestros cuerpos-. Tengo que despedirme, déjame hacer eso. Después te prometo no volver a hablarte jamás de esto- asiento con la cabeza y acerca sus labios a mi oído lo que hace que me extremezca-. Si te digo que no has sido la única en ocupar mi corazón en toda mi vida, mentiría. Quizá nunca lo dije de esta forma, quizá no luché demasiado por ti, pero...te amo, y eso no se puede cambiar. Sé que ya no tengo posibilidad, pero quiero que lo sepas. Puede que hayamos cambiado, pero no tiene por qué acabar así. Siempre me tendrás aquí-pone su mano sobre mi pecho justo donde está el corazón y pronto comienza a palpitar con más fuerza-. Siempre me has tenido, siempre. Desde el momento en que llegaste a mi alma- hace una pausa-. Te conozco como a nadie y no quiero reconocerlo, pero temo haberte perdido. Nunca olvidaré cada momento a tu lado, cada sonrisa que me has dedicado o cada vez que nuestras manos se rozaron involuntariamente. Te he visto llorar, reír, luchar y amar. Tu fuerza es lo que me hacía fijarme en ti. Tus ojos y tu forma de ser-le abrazo con más fuerza para que pare porque las hormonas se me disparan y comienzo a sollozar-. Quería ser el padre de tus hijos-confiesa y cierro los ojos con fuera. Peeta es su padre, siempre lo he querido, ya incluso en la segunda arena fantaseé sobre ello porque se lo merecía más que Gale-, quería casarme contigo. Y sigo queriendo serlo. Serlo todo para ti-deja de hacer presión sobre mi pecho y baja su mano hasta encontrar la mía. Entrelaza nuestros dedos y se aparta para mirarme a los ojos-. Te quiero, Katniss. Te echaré de menos. Perdóname por no haber luchado lo suficiente.
Sé que se está despidiendo pero no sé que decirle. No quiero herirle más. No quiero decirle que lo siento mucho pero no puedo aceptar su disculpa por el simple hecho de que nunca se lo exigí, ni lo quise. No hay nada que pueda decirle que soliviante su pesar. Nada. Me mira a los ojos buscando una respuesta, seguramente en ellos, pero lo único que va a encontrar son unas ganas inmensas de llorar y el no saber qué contestar.
-Lo siento-dice de nuevo.
Sacudo la cabeza y cierro los ojos. Luego intento formar un sonrisa, pero me tiemblan los labios y cuando abro los ojos de nuevo, no puedo evitar derramar más lágrimas. ¿Qué me pasa? No puedo controlar mis sentimientos, me mareo cada dos por tres y estoy más que cansada. Y supongo que todo ese cúmulo de cosas y tantos recuerdos juntos hacen que durante un momento quiera besarle. Un último beso, como despedida para siempre. Pero no puede ser. Solo estoy confundida y aturdida por todo un poco. Abro la boca para decirle un montón de cosas sin sentido cuando una voz me detiene.
Una voz que por su tono sé que trae malas noticia, una voz que conozco bien.
-Estamos en peligro-es la frase de Paylor. No necesito nada más.
Miro a Gale y nuestros ojos se encuentran. Mis hijos, Finn y el suyo están en el bosque. Peeta con los invitados. Todos los invitados. Todo. Como si nos leyéramos la mente, él corre a por los chicos y yo corro como puedo para encontrar a Peeta. Cuanto antes. Paylor va en silla de ruedas aunque está mucho mejor de cuando la vi. Me dice algo mientras lucho por encontrar a mis conocidos, pero cuando veo sus expresiones sé que ya lo saben.
Effie desaloja la Pradera. La fiesta iba a durar más, hasta que fuera de noche y se encendieran los farollilos. Hay invitados que deciden quedarse un poco más. Pero nosotros no podemos perder el tiempo. Peeta me abraza con fuerza mientras intento asimilar la información. Aunque llega de tantas partes, de tantas bocas que apenas si consigo entender lo siguiente:
las elecciones no han traído nada nuevo. Todos políticos corruptos y tiranos presentándose, la gente sin saber a quién votar. Miedo en el Capitolio. Escenas cortadas. Revueltas en distritos, en las calles del Capitolio. Informaciones que llegan al 13 no muy buenas. Cosas que no puedo comprender. Algo que en mi mente no existe. Algo que me he obligado a olvidar, a desechar, a rechazar, a olvidar y a no entender jamás.
Pero Haymitch, que me lee el pensamiento y los sentimientos, se adelanta a todo el mundo y los hace callar. Sabe que solo necesito una frase para comprenderlo todo. Y esa frase llega acompañada de un frío silencio.
-Venganza, Katniss, venganza.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Capítulo 7 (Visión Haymitch)


Tapo la botella con el tapón y me limpio la boca con la manga de la camiseta. Effie, como no, me ha obligado a dejarla sobre la mesa y no probar más gota hasta el banquete. Entiendo que quiera que esté sobrio para no cagarla ni nada por el estilo. Pero en un día como hoy, el licor se me ha indispensable. Mis niños, Katniss y Peeta, esos chicos que hace 16 años conocí, a los que he visto crecer, madurar y enamorarse, se casan. Necesito un trago. Sin embargo, Effie me lo prohíbe. Esto es una de las cosas malas que tiene vivir a su lado. El no poder hacer lo que me plazca. Parece mi mujer. Todo el día regañándome por lo que hago o no hago. Recogiendo mi ropa sucia por los suelos y poniendo lavadoras. Obligándome a beber mucho menos de lo que lo hago habitualmente, asearme cada día en profundidad, y obligarme a hacer la comida. Comida que no me gusta, por supuesto. Pero una parte de mí se alegra. Estas tres semanas de compañía me han hecho darme cuanta de lo necesitado que estoy de estar junto a alguien. Y la verdad, Effie se podría decir que es todo lo que quiero y necesito.
Puede que no lo hubiese admitido antaño, y puede que ahora mismo, no lo admita del todo en público-sólo Sarah y Jaden lo saben-, pero creo sentir algo especial por ella. No sé cuando surgió. Si fue durante los Juegos, después de ellos, o en estas tres semanas, pero algo siento. Sí, todos los días nos peleamos, nos gritamos y todo eso. Pero creo que precisamente por todo lo que hemos tenido que soportar y vivir juntos, me gusta. Es una mujer con carácter, no lo puedo negar.
-No has dormido, ¿verdad?-me pregunta de repente, quitándome de entre las manos la copa que aún tengo llena. Miento, la acaba de vaciar.
-No mucho, ya sabes que no concilio bien el sueño.
-En el Capitolio tenemos unas pastillas que podrían venirte bien. Pediré algunas.
-No hace falta-me estiro en la silla y bostezo.
-Sí que lo hace. No duermes apenas y necesitas descansar-camina con sus altos tacones por toda la cocina y hace café-. Ya sabes todo lo que tienes que hacer con Peeta y los niños-me pone unos papeles entre las manos y entorno los ojos-. Horas exactas, Haymitch, si no ya sabes lo que luego pasa. Yo iré y vendré. No quiero obligarte a que te arregles, ¿entendido?
-Entendido-digo con voz cansada-. Me lo has repetido mil veces.
Y aunque me lo ha repetido hasta un millón de veces, cuando vuelve a casa y me encuentra sin vestir, comienza a dar órdenes como una histérica tanto a Venia como a mí. A mí me regaña, como no, por no haberme vestido, por estar bebiendo y por todo en general. Me coge del brazo y tira de mí escaleras arriba.
-Eres peor que un crío, Haymitch.
Dice llevándome hasta mi habitación y sacando del armario mi traje. Me lo tiende y sigue con sus riñas. Enumera tantas cosas que hago que le parecen mal que pierdo la cuenta, mueve tan rápido los brazos y se pasea tanto por la habitación que me pregunto cómo no se marea, y habla tan deprisa que no me entero de lo que dice. Me limito a asentir con la cabeza a todo lo que dice, sea bueno o sea malo, mientras me siento en la cama y sigo observándola.
-¿Has acabado?-le pregunto cuando se toma un segundo para respirar.
-No me escuchas, ¿verdad?
-Lo intento-afirmo-. Pero a veces es difícil.
Se lleva una mano a la cara y sacude la cabeza. Entonces me río. Me encanta verla así, porque sé que es mi culpa y porque me resulta divertido que Effie pierda las papeletas.
-No tienes remedio-me mira a los ojos y se acerca a mí-. Al menos hueles bien. Vístete ahora mismo-me ordena alzando una ceja-, se hace tarde y tenéis que llegar antes que Katniss.
Asiento con la cabeza y cuando sale por la puerta me quito la ropa para ponerme el traje gris oscuro. Cuando termino de vestirme, voy al baño y me arreglo con algo de gomina y agua el pelo. Lo peino deprisa y me lavo los dientes para no oler al licor que he estado bebiendo hasta que apareció Effie. Lo bueno de las bodas es que siempre hay alcohol.
Bueno, alcohol, músicos, rosas negras, blancas y rojas. Mesas cubiertas por manteles impecables. Asientos de arce. Un bonito altar. Espera, el altar es redondo y hay bancos tanto delante como detrás. Por supuesto no me puedo olvidar de la gente. Todas esas caras conocidas que hoy rebosan en sonrisas y ojos brillantes cuando se posan en nuestro pequeño grupo. Y Rachel. No me meto en la conversación entre Peeta y su suegra. Así que doy vueltas sobre mí mismo buscando algo, aunque no sé que es. Effie me saca de mi búsqueda diciendo que ya es la hora, así que no tengo más remedio que seguirla.
Cuando veo a Katniss, se me corta la respiración y esbozo una de mis mejores sonrisas.
-Luce bien ese vestido, señorita Everdeen, por el momento-porque en cuanto de el sí quiero, será Mellark.
-Gracias-responde-. Tú tampoco estás mal.
-Como siempre, más o menos.
Cinna me mira a los ojos y cada uno toma un brazo de Katniss. Effie se apresura por llegar antes que nosotros, y los tres nos limitamos a esperar un minuto antes de comenzar a caminar. Andar hacia el altar.

Bueno. Bueno. Bueno. Todo es excelente. La comida, la bebida, el postre, la música y el ambiente en general. No podría pedir que fuera mejor. Aunque supongo que las cosas sí que pueden ser mejores. Aún queda el número final dedicado a Effie. La entrega de su tan preciado regalo que Katniss pensó. Una idea genial que ayudé a construir y que se hiciera realidad. Aunque lo que no entiendo es por qué tengo que ser yo el que haga entrega de dicho obsequio.
Peeta viene hacia mí sonriente.
-Es la hora-anuncia.
-¿Es lo que pienso?
Se encoge de hombre y me indica que lo acompañe. Quizá he de dárselo en un sitio apartado, lejos del resto de miradas indecentes que puedan caer sobre nosotros. Así que lo sigo entre la multitud, sorteando los peligros que hay por el camino-niños corriendo, sillas, mesas, algún vaso por el suelo, piedras...-, hasta llegar a una mesa cubierta por un mantel blanco.
-¿Que es esto?-pregunto al tiempo que Effie sale por detrás de Peeta.
-Sorpresa, tío Haymitch- oigo decir a Jaden y Sarah a la vez.
Entonces Peeta destapa la mesa y encuentro trece botellas de licor. Me acerco a ellas y veo que son exclusivas, demasiado caras y las mejores. Increíble.
-¿Para mí?-pregunto.
-Cada una de ellas-dice Effie-, y esta es de mi parte.
Hasta ahora no me he fijado que tenía ambas manos escondiendo algo detrás de su cuerpo. Entonces veo que saca otra botella con un lazo rojo y me la tiende. Es, de lejos, la más cara de todas las que hay sobre la mesa.
-Es del Capitolio-suspiro-, la mejor de entre las mejores. ¿Cómo la has conseguido?
Se encoge de hombros con una sonrisa divertida y mira hacia los chicos.
-Tenemos que irnos-dice-, ahora volvemos.
-¿Dónde vais?-pregunto extrañado y aún perplejo por las botellas.
-Olvidé una cosa en la Aldea-dice Sarah antes de que Effie pueda abrir la boca-. Tú quédate aquí disfrutando.
Veo cómo los tres - Effie, Sarah y Jaden-, corren hacia la Veta y se pierden entre sus casas. ¿Qué está pasando? Se supone que cuando vuelva he de darle su regalo, ¿verdad? Miro a Peeta. Lo tenían todo planeado. Cómo no. Me acerco a él y le doy un abrazo agradeciéndole todo lo que hace por mí, no sólo ahora, sino todos los días. Luego, junto con él, me pongo a observar cada botella, admirando su valía y pensado en guardarlas para ocasiones especiales. Estas no las puedo beber como si nada.
Al cabo de una rato, vuelven a aparecer los tres, esta vez mucho más sonrientes que antes y me preparo para darle a Effie lo que se merece.
-Habéis tardado un poco-digo.
-Hemos tenido problemas por el camino-dice Jaden.
Miro a Effie y me acerco a ella, no sin antes dedicarle una mirada a Peeta para ver si es el momento adecuado, o he de esperar. Pero no, es justo ahora.
-Bueno, esto-señalo la mesa-, es mi regalo. Y estoy agradecido-miro a todos los presentes y me pregunto por qué Katniss no está con nosotros, ha debido pasarle algo. Aunque Peeta parece tranquilo-. Pero ahora es tu turno-me acerco un poco más a Effie y la miro a los ojos sonriendo-. De parte de todos, Effie, para que siempre que quieras puedas unirte a nuestra gran familia y compartir los buenos momentos. Tengo el honor de entregarte esto-me meto la mano en el bolsillo del pantalón y rescato de él una pequeña caja cuadrada oscura que se la muestro.
Effie la coge, algo desconfiada, y la abre con sumo cuidado. Entonces se tapa la boca cuando lo asimila y me abraza.
-¡Gracias, gracias, gracias!-exclama efusivamente-. No sabéis lo feliz que me hacéis con esto.
Corre a abrazar al resto. A darle un par de besos a todo el mundo y sonreír sin parar de dar saltitos. Nunca pensé que le haría tanta ilusión que su regalo fuera la llave de una de las casas de la Aldea de los Vencedores. Justo la que está a la izquierda de la de Peeta, casi enfrente de mí, pero, una vez más, Katniss tenía razón.
Effie, después de volver a agradecer a todo el mundo lo que hemos hecho por ella y dejar escapar un par de lágrimas que reposan sobre mi hombro, corre diciendo que tiene que ver a Katniss, que es importante. Entonces algo me hace sospechar que le pasa algo. Las sospechas sólo aumentan cuando Peeta sale corriendo tras Effie.
-Voy a bailar con Finn- dice Sarah y asiento con la cabeza-. Me llevo a Jaden.
Aunque el chico intenta negarse para quedarse conmigo acaba cediendo y me quedo sólo ante la mesa repleta de licores intentado encontrarle sentido a algo. El por qué Katniss no está. El por qué Effie y Peeta sí lo saben, o ella al menos. El por qué de los regalos. El por qué de todo.
Tengo una espina clavada. Algo me dice que las cosas en el Capitolio no van bien. Que las elecciones están siendo como mi subconsciente sabe pero no quiere pensar. Agarro una de las botellas y la miro con deseo. Quizá abrir sólo una no sea malo. Celebrar otro año de vida y la unión de Katniss y Peeta. No suena mal, ¿no? Sin embargo, justo cuando me decido a ir a por un abre-corchos, el mal presentimiento vuelve y dejo la botella donde estaba.
-Me aburro-anuncia de repente Jaden y me sobresalta-. Quiero irme a casa-continúa.
-Disfruta pequeño, no todos los días tus padres se casan-contesto.
-Pero no hay nadie con quién poder jugar.
Levanto la cabeza para buscar a alguien con quien Jaden pueda pasar el rato y me deje con mis pensamientos sobre las elecciones, los Juegos pasados y el futuro que puede esperarnos a todos.
-¿Qué me dices de Oliver?-pregunto cuando lo veo sentado.
-¿El hijo de Gale?
-Sí, el pobre también está sólo y aunque os llevéis tres años podéis hablar. Vuestros padres son amigos-como si importara que sus padres fuesen o no amigos para que ellos puedan llevarse bien o se vean obligados a ello.
-Bueno, algo me dice que Gale quiere más. ¿Has visto cómo mira a mamá?-veo cómo mira con recelo al chico.
-Deja esos asuntos para mayores-intento sonreír-. Anda, ve.
Me mira y anda pesadamente hacia Oliver. Tiene razón, aunque no quiera admitirlo delante de él. Pero Gale ama a Katniss y que estén ahora mismo en la pista de baile, agarrados, bailando, no ayuda. Me recuerda demasiado a los viejos tiempos, me transmite malas vibraciones porque nunca sé por donde Katniss puede salir. Sé a la perfección que está enamorada de Peeta y no me faltan pruebas, pero no puedo negar de que hay un sentimiento que no soy capaz de comprender ni de describir en su interior con respecto a Gale, y viéndolos ahora puedo decir que me asusta. Katniss es predecible, pero no sólo en ocasiones, y cuando no lo es...malo.
-Al menos parece estar bien-mascullo entre dientes para mí, ya que pensaba que estaba mal o que le pasaba cualquier cosa. Fuera lo que fuese ya está arreglado.
Busco con la mirada a Effie. Quiero hablar con ella de la boda, el tiempo, el bosque, la decoración o lo que sea. Pero quiero, o mejor dicho, necesito hablar con ella. Aunque también me conformo con Cinna que viene hacia mí con cara de pocos amigos. Bien, esto es lo que estaba esperando. El comienzo de la función. El acto representativo de mis pensamientos más profundos que no quiero sacar a la luz e intento esconder. Una sola mirada a mis ojos y sé todo lo que tiene en los labios para decirme. Un ademán con los brazos y sé lo que está pasando. Cierro los ojos, suspiro, los vuelvo a abrir y asiento con la cabeza.
-Ha empezado-comenta-, algo que en el fondo ambos sabíamos.
-Sí-lo confirmo-, ¿cuando?
Se encoge de hombros y mira su reloj. Se lleva una mano a la sien y la masajea. No mucho. No queda apenas nada. Una semana, un par de días. Quizá horas. Pero el daño ya está hecho.
-Paylor está de camino. De hecho no creo que tarde en aparecer su aerodeslizador.
-Por lo que veo es demasiado malo, ¿me equivoco?
-No hay margen de error-suspira-. Es cuestión de que se muevan los hilos...
-...y comiencen a manejar piezas-termino.
Pasan unos segundos y a lo lejos se oye cómo aterriza la nave de Paylor. Aguardamos en silencio su llegada aunque me ronda por la cabeza la pregunta que Cinna también se hace. Esta vez no es un por qué, no es un cómo, no es un cuándo, no es tan siquiera la pregunta de si sólo es una imaginación. De si nos estamos equivocando y exagerándolo todo. Y encima hoy, eso es lo que peor me sienta.
-¿Cómo crees que se sintieron los primeros?-me doy la vuelta y miro a los ojos de Cinna. Esta es la pregunta cuya respuesta espero que alguien algún día pueda dárme. Aunque la contestación no tarda en llegar.
-Algo parecido a nosotros, pero no tenían ni idea de lo que iba a pasar. Nosotros sí-confirma Paylor que viene en silla de ruedas. Aún tiene la cara con heridas, pero por suerte ya casi están cicatrizadas-. Vamos, no hay tiempo que perder. Cuanto más tardemos en movernos por el tablero más ventaja nos llevarán y no lo podemos permitir.
-Reserva la reina para el final-digo yo, algo divertido, aunque no debería sonar así.
-Tranquilos, no va a ser la primera vez, pero ha de ser la última.
-Lo será-dice Cinna-, lo será. Nos encargaremos de ello, ya lo hemos hablado.
-Pero siempre podremos cometer equivocaciones. Recordad que ya ha habido muchos intentos y todos fracasaron- les recuerdo.
-No todos-dice Paylor mirando a Katniss-, no todos.
Me toca ir a por Peeta y lo agradezco, ya que enfrentarme a Katniss para decirle lo que se nos avecina no es bueno. Es como comunicar el caos al mismo caos. Katniss no tuvo muy buena reacción la última vez, lo recuerdo como si fuera hoy, y hay algo que Peeta sabe y ella no. Algo que le hemos ocultado las últimas semanas y que el recién casado sabe con lujo de detalles, así que no resultará ni tan incómodo, ni tan difícil. Espero que Paylor sepa mantener a raya a la chica en llamas, sino, todos podríamos salir ardiendo.
-¿Dónde está Peeta?-le pregunto a una Effie al punto de la histeria.
-Te estaba buscando. Me han llamado desde el Capitolio.
-Lo sé. Ha llegado la hora-anuncio.
Effie se echa las manos a la cabeza y pierde la mirada en algún punto de mis ojos. Ella también es vulnerable a este último ataque, aunque no dejaré que le pase nada malo.
-¿Qué vamos a hacer, Haymitch?
-Luchar y no rendirnos, como siempre-le cojo la cara entre mis manos y le doy un beso en la frente pese a que desearía hacerlo en los labios-. Ayúdame a encontrar a Peeta, es lo único que te pido.
Asiente con la cabeza y ambos, cogidos de la mano, nos vamos a buscarle. Lo encontramos poco después, sentado en una mesa, hablando con Annie y con Johanna. Perfecto, tres pájaros de un tiro. Así será mucho más fácil. O todo lo contrario.
-Chicas-las miro a ellas de forma compasiva y luego a Peeta-, Mellark. Tenemos un problema-digo agachando la cabeza.
-¿Qué clase de problema?-pregunta Peeta anticipándose a todos.
-¿Qué te parece el problema de rememorar el pasado?
Dejo la pregunta en el aire mientras ocho pares de ojos se clavan en los míos, buscando consuelo, alivio, respuestas y el enigma en concreto. Volver a hacer historia.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Capítulo 7 (Visión Gale)


Volver al 12 ha formado una especie de nudo en mi garganta. Ni siquiera sé por qué estoy de pie esperando ver aparecer a Katniss con un vestido de novia apunto de casarse. ¿Qué pretendo? ¿Detener la boda? ¿Decirle cuánto me importa, cuánto me ha importado? No. Está claro que el valor que tenía para hacer eso lo perdí hace muchos, muchos años. Así que lo único que puedo hacer ahora es ver cómo mi corazón se va encogiendo todavía más hasta no quedar nada.
He intentado olvidarme de ella en innumerables ocasiones. Casi lo consigo después de mudarme al 2 y tener a mi hijo Oliver. Pero nadie nunca se asemejará a Katniss. El fuego que trasmite a mi alma cada vez que pienso en ella, o cada vez que la veo en mis sueños no se puede apagar. Y me duele estar aquí. Me duele saber que se va a casar con Peeta. Debería haberme arriesgado hace años, debería haber insistido, haber hecho que ella me eligiera a mí y no a él. Pero supongo que el destino o lo que quiere que exista siempre lo ha querido así. No me arrepiento de nada de lo que he hecho, ni siquiera de haber fabricado las bombas que mataron a Prim. No considero que fuera mi culpa. No tenía ni idea de los planes de Coin, por supuesto, y no lo habría podido prever, pero si su muerte ha servido como todas las demás para acabar con la pobreza y con los Juegos, no pienso arrepentirme nunca. Sí es verdad que necesito pedirle una disculpa a Katniss, pero no me pienso retractar.
-¿Papá?
Miro a Oliver distraído. Me alegro de haberlo tenido. Se parece a mí. Es alto, con los ojos grisáceos y el pelo castaño. También se parece a su madre. Una chica de pelo oscuro con ojos azules muy expresivos. La energía y las ganas de luchar las ha sacado de mí.
-Dime.
-¿Deberíamos sentarnos?
Miro a mi alrededor y veo a todo el mundo sentándose ya que Peeta está caminando hacia el altar. El asco me invade y los celos me tientan a ir a por él, sacarlo lejos de aquí y ser yo el que ocupe su lugar. Pero me quedo quieto, esperando a Katniss de pie. Esperando a ver cómo mis oportunidades se pierden en el infinito para siempre. Ni siquiera si tuviera un día más, si la boda fuera mañana en vez de hoy podría hacer algo al respecto. ¿O sí? ¿Qué pasaría si sólo tuviera un día para mostrarle a Katniss lo mucho que me ha importado hasta ahora? Sé que ni aunque tuviera más tiempo conseguiría detener la boda. Ella lo ama a él, no a mí.

Y es justo como pensaba. Escuchar el sí quiero me revienta por dentro. Una sensación de frío y amargura impacta contra mí y durante un segundo me deja sin respiración. Katniss está radiante, más que de costumbre y eso sólo hace que la rabia aumente dentro de mí. Soy el último en dirigirme al banquete, acompañado de mi hijo. Él sabe lo que estoy pasando, nunca le oculté lo que sentía por Katniss ya que desde que tuvo conciencia le conté todo lo que recuerdo sobre mis 19 años de vida. Nunca omití nada, ni los Juegos, ni donde ella participó, ni la guerra que ganamos todo juntos. Ha crecido con esas historias y con el paso de los años se ha forjado una conducta que bien me recuerda a la mía. Sé que si de alguna manera volvieran los juegos, mi hijo sería un auténtico rebelde.
Llegamos a las mesas blancas y nos sentamos en la que nos han asignado. Estoy en la misma mesa donde están Enobaria, Johanna y Annie con su hijo Finnick.
-Hola-digo sentándome.
-Me alegra verte, Gale. ¿Este es tu hijo?-pregunta Johanna.
-Sí-responde Oliver con una enorme sonrisa plasmada en la cara.
-Encantada de volverte a ver-dice Annie-. Este es Finnick, aunque debes suponerlo.
Ambos se saludan y se sientan uno al lado del otro. Enseguida entablan conversación y se olvidan de todo lo demás. Yo me pongo a observar los bosques que tengo enfrente. Esos que tantas veces he recorrido, donde he cazado, donde conocí a Katniss, donde me enamoré de ella. Aparto la mirada con brusquedad y noto como las lágrimas llenan mis ojos. Annie parece darse cuenta y pone una mano sobre mi hombro.
-No deberías haber venido-susurra y luego esboza una sonrisa-, era más fácil así.
-Siempre me decanto por lo difícil. Enamorarse de Katniss es todo un reto-suelto una pequeña carcajada, amarga y apagada.
-Eres fuerte-añade Johanna-, creía que no serías capaz de venir o que Katniss no te invitaría.
No me apetece seguir hablando de eso así que sólo me limito a negar con la cabeza y esperar que nos sirvan los platos de comida. Se prolonga un silencio que sólo se ve interrumpido por el golpeteo de cuchillos y tenedores, y por toda la gente que está en las demás mesas, que parece que se lo están pasando realmente bien.
-¿Por qué no luchaste?-rompe así el hielo Enobaria.
-¿Luchar por quién? ¿Por Katniss, por mí?
-Por vosotros-contesta-. Sé que ella eligió a Peeta pero podías haber luchado.
-¡Así sólo se hubiese hecho daño!-sale en mi defensa Annie-¿No ves que ella no sentía nada por él?
-¿Y quién te ha dicho a ti eso?-interviene Johanna- Katniss se debatía entre los dos, todos lo sabemos.
-Quizá todavía lo siga haciendo-dice Enobaria.
-¿Después de haber tenido dos niños?-pregunta enarcando una ceja Annie.
-¿Qué importa? Mira a Gale mismo. Ha tenido a Oliver y eso no significa que haya dejado de querer a Katniss. Ella puede seguir enamorada de él, muy en el fondo.
Abro lo ojos mucho. ¿Katniss enamorada de mí aún? Una pequeña chispa pone en funcionamiento mi corazón. Si fuera verdad, si lo fuera esta vez no me detendría nada. Esta vez lucharía por ella. Si en el fondo aún me quiere por qué no intentar que la poca llama que quede en su alma se encienda para amarme como creo que una vez lo hizo. Ojalá fuera cierto, ojalá la chica de dieciséis años que vi partir hacia los juegos de alguna manera vuelva a estar a mi lado. Katniss volvió siendo ganadora muy cambiada. Entiendo que la Arena haga eso con las personas y eso sólo aumentó el odio que tenía hacia el Capitolio. Me devolvieron a Katniss viva pero siendo de alguna manera, otra a la que deje marchar. Miro hacia donde está sentada, al lado de su madre, de Peeta y de sus hijos. Jaden y Sarah. La chica es igualita a ella cuando la conocí. Una sonrisa se me escapa y me imagino a mí mismo sentado en esa mesa rodeado de mis dos preciosos hijos. Pero la ilusión no dura mucho. Las chicas han montado una batalla en mitad de la mesa y algunos gritos llaman la atención de otros invitados. Vuelvo al tiempo real y me incorporo en la silla.
-¡Parad! Es inútil que os peléis por cuestiones que no son ciertas. Miradlos-señalo a su mesa-, están felices, con sus hijos y disfrutando de su boda. ¿Qué hacemos montando este numerito? No nos vale lamentarnos por el pasado, ¿no?
Se encogen de hombros. Ellas también lo han pasado mal. ¿Quién no? Aunque me siento unido de alguna forma a Annie. No es que haya tenido gran trato con ella, pero la muerte de Finnick sé que le afectó demasiado. Sin embargo, conectamos. Después de unos cuántos meses pude contactar con ella estando en el Distrito 4. Me la encontré un día por la calle y a partir de ese momento comenzamos a llamarnos regularmente. Somos algo así como amigos. Ella me habla de Finnick y cuánto lo echa de menos y yo le hablo de Katniss, de mi lucha interna contra mis sentimientos.

La comida transcurre y veo cómo la gente va de un lado a otro. Sarah ha venido para llevarse consigo a Finn y entonces algo ha cruzado por mi cabeza. Más concretamente el fragmento de una conversación de hace años. Katniss diciendo que nunca se casaría y que jamás tendría hijos. Ya, claro. Veo la realidad de sus palabras. Casada, con dos hijos, y no es conmigo. Aunque, ¿por qué iba a pensar hace años que si algún día sucediera todo esto sería conmigo? ¿Qué pruebas tenía de que me quería? Pasábamos casi todos los días mucho tiempo juntos y llegamos a conocernos como si llegásemos a ser hermanos. Compartíamos miedos y gustos. La manera que tenía de mirarme y de estar a mi lado era diferente a cómo los demás lo hacían...¡Qué iluso!
-¿Te apetece un baile?
Su voz me sobresalta tanto que doy un bote en la silla y pestañeo un par de veces. Se me acelera el corazón y se me cruzan mil palabras que decir, mil frases, mil comienzos y mil cosas qué hacer. Pero al darme la vuelta y encontrarme con su mirada gris y su gran sonrisa sólo digo:
-Hola, Catnip.
Ella ríe y me extraño por dicha reacción. ¿Acaso saludar es gracioso? Pero me limito a sonreír también ya que lo único que me puede hacer feliz ahora mismo es estar cerca de ella.
-Así que no quieres que bailemos-se cruza de brazos-. Ten en cuenta que odio bailar y no haré dos veces la misma propuesta.
-Cla...claro que quiero un baile-me levanto de la silla y le tiendo la mano.
-¿Cómo estás?-pregunta mientras caminamos hacia la pista de baile.
Destrozado. Hundido. Desolado. Humillado. Perdido. Fracasado. Dolido. Con ganas de besarte y llevarte lejos de aquí. Pero no le digo nada de esto, me limito a mirarla durante unos segundos a los ojos y a sonreír.
-Bien-miento-. Echaba de menos todo esto.
Katniss me abraza apoyando su cabeza en mi hombro y comienza a susurrarme palabras que llegan a mis oídos de forma leve y algo distorsionadas. Solloza un par de veces y me aprieta más contra su cuerpo. Yo la rodeo con mis brazos y la mezo suavemente. ¿De qué va todo esto? Quiero reprocharle la boda y sus hijos porque dijo que nunca iba a tener algo de esto, sin embargo, en cuanto me dice “te quiero”, el corazón se me dispara y me guardo las palabras para más tarde. Cuando nos separamos y veo sus lágrimas resbalar y cómo tiembla mientras dice Prim el alma se me hace pedazos. Si antes pensaba en no retractarme, ahora sólo quiero retroceder en el tiempo y parar las bombas.
-Lo siento-admito-, siento mucho lo de Prim. Fue mi culpa. Katniss, no me odies por eso.
-No te odio, Gale, pero...-aparta su mirada de mis ojos y vuelve a abrazarme.
Pero no puede verme como lo hacía antes. Seguro que ahora, en cuanto se cruza por su mente mi nombre, en cuanto piensa en mí, mira hacia ese bosque, o simplemente, sueña con la muerte de Prim, el recuerdo que le queda de mí es que era su mejor amigo, esa persona en la que podía confiar, aquel que siempre estaba a su lado y que prometió cuidar de su hermana pequeña. Gale, ese chico que faltó a su promesa y de forma indirecta e inconsciente, mató a Prim.
Entiendo perfectamente que me odie, que no quede nada del amor que pudo o no pudo sentir. Entiendo que no quiera volver a hablarme en la vida. Lo entiendo y me siento miserable.
-Sé que nunca podrás volver a mirarme a los ojos sin que Prim acuda a tu mente, Katniss. Y de verdad que lo siento, pero no puedo hacer nada.
-Lo sé-afirma-, quiero volver a atrás pero es imposible.
No decimos nada más. Nos integramos en el baile y me pregunto donde estará Peeta. Por qué no está ahora mismo al lado de su mujer. Miro en todas las direcciones, intentado encontrar a Haymitch, Effie o a alguien conocido. Pero lo único que veo es cómo Oliver, Sarah, Jaden y Finn se pierden por el bosque.
-Nuestros hijos han ido a explorar-susurro.
-¿Qué?-se separa un poco de mí.
-Acabo de verlos irse por allí-señalo el bosque-. Tienes unos hijos preciosos, Catnip.
-Oliver también lo es-sonríe.
-Dijiste que no ibas a tener hijos-le recuerdo.
Hace una pausa y parece que se remonta a aquella conversación, justo la mañana antes de que el nombre de su hermana saliera en la cosecha y ella ocupara su puesto. Veo cómo se pierde en los recuerdos, cierra los ojos y sacude la cabeza. Yo asiento, como diciendo que todo está bien. No puedo obligarla a hacer lo que no quiere. Ella ha tomado sus propias decisiones al igual que yo lo hice y no puedo culparla de nada. Hemos cambiado. Somos diferentes a los que éramos aquella mañana.
-Las cosas son distintas-dice-. Nada es como lo imaginé hace años.
-¿Peeta?-pregunto inconscientemente.
-Todo-afirma y me da a entender que no es sólo por Peeta. Es que ha acabado la opresión, es todo lo que ha vivido, la muerte de Prim, y sí, yo.
Nos movemos al ritmo de la música. Hay algo en Katniss que no comprendo. Es la actitud que tiene conmigo, el saber que ahora mismo lo que siente es tristeza. Puede que sea el día más feliz de su vida, pero siento que la Katniss a la que abandoné hace años está justo enfrente de mí. Me mira como si tuviera 16 años y estuviéramos solos en el bosque. ¿Qué está sintiendo ahora? ¿Por qué no dice nada? ¿Por qué se limita a buscar la respuesta de lo que esconde en su interior en mi mirada?
Suspiro. Hay algo que no he hecho y que debería haber hecho en estos últimos años. Ya que no he luchado por ella lo suficiente, al menos he de despedirme, ¿no? Decirle todo lo que pienso y siento. Todo lo que sentí. Ya no puedo perder nada, porque todo lo que podía perder ya está fuera de mi alcance y por mucho que me cueste reconocerlo, nada lo hará volver. Así que ya que ni somos lo que éramos, ni volveremos a ser los mismos, sólo me queda rescatar los recuerdos del pasado, mezclarlos con el presente y soltar el nudo que aprieta mi garganta con fuerza.
Katniss me abraza. Coloca sus manos alrededor de mi cuello y siento su proximidad demasiado cerca. Me llega su dulce aroma, aquel del que podía disfrutar tantos años atrás y sonrío de forma leve mientras cierro los ojos y me aferro a ella por la cintura. Si supiera que no está casada ni que tiene hijos y que está enamorada de Peeta, la besaría justo ahora. Pero sé que si lo hago no ganaré nada bueno. Nada.
-Hay algo que quiero decirte, Catnip- trago saliva y me preparo mentalmente en un segundo-. Es sobre nuestro pasado. Sobre nosotros- ella intenta deshacerse de mí, pero la agarro con más fuerza y la acerco a mí-. Tengo que despedirme, déjame hacer eso. Después te prometo no volver a hablarte jamás de esto- asiente con la cabeza y acerco mis labios a su oído-. Si te digo que no has sido la única en ocupar mi corazón en toda mi vida, mentiría. Quizá nunca lo dije de esta forma, quizá no luché demasiado por ti, pero...te amo, y eso no se puede cambiar. Sé que ya no tengo posibilidad, pero quiero que lo sepas. Puede que hayamos cambiado, pero no tiene por qué acabar así. Siempre me tendrás aquí-no sé si tengo el derecho a hacerlo pero pongo mi mano sobre su pecho, sobre donde está el corazón y hago presión-. Siempre me has tenido, siempre. Desde el momento en que llegaste a mi alma-hago otra pausa. Me cuesta abrirme y más en estas circunstancias-. Te conozco como a nadie y no quiero reconocerlo, pero temo haberte perdido. Nunca olvidaré cada momento a tu lado, cada sonrisa que me has dedicado o cada vez que nuestras manos se rozaron involuntariamente-así como cada beso que te robé, cada suspiro, cada caricia, cada vez que he mirado a tus ojos y una larga lista de cosas que solo acaban con el te quiero-. Te he visto llorar, reír, luchar y amar. Tu fuerza es lo que me hacía fijarme en ti. Tus ojos y tu forma de ser-me abraza con más fuerza y creo que solloza, aunque sigo agarrándola con fuerza para que no se vaya en este momento. No. Ahora me toca a mí-. Quería ser el padre de tus hijos-confieso-, quería casarme contigo. Y sigo queriendo serlo. Serlo todo para ti-dejo de hacer presión sobre su pecho y bajo mi mano hasta encontrar la suya. Entrelazo nuestros dedos y me aparto para mirarla a los ojos. Como pensaba sus ojos están empañados en lágrimas. Me siento culpable por todo. Por no habérmela llevado lejos del 12 aquella mañana. Por no haberla querido más de lo que Peeta lo hace. Por haber matado a Prim. Por todo. Pero ya es tarde. Lo sé todo de ella y ella de mí. Hermanos se queda atrás. Teníamos más confianza que los mejores amigos. Pero no llegábamos a ser nada más que eso. Katniss y Gale. Gale y Katniss-. Te quiero, Katniss. Te echaré de menos. Perdóname por no haber luchado lo suficiente.
Y por todo en general. Me siento mal, destrozado por dentro. Pero ahora que la he dejado ir un suspiro dentro de mí se prolonga. Puede que ya nunca más pueda besar sus labios, ni mirar a las estrellas juntos, ni cazar como antes, ni pasar todo el tiempo que pasábamos el uno al lado del otro. Tampoco podré soñar con estar junto a ella y ser todo lo que quiero ser. Pero está bien. Se acabó. No puedo cambiarlo. No puedo y me mata. Pero conseguiré reunir las fuerzas que necesito para superarlo de una vez por todas. Así que ahora sólo me queda mirarla a los ojos y buscar una respuesta en ellos, ya que sus labios parecen haberse sellado.
-Lo siento-digo de nuevo por qué no había pensado en cómo le iba a sentar o en cómo se lo iba a tomar.
Sacude la cabeza y cierra los ojos. Luego intenta formar un sonrisa, pero le tiemblan los labios y cuando abre los ojos de nuevo, no puede evitar soltar las lágrimas. ¿Qué siente?¿¡Qué siente!?¡Demonios! Me matan sus reacciones. Ahora no sé que pensar. ¿Creer en una oportunidad remotamente posible? ¡Venga ya! ¿Quién sé lo cree? Pero algo en mí acaba de cambiar. Es como si la reacción que acaba de tener me hubiese dado lo que perdí. Como si Gale hubiera vuelto. Me siento fuerte, incluso invencible. Tengo que buscar, encontrar y aprovechar esa oportunidad. No todo está perdido. Katniss aún siente algo por mí. Sí, aún. Lo veo en sus ojos, y sé que si esta vez la dejo escapar entonces no me recuperaré. Podré perder o ganar, pero lucharé. Nada va a ocupar su lugar.
Abre la boca para decirme algo y las esperanzas no paran de aumentar en mí, pero una voz la detiene. Me detiene. Detiene al mundo alrededor. Todo se para. Y entonces, como si volviera la conexión que nos unía, Katniss y yo nos miramos a los ojos, no separamos y cada uno tira para un lado diferente.

Corro por el bosque. No sé a donde habrán ido. No tengo ni idea de donde están, pero he de encontrarlos. Todo lo que pensaba, lo que imaginamos es cierto. Y no puede ser. ¿Qué haremos ahora? Ahora mi mente sólo la ocupa Oliver. Lo llamo. Grito su nombre. Así como el de Sarah, Jaden y Finnick. No puedo perder más tiempo. Pero hace ya que no me muevo por aquí. Tengo que pensar como ellos. ¿Dónde irían? Ni Finn ni mi hijo conocen sus entrañas y no me extrañaría que Katniss llevara a sus hijos por aquí, así que he de pensar como Katniss. ¿Dónde llevaría a sus hijos? Me dejo llevar por el instinto y los acabo viendo en la orilla del lago. Los cuatro. Juntos. Hablando. Y sólo pienso una cosa: no real.