domingo, 14 de julio de 2013

Capítulo 13

Sus rizos púrpura, con diamantes diminutos haciéndole verdaderos caminos e incluso figuras, me tienen anonadada. Seguramente mi rostro no exprese más que aburrimiento, puede que algo de cansancio y quizá un poco de enfado, pero en todo momento intento disimularlo con una sonrisa. Cuando otro capitolino interviene en la conversación, mi cabeza hace un giro mecánico hacia sus labios e intento concentrarme en lo que dice, casi sin resultados. Espero que Peeta, por el contrario, esté prestando atención y haciendo amigos.
Haymitch nos ha llevado por todo el Capitolio en busca de patrocinadores. Al principio he de reconocer que estaba algo animada, conversaba, intentaba caerles bien, pero a medida que iba conociendo a más y más, la ilusión y las ganas han ido menguando hasta casi desaparecer. Hago como que presto atención, pero mi mente está en otra parte.
-Katniss- la voz de mi mentor me sobresalta. El capitolino que estaba hablando cierra la boca, molesto por su interrupción-. Perdonad-, dice él mirando a los demás-, pero he de hablar con ella.
No me da lugar a protestar. Me coge del brazo y me lleva unos metros más lejos de donde nos encontrábamos. Cuando se detiene, me zafo de sus manos, con excesiva brusquedad y me quedo mirándolo desconcertada. Él mira hacia el grupo de capitolinos y Peeta, que parece que ya ha reconducido la conversación por buen camino.
-¿Qué haces?- le interrogo.
-¿Qué hago? ¿Eso es lo que me preguntas? Salvarte el culo, como siempre- hace una pausa para ponerme sus manos en los hombros obligándome a que lo mire a los ojos-. Katniss, esos de ahí te están evaluando. Llevas media hora perdida en sus cabellos y en algo que sólo tú sabes qué es. Peeta intenta que no se note, habla con ellos y les muestra todo tipo de entusiasmo. ¿Qué te ocurre? Sabes que en cuanto a patrocinadores tienes que estar al cien por cien.
Por supuesto que lo sé. Pero todo el mundo sabe que no se me da bien hacer amigos. No me gusta tener que estar intentando caerle bien a alguien, utilizar la falsedad con ellos sólo para que me patrocinen. Aunque no es a mí a quien tienen que patrocinar. Es a ellos, a mis hijos, y no estoy haciendo lo correcto y lo suficiente. Haymitch tiene razón.
-Lo sé. Pero sabes lo bien que me llevo con el resto de la humanidad.
-Tienes que hacer un esfuerzo. ¿Crees que a mí me gustaba? ¿Piensas que no tuve que hacer un enorme sacrificio para que tuvieras todo lo que te mandé en tus Juegos?- agacho la cabeza, avergonzada por mi actitud-. Sal ahí y demuestra que peleas por tus hijos.
-No lo entiendo, Haymitch. Por mucho que ahora ganemos patrocinadores, ¿de qué servirán?
Una vez estemos dentro de la Arena, salvando a Sarah y Jaden, ¿quién nos va a mandar nada? No querrán patrocinarnos, y no podrán de todas formas ya que la Sala de Vigilantes estará ocupada en otro asunto, y es no permitir que nos manden mutos y otro tipo de peligros. Pierdo el tiempo estando aquí plantada.
-Si algo sale mal en el plan, vas a necesitar un par de milagros y muchos patrocinadores para que uno de tus hijos salga con vida- una vez más, Haymitch me demuestra que me lee el pensamiento-. Así que venga, quiero otra actitud.
Está bien. Puede que después de todo los necesite, además, hay mucha gente en esta calle, viéndonos. Seguro que hacer como estamos intentado ganar patrocinadores nos da una imagen que queda lejos de los amantes trágicos del Distrito 12 tramando un plan para entrar en el estadio y salir de allí con sus hijos corriendo. Inspiro aire, y con él, algo de paciencia, para soportar la siguientes horas.

-No ha estado mal, ¿verdad? Creo que hasta podría dárseme bien. Todo el mundo quería oír lo que tenía que decir. ¿Cómo crees que lo he hecho?
Peeta me agarra la mano y juntos atravesamos un mar de fotos llegadas desde las cámaras de muchos capitolinos. Se ve que eso de tener a los ganadores de los antepenúltimos Juegos los vuelve eufóricos. Por supuesto que mi marido ha estado sobresaliente hoy. A él las palabras le resultan fáciles, no le cuesta en absoluto mantener una compostura y una conversación, y eso, lógicamente, le suman muchos puntos. Yo, por el contrario, he aprendido que lo mejor es callarme y dejarle el mando a él.
-Si no llegas a venir, tendríamos cero patrocinadores- le respondo con un deje de molestia porque yo no sirvo para esto.
-¿Crees que tenemos alguno?- me pregunta.
-Sí, después de todo lo que les has dicho, sí.
Peeta ha conseguido volverse el centro de atención. Ha contado anécdotas sobre los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre, y luego otras de cuando Sarah y Jaden eran pequeños. Ha sabido desenvolverse con total tranquilidad antes las preguntas que le han formulado y ha sabido ganarse la confianza de todos con quienes hemos hablado. Ha conseguido transmitir el dolor que siente, y la pena que ambos acarreamos al haber venido aquí con la intención de salvar, cada uno, a uno de nuestros hijos. Era extraño cuando no se oían suspiros y exclamaciones. Estoy segura de que por más que lo intenten, no podrán superar a Peeta en cuanto a esto, y todos esos patrocinadores serán nuestros. Además, somos dos vencedores. Ganamos una vez, somos reconocidos, y encima a mí aún me tienen por el Sinsajo.
Entramos en el Centro de Entrenamiento. Como nunca antes lo había intentado, no sabía el escuadrón de agentes de la paz que hay en la puerta de entrada, esperando a que algún tributo quiera escapar. También he notado muchos en las calles y le he preguntado a Haymitch al respecto. Me ha dicho que siempre ha habido, para frenar cualquier incidente, pero que este año, sin duda, han doblado las guardias y el número de agentes. Es lógico que August quiera asegurarse su bienestar.
Pasamos un control antes de que nos dejen subir. Lo veo un poco tontería. Saben quiénes somos, y sabemos que nos tienen controlados. No vamos a intentar nada, hasta que nuestros hijos estén en la Arena, claro. Entonces todos podrán sorprenderse. Ahora tengo órdenes directas de Paylor de actuar con total normalidad. Me pregunto si con eso quiere decir que me muestre un poco mentalmente desorientada o simplemente haga lo que estoy haciendo.
-Veo que no perdéis el tiempo-. Gale está apoyado en la pared, al lado de los ascensores-. ¿Te importa si me la llevo para hablar un rato?- veo que sus ojos están posados en Peeta y éste asiente.
-Siempre y cuando me la devuelvas igual que te la dejé-. Le guiña un ojo, me suelta la mano y me da un beso en la frente-. Luego te veo, preciosa.
Gale me braza en cuanto el ascensor se cierra para elevar a Peeta y Haymitch hasta nuestra planta. Yo enseguida me siento como en casa, envuelta en ese calor que sólo mi ex mejor amigo sabe darme. Me podría quedar así el día entero, recordando días de caza y buenos momentos, pero me intriga qué es lo que quiere contarme.
-¿Estás bien?- le pregunto al separarme.
-Sí- contesta, intentado sonreír-. Dentro de lo que cabe, estoy bien. ¿Qué hay de ti?
-Puedo presumir de llevarlo bien- le sonrío-. ¿De qué quieres hablar?
-Aquí no.
Levanta las cejas y mira por encima de mi cabeza, hacia los agentes. Entiendo con eso que se trata de algo que sólo nosotros podemos saber, o de algo que Paylor le ha contado, ya que supongo que Gale está enterado de todo nuestro plan.
-Siempre he querido enseñarte algo. Ven-. Me engancho a su brazo y lo dirijo hacia el ascensor. Pulso el botón y en cuanto el ascensor se abre, los dos saltamos dentro.
-¿Tu planta?-pregunta decepcionado cuando pulso el número doce.
-No exactamente. Peeta y yo hemos pasado ahí algunas horas. Es un sitio donde el viento hace mucho ruido- le digo, como Peeta me dijo a mí un día.
Gale comprende mi mensaje, al igual que yo lo comprendí en su momento. Un sitio donde nadie pueda oírnos, donde sea seguro hablar y donde podamos estar solos. En parte no me hace gracia compartir el tejado con él, porque es algo que me evoca a Peeta por completo, pero necesito tener una charla sin ningún tipo de distracción y donde sepa que todo lo que diga, se quedará allí.
Al llegar a mi planta, escucho las voces de mis hijos, la de Peeta, la de Haymitch, la de Cinna y la de Effie en el salón. Atravesamos el pasillo sin hacer ruido hasta llegar a la escaleras que dan a la pequeña sala abovedada para luego abrir la puerta y llegar al tejado, el cual sigue intacto.
-Si no fuera porque dentro de unos días van a luchar por su vida, podría decirse que están montando una fiesta ahí abajo- dice apoyándose en el borde del muro para mirar hacia abajo.
-Saben divertirse pese a las dificultades- contesto-. Nunca intentes tirarte por aquí-, le advierto y me quito una de las pulseras que tengo en la muñeca- porque te pasaría esto.
La lanzo hacia el aparente vacío, y enseguida el campo me la devuelve. Gale se queda pensativo y luego se gira para mirarme.
-¿Eso es lo que pretendías romper en la segunda Arena?
-Lo que rompí- le corrijo y asiento- Beetee nos explicó cómo funciona y para qué lo usan.
-Aquí impiden que los niños se suiciden- dice, tajante.
-Exactamente. Supongo que alguno lo intentaría- me encojo de hombros-. Ahora podemos hablar.
Mira a su alrededor, escrutando cada detalle en busca de cámaras o micrófonos, pero no los hay. Parece, no obstante, que no se queda tranquilo, así que cierra la puerta por donde hemos venido y luego camina por el tejado, buscando.
-¿Estás completamente segura de que es seguro?- pregunta indicándome con la mano que vaya con él.
-Afirmativo- le digo.
Me acerco hasta a él y por un momento siento la imperiosa necesidad de abrazarlo. Le he echado mucho de menos todos estos años y tenerlo aquí delante, después de todo, me revoluciona los sentimientos. Ya no sé si odiarle o no, si considerarlo como mi mejor amigo, o como la persona que mató a mi hermana, indirectamente. Pero entonces recuerdo la conversación con mi madre esta mañana. No puedo estar eternamente enfadada con él, ni culparlo para siempre. Puede ocurrir de todo en los próximos días, y si muero él tendrá en la cabeza la imagen que le he estado dando. Es mi turno para cambiar las cosas, para perdonarlo de verdad.
-Paylor me lo ha contado todo. Estoy dispuesto a colaborar en la tarea que me han asignado, pero no me gusta la idea de que vayáis solos allí. He intentado convencerla de que me deje ir con vosotros. Seremos más para protegernos, pero me ha dicho que eres tú la que tiene que darme el permiso.
-¿Yo?- enarco una ceja. ¿Desde cuando tengo tanto poder de elección?
-Sí, Katniss, así que te lo pido por favor. Déjame ir en ese aerodeslizador contigo.
Comprendo por qué Paylor le ha dicho que soy yo la que tiene que concedérselo. Sabe que no le voy a dejar. Si estoy en desacuerdo con que Peeta me acompañe, ¿cómo voy a dejar que Gale lo haga? Además, él tiene su misión aquí. Lo necesitan. Yo lo necesito aquí. Le miro a los ojos para darle las razones por las que no puedo dejar que venga conmigo cuando veo la esperanza de sus ojos grises, siempre tan cálidos y cercanos. Pero mi resolución es inamovible.
-No puedo dejarte ir- le digo-. Si te pasa algo será mi responsabilidad y tú tienes trabajo que hacer aquí.
Gale se queda pensativo y niega con la cabeza, mirando al suelo. Por un momento medita en qué decirme y me coge la mano para entrelazar nuestros dedos. Intento soltarme, pero él me retiene con su fuerza. Entiendo que quiera venir conmigo y asegurarse de que estaré bien, pero es mejor que haga su trabajo aquí, en la Sala de Vigilantes, como está programado.
-Supuse que es lo que me dirías. Siempre has sido tan cabezona- sonríe y tira de mi para abrazarme.
Una parte de mí se niega a estrecharse entre sus brazos, pero otra echa tanto de menos su olor, sus manos sobre mi cuerpo, su tacto tan aprendido como lo tenía, que al final me dejo llevar. No sé a qué viene, si así intenta tentarme para que finalmente lo deje o porque realmente quiere abrazarme, para sentirse más cercano a lo que Snow nos arrebató tiempo atrás.
-No he dejado de pensar una cosa, Katniss- me susurra al oído y yo me estremezco-. De habernos ido cuando lo propuse, tu hermana nunca hubiese salido elegida, o puede que sí, pero ninguna de las dos hubiese estado ahí para presenciarlo. No hubiera muerto, tú no habrías ido a los Juegos, y ahora...
Ahora no estaría casada con Peeta, luchando por mantener a nuestros hijos con vida. Eso es lo que quiere decir, aunque haya cerrado la boca. Y es cierto que yo lo he pensado alguna que otra vez, pero sólo hay una cosa que cambiaría desde que Effie dijo el nombre de Prim, y es su propia muerte. Si mi hermana estuviera aquí todo sería perfecto. Me daría igual enfrentarme a todo un mundo entero si ella estuviese viva. Lo daría todo por volverla a abrazar, a sentirla, por decirle lo mucho que la quiero, lo mucho que la he querido siempre.
-Es posible. Pero todos estos años habrían muerto muchos niños que no lo merecían, Gale. Mi hermana no tendría que haber estado allí ese día, y no dejaré de pensar en miles de formas de haberlo evitado, pero ocurrió.
-Y lo siento, Katniss. Yo tampoco dejo de darle vueltas.
Lo aprieto más contra mí. Se nota que la idea de que una de sus bombas fuera la causante de la desgracia lo tiene atormentado. Se siente culpable y yo no ayudo a mejorarlo. Puede que haya estado todos estos años así, pensando en lo mucho que yo he debido odiarlo, en lo que podría o no podría haber hecho. Sin duda he de hacerle ver que lo he perdonado y que simplemente no tiene la culpa, que por mucho que ambos lo deseemos, Prim no volverá.
-Deja de martirizarte, Gale. Ya tenemos bastante conmigo- me permito darle un beso en la mejilla y luego le revuelvo el pelo-. No tienes la culpa de nada, ¿vale?
-Es difícil creerlo cuando en verdad puedes tenerla.
Agacha la cabeza y yo le obligo a que me mire a los ojos cogiéndole del mentón. Él aparta mi mano y se aleja de mí. Creo que va a comenzar a llorar y es algo que no puedo permitir. Voy detrás de él, alargando los pasos para ponerme a su lado más deprisa, y cuando lo tengo enfrente, le cojo el brazo y tiro de él.
-Escúchame, te estoy diciendo que no tienes de qué preocuparte. Gale, no quiero que te pases toda la vida creyendo que tienes la culpa de algo que nadie puede probar. Vamos a dejar el pasado en su sitio, ¿vale? Quiero que luches por lo que tienes ahora, y es un hijo que te quiere y que te necesita- paro para tomar aire y cuando quiero volver a retomar la retahíla de cosas que tengo que decirle él me pone un dedo en los labios.
-Está bien. Pero, no me dejarás ir, ¿verdad?
-No. Lo siento, Gale. Te prometo sacar a tu hijo, al igual que a Finn, pero necesito que te quedes aquí.
-Vale- consiente resignado, tras un largo resoplido.
No sé como siempre consigo lo que quiero, siempre tengo a todos en mi contra, pero todos acaban respetando mis decisiones, excepto Haymitch, aunque él es un caso aparte. Gale y yo seguimos durante un rato hablando sobre el plan. Él parece tener claro algunos fallos que hablará con Beetee y yo le expongo los miedos que tengo, lo que creo que puede salir mal y lo que he pensado que pueda suceder y otros no lo hayan tenido en cuenta. Como buen equipo que éramos antaño, decidimos tener una conversación con Paylor en cuanto nos sea posible para determinar lo que hemos estado pensado hoy, así seguro que conseguimos algo. Después de esto bajamos a la planta 12. Cuando estamos por las escaleras oímos voces, gritos y bastante jaleo. Ambos corremos creyendo que está pasando algo hasta que nos topamos con la escena.
Mi marido, mis hijos, Haymitch y Effie, Cinna, Annie y Finn, Oliver, Johanna y Enobaria están en el salón. Han movido todos los sofás, las butacas, las sillas que han encontrado por toda la planta hasta forma un círculo ovalado en torno a dos mesas donde hay fuentes de comida, y jarras y vasos de bebida. Como telón final está la gran televisión donde se están emitiendo repeticiones de Cosechas de los primeros años, aunque de forma rápida, como si quisieran hacer una progresión de todas ellas y ver cuánto han cambiado a día de hoy.
-¡Por fin!- exclama Effie al vernos aparecer-. Estábamos bromeando con llamar a los agentes de la paz para que fueran en vuestra busca. ¿Dónde os habías metido?
Estoy aún algo estupefacta. Todos están sonrientes y muestran una actitud despreocupada, muy al contrario que Gale y yo. Me tomo un tiempo para reaccionar observando con más detalle la estancia. Parece una fiesta, aunque no sé qué tienen que festejar. Me cruzo de brazos mientras espero una explicación.
-Siéntate aquí, mamá. Hemos pedido estofado de cordero, tu favorito- me dice Sarah mientras retira un poco la silla de la mesa, para que me siente.
-Y estamos apostando cuánto beberá Haymitch esta noche- dice Peeta, reclinándose en el sofá.
Haymitch le tira un racimo de uvas de tono azulado a la cabeza mientras le da un sorbo a su bebida, aunque no puedo decir si es o no alcohol. Gale, por su parte, se sienta al lado de su hijo y comienza a comer. Yo también tengo hambre, pero no tengo las fuerzas como para celebrar nada. ¿A qué se debe que todos estén tan contentos con todo lo que se nos viene encima?
-No lo entiendo- digo, arrastrándome hacia mi silla-. ¿Qué pasa?
-¿Es que tiene que ocurrir algo para que cenemos juntos?- me pregunta Johanna mientras intenta partir un coco.
Pestañeo varias veces. Ellos siguen con su cháchara y retoman las conversaciones que estaban teniendo hasta que Gale y yo irrumpimos en la habitación. Hasta mi ex mejor amigo se mete de lleno en una de ellas. Yo me limito a servirme un buen plato de estofado y comer lentamente, saboreándolo bien. Haymitch me sirve un poco de su bebida y me quedo mirándolo fijamente.
-No es alcohol. Aún no he tomado nada. Bebe- me ordena-. Es té, te ayudará a soporta esto- se queja.
A veces me cuestiono si Haymitch y yo compartimos algún parentesco. Nos entendemos a la perfección, y aunque es cierto que nos llevamos como el perro y el gato, siempre pensamos lo mismo y acabamos ayudándonos. Le hago caso y tomo un sorbo del té. Sabe muy amargo, con un toque a limón y a canela. Le quito la botella donde está el resto del contenido y me sirvo más. Luego me echo puré de piña y pasas en el plato y sigo comiendo.
-Seguro que te preguntarás a qué viene todo esto- me dice él, cómplice. Asiento varias veces-. Effie dice que se ha pasado todos los Juegos de su vida intentado crear este ambiente sólo con los dos tributos que le tocaban, los mentores y los estilistas. Afirma que lo que todos necesitamos para ver los Juegos de otro modo es esto. Siempre nos hemos comportado como si estuviéramos en un funeral, cuando ni siquiera el muerto está en el ataúd.
-Así que mientras todos estemos vivos hay que celebrarlo- concluyo.
-Exacto, ¿me devuelves mi botella?
Entre risas le doy lo que queda de té a Haymitch y ahora que comprendo el por qué, me sumo a la fiesta, por así decirlo. Contamos algunos trucos para sobrevivir en la Arena, lo esencial de la supervivencia y hasta nos permitimos el lujo de gastar bromas con respecto a ello. Me piden que cante alguna vieja canción, y finalmente accedo. Effie nos relata algunas historias de miedo típicas aquí, aunque más que asustarnos, nos provocan un ataque de risa colectivo. Haymitch se deja vencer por la bebida, aunque entre todos los frenamos para que no se exceda. Los chicos se llevan genial, se cuentan sus cosas, y todos admiran a sus padres, el cómo han luchado para que ellos estén aquí. No lo quiero admitir, pero me lo estoy pasando realmente bien.
-¿Y qué hay de ti, Katniss? ¿Vas a tener más hijos?- me pregunta Annie.
-No lo creo. Ahora mismo estamos los suficientes en casa. De vez en cuando los hijos de Buttercup se dejan ver, así que con eso me conformo.
-¿Buttercup tuvo hijos?- me pregunta divertido Gale.
-Nada menos que siete- informa Peeta intentado recordar sus nombres-. Y todos odian a Katniss como su padre.
Medio salón, pendiente de la conversación, estalla en carcajadas. Yo me uno a ellos, porque por más que intente enfadarme, hoy no lo consigo. Es un ambiente tan familiar, tan íntimo y personal, que no parece que dentro de unos días vaya a haber una batalla en la que se juegan vidas. Espero no equivocarme, pero al menos Oliver y Finn serán un peligro menos para ellos.

-Gracias por todo, Annie, descansa y no te preocupes, todo saldrá bien- le digo despidiéndome de ella.
-Confío en ti, Katniss. Siempre serás mi Sinsajo.
Me dirijo hacia el salón con la intención de recoger el desastre originado a raíz de la cena, pero me encuentro con los avox haciéndolo. Cuando tenía dieciséis años hablar con uno de ellos estaba prohibido y se castigaba, por eso, si lo hacía era con excesivo cuidado y con temor, pero ahora es distinto. Me da igual quien me vea hablando con ellos, y que vengan a impedírmelo. Pocas cosas me dan miedo a estar alturas, y muy pocos pueden conseguirlo.
-¿Necesitáis ayuda? No es justo que nosotros nos divirtamos, ¿verdad?- comienzo a recoger algunos platos cuando uno de ellos me detiene, arrebatándome las cosas y negando con la cabeza-. Me da igual que August os obligue, yo quiero ayudaros.
-Pero sería mejor que descansara, señora Everdeen- me suelta y yo abro la boca. ¿Cómo es que puede hablar?-. No soy un avox normal. El presidente compró mi lengua y la vida del resto.
-¿Cómo?- le pregunto atónita-. ¿A cambio de qué?
Todos se miran entre sí. Los ojos azules del avox me miran de arriba abajo. Es como si tratara de asegurarse de algo, al igual que los demás. Los miro uno a uno. Todos están asustados, pero recuerdo a los otros avox con una actitud diferente, una más sometida, sin personalidad, éstos tienen algo dentro de sus corazones y es la esperanza.
-Eres el Sinsajo, todo lo sabemos, y todos sabemos qué vas a hacer.
Abro los ojos como platos. Siempre están tan callados que a veces ni te percatas de su presencia. Han oído parte del plan, o puede que todo y creo que ya entiendo porque éste tiene lengua.
-August te tiene aquí como espía- afirmo.
-Así es, pero no quiero ayudarle. Ninguno queremos. Estamos de tu parte y vamos a ayudarte.
¿Ayudarme? ¿Cómo lo van a hacer? No tienen ni voz ni voto para el presidente. Me dejo caer en el sofá. ¿Y si me están mintiendo para que confíe en ellos? Sería muy fácil hacerme creer que son mis aliados para que la información les llegue más rápido y en más cantidad. Al fin y al cabo, no tienen seguro que yo vaya a hacerme con la victoria y ahora mismo quien la tiene es August, el que les ha comprado. ¿Qué debo hacer?
-Le daremos información falsa a August. Le diré lo que quieres que le diga.
Un momento. Eso sí que sería una gran ayuda. De hecho, podría resolver muchas cosas. Podríamos hacerle creer que vamos a hacer tal, o que no vamos a hacer nada para confundirlo, llevarlo por el camino equivocado y mover la primera ficha. Pero tienen que demostrarme que puedo confiar en ellos y que no me fallarán.
-¿Cuál es tu nombre?- le pregunto.
-Jace- dice-. Sé que es un poco difícil creerme, pero es cierto. Nos has ayudado, a Panem. Creemos en ti, no en August. Él nos mantiene esclavizados, pero tú nos puedes liberar.
-¿Por eso preferís luchar conmigo?- todos asienten-. Bueno, necesito que me deis pruebas de ello, y , además he de hablarlo con los demás.
-Claro- dice Jace-. No le diré nada aún al presidente, hasta que tú me lo digas.
-Vale, pero, en realidad, soy señora Mellark ahora- le guiño un ojo.
Después de terminar de ayudar a los avox, aunque apenas me han dejado, he ido a la habitación de Sarah para hablar con ella. Me ha estado contando que no sabían que hacer con Atala. Por mucho que les ha explicado conceptos básicos de supervivencia y los ha aconsejado a todos, ninguno estaba por la labor de aprender a usar un arma. Es un alivio que mi hija me diga eso, pues sé que nadie sabrá usar un arma, aunque puede ser que sus mentores le hayan aconsejado mostrarse así, como Peeta y yo en los primeros.
Jaden me dice que ha visto un montón de armas que quiere usar. Me ha expresado su deseo por proteger a su hermana y que con un poco de práctica podrá usar uno de los arcos. Está encantado con la idea de exhibir su puntería delante de los Vigilantes llegado el momento. Yo le he dejado que hable y fantasee, al menos tiene determinación.

-Ha sido un día muy largo- me dejo caer la cama, al lado de Peeta. Éste cierra un libro que estaba leyendo.
-Ser mentor te deja exhausto, ¿no?- se burla recordando algún momento viejo con Haymitch.
-Sin duda. Podríamos emborracharnos, seguro que así todo pasa más deprisa.
-O más lento, habrá que preguntarle al experto.
Nos reímos, y luego seguimos bromeando. Hablamos de las modas estrafalarias de los capitolinos, que por mucho tiempo que hayan pasado años en los que la igualdad era la misma para todos, ellos siguen a su bola. Nos quejamos de que Effie ya no hace su trabajo como antes, echamos de menos que ande detrás de nosotros todo el rato, aunque lo achacamos a nuestra edad, y puede que a la suya. Comentamos detenidamente los trajes de Cinna para nuestros hijos, y luego meditamos en qué hacer, si enseñarlos por nuestra cuenta, o dejar que ellos mismos aprendan. Finalmente, le confieso mi hallazgo de un avox con lengua y queda tanto o más sorprendido que yo.
-Mañana a primera hora hablaremos con Paylor.
-Es lo mejor. ¿Qué crees que tú mentor nos tendrá preparado para mañana?
-Pregúntaselo a tu acompañante. Seguro que Effie es quien lo tiene controlado.
Volvemos a reírnos, esta vez hasta que nos duele la barriga y entonces él comienza a acariciarme el brazo, mientras los dos contemplamos el techo.
-Me gustaría ir al tejado antes de ir a la Arena, como de costumbre- me dice y me besa en el cuello.
Me estremezco con el tacto de sus labios y me giro hasta ponerme enfrente suya. Dejo reposar mis labios sobre los suyos y me separo lo suficiente para decir:
-Mañana, Peeta. Te quiero.
-Te quiero- me responde y me abraza hasta que me quedo dormida.

sábado, 29 de junio de 2013

Capítulo 12

La ex presidenta se gira y me mira a los ojos directamente. Yo me cruzo de brazos y le devuelvo la mirada, esperando una explicación. Cada vez que doy un paso más y los segundos transcurren, más me doy cuenta del complot que ha habido en alguna parte. El Capitolio no ha cambiado, es cierto. Los edificios destruidos parcialmente durante la revolución fueron reconstruidos y de los que no quedaba ni un sólo ladrillo, fueron destinados a sedes, parques públicos y tiendas de lujo. Sin embargo esta parte apenas fue tocada, por lo que todo sigue igual. Pero algo me dice que Paylor no ha hecho ese comentario refiriéndose a la arquitectura. Creo que es algo más profundo, y, como no, estoy implicada.
-Katniss, será mejor que tus hijos vayan a descansar y si tienen hambre, que pidan lo que sea y se lo llevarán a sus dormitorios- me dice ella, sin dejar de apartar la vista de mí.
-Effie-, giro la cabeza lo suficiente para ver a nuestra acompañante por encima del hombro y mirar de reojo a Sarah- asegúrate de que comen y duermen. Los necesito fuertes.
Ninguno de los tres afectados en mi mandato protestan y Effie los dirige con delicadeza a sus habitaciones. La mía será ahora la de mi hija y la de Peeta pasará a ser la de Jaden. Nosotros fuimos los últimos en usarlas, y, si todo sale como espero, después de esto nadie jamás volverá a sentarse sobre su cama y llorar por lo que se le viene encima.
-¿Qué haces aquí, Paylor? - le pregunto tajantemente.
-Me alegro de verte con energías, Katniss, porque las vas a necesitar. Sentaos.
Haymitch es el primero en hacerle caso, seguido de Cinna, pero Peeta y yo permanecemos de pie e intercambiamos una mirada antes de sentarnos lentamente, midiendo cada movimiento.
-¿Por qué estás aquí?- ahora es mi marido quien habla, poniendo toda la concentración en Paylor.
-Para ayudaros en todo lo que me sea posible- contesta cruzando una pierna sobre la otra y juntado sus manos, justo como hace cuando va a soltar un discurso-. Katniss, Peeta, lo primero es pediros perdón. Perdón porque le he fallado a muchas personas y vosotros sois los primeros. Vuestra boda sirvió de distracción mientras, bueno, mientras el nuevo presidente accionaba el botón de la bomba- algo que en cierto modo ya sabía, pero procuro no enfadarme y Peeta me agarra la mano con fuerza-. Lo cierto es que nunca pudimos frenar las ansías de venganza.
>>Los primeros años el ambiente estaba muy caldeado. Casi que no podía confiar en nadie y tenía que tener mucho cuidado. Después de los Septuagésimo Sextos Juegos del Hambre, en los que metimos a esos veinticuatro chicos capitolinos, sus familias fundaron el Gremio. Usaron como tapadera una serie de cadenas de producción de joyas en el Distrito 1, con una pequeña sede aquí en el Capitolio, justo delante de mis narices. August era uno de los ministros de mi partido, y, creedme, nunca supuse que nos traicionaría. Él era una promesa para el Gremio, veían en la figura del nieto de Snow la esperanza para resurgir, de ser su propio Sinsajo.
>>Yo desconocía su parentesco con Snow. De hecho, el presidente tiene más hijos y nietos que ocultó, excepto a la que llevamos a los últimos Juegos. ¿Podéis imaginar cuanto odio contenido? Estamos ante un serio problema. Tengo gente de confianza a salvo en el 13 y los pocos que tenía aquí, están en prisión. August comenzó todo este proceso hace tres años, cuando comenzaron a construir el estadio de esta nueva primera Arena. Sabíamos que pasaba algo extraño, pero lo tenían tan bien organizado, planificado y escondido que nos ha sido imposible saberlo hasta que ya era demasiado tarde.
>>Tengo información sobre un complot de venganza desde hace unos meses. No obstante, no teníamos la menor idea de la Arena, ni de los Juegos, aunque lo sospechamos, sí. Seguimos investigando mientras August daba pasos agigantados. Mató a nuestro antiguo presidente, lo asesinó. Luego se encargó de mí. Quería matarme, pero soy un hueso duro de roer, aunque casi me hunde. Intentaba aniquilar a todos aquellos que somos una amenaza para él. Sin embargo, cuando yo no morí, se tuvo que frenar. ¿Por qué? No podía arriesgarse a volver a fallar y así abrir una investigación dura contra él. Teníamos demasiadas pruebas y conmigo aún viva todo se le hacia más complicado. Así que se conformó con lo que ya había hecho y se aseguró de que ganara las elecciones de la manera más limpia posible. Queda lejos de limpio todo su trabajo, pero ha tenido colaboradores importantes en cada momento y para lo que él requiriera.
>>Katniss, si a ti no te ha intentado matar es porque sabe que acabando con lo que más amas, te derrotará. August desea que sufras. Quiere verte tan acabada, tan tocada, tan hundida, que con esa imagen en la cabeza ya se siente vencedor. Cree que va a ganar, que lo va a conseguir, que lo logrará. Aunque, no cuenta con que yo jamás me rendiré en mi labor de llevar a Panem por el buen camino, y además, él no te conoce, pero yo sí. Hay que frenar esta locura, no podemos permitir que empiece de nuevo. Hay que detenerlo. Y sé cómo hacerlo, pero necesitaré la ayuda y la plena colaboración de todos vosotros.
>>Lo bueno de todo esto, es que encender los ánimos entre la población será fácil si llegamos a necesitarlo. August ha metido en el bote al Capitolio y al Distrito 13, los cuales jamás han participado, y, aunque quince años son muchos, la gente sabe lo que había. El nuevo presidente se las ha ingeniado muy bien. Los hijos de los Agentes de la Paz no entran en el sorteo nada más que una vez cada dos años, y los hijos de los ministros y gente que le ha estado apoyado en toda su campaña, así como los de los miembros del Gremio, tienen asegurado que sus nombres nunca serán impresos en una papelito y metidos en una urna. Cree que con esto es suficiente, pero se equivoca. Olvida que los gobiernos absolutistas jamás han funcionado y esta vez tampoco lo hará. Voy a acabar con él, pero necesito ayuda, y vosotros sois mi espada más poderosa y afiliada. La cuestión es si vais a luchar.
Me tomo un tiempo para reflexionar. Primero tomo aire, despacio, y aprieto la mano de Peeta. Hace unos minutos que me dedico a mirar un punto fijo en la alfombra, mientras todas la palabras de Paylor se me agolpaban en la cabeza de manera rápida. Lo único que se me viene a la mente es cómo no me lo ha dicho antes. Cómo nadie ha sido capaz de decirme que algo estaba pasando mientras yo nadaba en un océano profundo en el que me creía a salvo cuando en realidad el agua no hacía más que subir de nivel hasta el punto de estar ahogándome.
Miro a Paylor desafiante. Ella asiente con la cabeza desaprobándose así misma, pero con la esperanza de que me una a su batalla. Después dirijo mi mirada a Haymitch que sigue perdido en alguna parte de sus pensamientos, para seguir hacia Peeta que asiente en cuanto mis ojos se funden con los suyos.
-No te mentiré-comienzo a decirle a Paylor-, estoy descontenta contigo y con mucha gente, pero ya no se puede volver a atrás-. Trago saliva y me froto la manos con cuidado-. Paylor, si acepto retomar la figura del Sinsajo y volver a luchar, es por mis hijos, no es por nada más. Ya he perdido suficientes seres queridos por esta causa, y esta vez prometo no perder a nadie más.
-Lo entiendo- responde ella-, lo entiendo. Al igual que August tiene su propia venganza, para algunos es tiempo de la suya.
Se refiere a mí, obviamente. Sabe mejor que nadie, incluso que Peeta, el odio interno que tengo hacia el resto del mundo por la muerte de mi hermana. Sólo mi madre nos sobrepasa a las dos en eso. Paylor no sólo perdió a mi hermana, me perdió a mí por un tiempo y a muchos ciudadanos para siempre. Mi madre supo afrontar ese duro golpe de manera que se hizo más fuerte mientras yo me consumía en la habitación dónde Sarah debe estar ahora mismo y más tarde en mi casa en la Aldea de los Vencedores. Pero nadie tiene tantas ansias de venganza como yo. Me he ido alimentando de ese fuego abrasador por mucho tiempo. Creo que nada me ha mantenido tan viva como pelear por mi hermana y por mis hijos.
-Estoy con Katniss, pero pongo una objeción- miro a Peeta sorprendida, frunciendo el ceño-, al menor peligro que veamos, nos retiramos.
-Por supuesto- consiente Paylor.
-Supongo que a mi me toca la parte de proteger a los dos, ¿verdad?- pregunta Haymitch tras un largo suspiro-. De hecho, Katniss, no he dejado de hacerlo. Paylor se ha echado todas las culpas con respecto a todo esto, pero yo también tengo que ver.
Está claro; Haymitch ha sabido tanto como Paylor, y él seguro que ayudaría a no contarme nada. Es su manera de protegerme. Siempre lo ha hecho así y después de tantos años debería haberme acostumbrado. Ocultarme la realidad es la mejor manera de mantenerme a salvo.
-Beetee y yo hemos estado hablando hace un rato, aunque en verdad sólo hemos terminado de concretar un plan que, Katniss, tú has ideado.
-¿Yo?- pregunto mientras siento todas las miradas clavándose en mí.
-En efecto-. No había escuchado el ascensor bajar y volver a nuestra planta, así que no he podido deducir que Beetee vendría a vernos-. Katniss, el 13 planeaba sacar a los tributos de alguna manera de la nueva Arena, aunque no sabíamos cómo, hasta que tú nos lo pusiste en bandeja.
-El plan es sencillo- retoma la palabra Paylor mientras Beetee se sienta a su lado y Effie aparece caminando con cuidado, como si no quisiera despertar a alguien. Yo me quedo mirándola porque quizá no pueda escuchar lo que vayan a decir, pero la ex presidenta me saca de dudas-: no te preocupes, está con nosotros.
-Prestad atención- advierte Beetee posando las codos sobre sus rodillas y poniendo la cabeza entre sus manos-. Tenemos el apoyo absoluto del 13 y ya he hablado con ellos con respecto a esto. Un aerodeslizador pilotado por Plutarch se camuflará y os dejará a ti, Katniss, y a Peeta en la Arena cuando el baño de sangre haya finalizado. Esa es vuestra parte, entrar, correr, encontrar a vuestros hijos, convencer a todo aquel que podáis y volver al punto indicado, que en cuanto tengamos el mapa del estadio, diremos. Mientras tanto, Annie, Gale, Johanna y yo nos haremos con el control de la Sala de Vigilantes. No será tan complicado como parece. El Vigilante Jefe está de nuestra parte. Es un íntimo amigo de Paylor que conoce el plan y que sin duda nos ayudará. Mandará a cuatro vigilantes fuera, nosotros, con ayuda de Enobaria y otros rebeldes del 13, los dejaremos fuera de combate, y entonces entraremos. Se supone que esos cuatro vigilantes se parecerán a nosotros en cuanto al físico, y, he aquí nuestro amigo Cinna, va a prepararnos unas máscaras que se amoldarán a nuestras pieles como si fueran las de ellos, las de los vigilantes. Seremos prácticamente irreconocibles.
Así que, según ellos, es cuestión de un aerodeslizador, cuatro vigilantes y unas máscaras. Parece fácil, pero no tienen en cuenta los peligros diversos que pueda haber en la Arena y que todo el mundo nos estará viendo, así que será fácil mandar a un escuadrón de Agentes de la Paz y sacarnos de ahí en un abrir y cerrar de ojos.
-¿Cuál es el propósito de que entréis en la Sala de los Vigilantes?- pregunto.
-Necesitamos tener el control de la Arena, que nadie os haga daño, o si lo hacen, que sea el menor posible, que no os maten, ¿entendéis?
-Eso dará igual. En cuanto nos vean aterrizar, August...
-Katniss, no os van a ver llegar, vamos a intentar daros el mayor tiempo posible- me interrumpe Paylor-. Vais a grabar una propo, el 13 se encargará de que haya un fallo eléctrico general y en cuanto la luz vuelva, que será justo cuando vosotros esteis pisando la Arena, ese vídeo saldrá a la luz. No dudará mucho, pero lo suficiente para que corráis a refugiaros. Las cámaras no recogerán vuestra llegada, Panem os estará viendo, pero sólo lo que esté grabado. No podemos hacer nada en cuanto esteis allí, únicamente intentaremos presionar a August, hacerle daño de alguna manera. Puede que el 13 ayude con un grupo entrenado, pero no podremos frenarlos sin luchar.
-Y, por supuesto, entraréis con armas de sobra y un equipo que nos mantendrá en contacto todo el tiempo- añade Beetee.
Es bastante información para asimilar. Ellos parecen muy convencidos de poder conseguirlo, pero yo no puedo permitirme el lujo de no dudar y de confiarme del todo. August ha puesto seguridad por todas partes, así que sin una muy buena ayuda del 13 no podremos conseguirlo, puede que incluso ni por esas. Además, si llegamos a lograrlo, si salvo a mis hijos y a otros tributos y volvemos, ¿adónde exactamente volveríamos? Salir del Capitolio en ese mismo aerodeslizador sería un suicidio pues cuando August descubriese cómo entraríamos en la Arena, se encargaría de no dejarnos salir. ¿Cómo lo haríamos? ¿Huiríamos al 13? Si salvo a más tributos, su mentores correrían peligro. Son demasiadas cosas que tenemos que planear en pocos días.
Me levanto algo mareada, miro a todos los presentes, pero al final me concentro en Paylor. Creo que será mejor resolver las dudas mañana y meditar en todo este plan. Además, tengo que hablar con Peeta al respecto. Sé que no le hace gracia que yo esté involucrada, pero a mi tampoco me hace gracia que él exponga su vida como lo va a hacer.
-Creo que hay cosas que pulir, pero estoy cansada y debo dormir lo suficiente para enseñar a mis hijos cómo defenderse. Paylor, puedes contar conmigo por ahora, pero cuando Sarah y Jaden estén fuera de peligro, me retiraré.
La aludida asiente con la cabeza y Peeta me coge de la mano para llevarme a mi habitación. Como somos demasiados y hay un número limitado, compartiremos el dormitorio. Me tumbo en la cama, sin quitarme la ropa ni los zapatos y mi marido se sienta a mi lado. Por sus ojeras y su mirada cargada de dolor y angustia sé que está tan afectado como yo. El problema es que él no expresa sus sentimientos como yo lo hago. Me acerco a Peeta y me incorporo para frotarle la espalda.
-Todo saldrá bien, ¿verdad?
-Claro-respondo, aunque no muy convencida-. Todo saldrá bien, ya lo verás.
-Katniss, no puedo perderlos- se da la vuelta para mirarme a los ojos-. Y a ti menos.
Me echo en sus brazos y cierro los ojos rodeando su cuello con los míos.
-No vas a perderme. Paso de ese rollo típico de hasta que la muerte nos separe.
Se queda callado durante un rato, pensado en alguna contestación para lo que he dicho, y cuando creo que se ha rendido en su búsqueda, me aparta de él y me mira a los ojos. Los suyos están llenos de lágrimas.
-Algún día uno de los dos morirá y...
Freno sus palabras con un beso. No estoy dispuesta a oír que verdaderamente la muerte acabará separándonos. Queda mucho para eso, así que no es algo de lo que tenga que preocuparme. Además, no soportaría tener una discusión de ese tipo. Necesito al Peeta fuerte, a ese que vela por mi, que hace que las pesadillas desaparezcan. Aunque quizá el también necesite a esa Katniss que de vez en cuando se deja ver. La fuerte, la que es capaz de darle en el ojo a una ardilla con una flecha. Ambos nos necesitamos fuertes para cuidar el uno del otro y que todo salga bien.
-¿Sabes?- se despega de mis labios-. No hemos podido tener una noche de bodas en condiciones.
El comentario me hace bastante gracia, así que comienzo a reír, mirándolo a los ojos azules, hasta que él también ríe y entierro mi cara en su pecho. Nuestra noche de bodas, por así decirlo, pasó hace tiempo, pero en otras circunstancias, la hubiésemos repetido como si fuera la primera vez. A lo mejor podríamos hacer un esfuerzo y tenerla ahora, pero no me parece bien teniendo a nuestros hijos con la soga al cuello a unos metros de nuestra habitación, así que vuelvo a besar a Peeta de manera dulce y me acomodo entre sus brazos.
-Te prometo que cuando pase todo esto, te daré la mejor noche de bodas que puedas haber imaginado.
-Katniss, no hace falta que...
-Te lo prometo- repito-. Te la mereces.
Cierro los ojos cuando Peeta comienza a acariciarme el pelo y empiezo a susurrar una vieja canción hasta que noto que mi marido se queda profundamente relajado y dormido. Me levanto y me desvisto, me pongo la parte de arriba de un pijama y me dirijo al baño antes de acostarme. Al mirarme al espejo, veo el reflejo de la Katniss fuerte, aquella que le prometió a Prim regresar al 12 con vida. Me echo agua en la cara y vuelvo a mirarme.
-Vamos a hacerlo. Nada nos detendrá- le digo a mi reflejo y acudo de nuevo a los brazos de Peeta, donde me quedó dormida en cuestión de segundos.

Effie hace su ritual habitual como despertador bien temprano por la mañana. Cuando abro los ojos, juro que acababa de dormirme hace tan sólo unos minutos, pero por desgracia, han sido pocas las horas de sueño que he tenido y no me han permitido descansar lo suficiente.
-Bien, ahora que sois mentores, tenéis que ver los Juegos de manera distinta. No sólo tenéis que estar despiertos antes que vuestros tributos, debéis salir ahí fuera y hacer amigos.
Patrocinadores. ¿Seguirán siendo capitolinos, como antes? ¿La gente de los distritos se animará a dar grandes sumas de dinero con el propósito de que sus favoritos tengan lo mejor y ganen? ¿Cómo puede haber personas que después de todo vayan a apostar? Aunque, es cierto, necesito encontrar a alguien que quiera patrocinar a Sarah y a Jaden. Puede que después de todo no sea realmente difícil. Todo el mundo me conoce y puede que vean a mis hijos como promesas dentro de la Arena.
-Está bien- hago un terrible esfuerzo por levantarme mientras me quito legañas de los ojos con los dedos-. Ya vamos.
Effie descorre las cortinas de nuestra habitación y una claridad sorprendentemente artificial me termina por despertar y entrecierro los ojos intentando acostumbrarme a la luz. No tengo ni idea de qué hora es, y no sirve de nada que una pantalla te muestre un cielo que realmente no existe.
-Tu madre está en el salón, esperando a que vayas. Creo que tiene algo importante que decirte.
Mi madre. Pestañeo varias veces. Ni me acuerdo de la última vez que la vi. Puede que fuera en el vagón, pero de ser así, ¿dónde ha estado durante todo este tiempo? Sea como sea, sacudo a Peeta para despertarlo y luego me visto dentro del cuarto de baño. Al salir, contemplo la puerta cerrada del dormitorio de Jaden y mis manos comienzan a temblar. Está ahí, dormido. Quién sabe si ha tenido pesadillas esta noche, quien sabe si ha corrido a dormir junto a su hermana porque temía que el miedo lo arrastrara con él. Mi pobre hijo, tan inocente, tan pequeño.
Tomo aire con dolor en el pecho y lo expulso lentamente. He de ser fuerte, si cosas como ésta me derrumban, no podré luchar al cien por cien.
Hay dos avox, inmóviles, en el salón. Me sorprende que todavía siga habiéndolos, aunque, algo me dice que durante el gobierno de Paylor éstos eran libres y, ahora, con August, han vuelto a ser las ratas del Capitolio. A decir verdad, ya no puedo echarle las culpas al Capitolio. No puedo decir que todo lo malo lo hacen ellos, ya que es August ,y su panda de delincuentes. Algún día, si logro tenerlo delante de mis narices, prometo no tener piedad.
Mi madre está sentada en un sofá de cuero, con la vista centrada en la pantalla de televisión de última generación, dónde está la repetición del desfile de anoche.
-El número de los caballos fue algo espectacular- comento, ya que justo está la escena de mis hijos en pantalla y unos comentaristas interpretan cada escena con mucho entusiasmo.
-Sí. Cinna siempre sabe renovarse y hacer las cosas mejor cada año. Es un portento- me mira con una sonrisa triste en los labios y me invita a que me siente a su lado-. Recuerdo cuando tu hermana y yo vimos tu primer desfile. Ambas creíamos que iríais de mineros o desnudos, como en otros años. Sin embargo, cuando aparecisteis con esa capa de llamas y cogidos de la mano las dos soltamos una enorme exclamación y nos pusimos a gritar vuestros nombres- se seca una lágrima perdida y me enseña su caja de dientes en una sonrisa ahora más alegre, pero cargada de dolor-. Tu hermana estaba muy orgullosa de ti. No paraba de gritarme lo feliz que era al verte así de bien. Ella sabía que ibas a ganar, a cada paso que dabas, ella lo tenía más claro que nadie. Siempre creyó en ti, y siempre te vio como su modelo a seguir- solloza al recordar a mi hermana y yo me acerco a ella para abrazarla con mucha fuerza.
-Todos deberíamos sentirnos orgullosos de ella y tenerla como un modelo a seguir- musito, apunto de estallar en lágrimas también.
-Si la hubieses visto mientras te veía en pantalla. Sus ojitos azules tenían su propia llama. Cuando sonreías, ella lo hacía. Cuando te hacías una trenza, ella te imitaba. Prim se acostaba todas las noches deseándote fuerzas, suerte, dándote las gracias por presentarte voluntaria y diciéndote lo mucho que te quería. Cuando Peeta y tú empezasteis con todo ese rollo de parecer que erais los trágicos amantes del Distrito 12, ella, aunque sabía que no estabas enamorada de él, suspiraba y me decía que acabaríais juntos de verdad.
-¿Cómo sabía que íbamos a ganar ambos?- pregunto dejando escapar una risita.
-Bueno, ella decía que tú eras demasiado cabezona como para dejarlo morir, y como para quedarte en la Arena, así que o salíais los dos, o podrían hacer un reality de supervivencia en pareja.
Suelto una gran carcajada y mi madre hace lo mismo. Nos abrazamos tan fuerte como podemos, dándonos fuerzas la una a la otra mientras ambas, cada una por su lado, recordamos momentos entrañables con la pequeña Prim. Siempre nos hacía sonreír, y, por lo que veo, aún tiene ese poder. Ella siempre era tan despierta, tan cariñosa, tan pura y verdadera. Prim me conocía mejor que nadie.
-Mamá, ¿crees que seguiría viva si no me hubiese presentado por ella?- me tiembla la voz al soltar todas esas palabras, que han ido tan juntas como si estuviesen pegadas con pegamento. Una pregunta, que, en verdad, siempre me he hecho.
-Katniss-, me acaricia la mejilla al separarse de mí y me mira a los ojos de manera tierna-. Prim jamás hubiese hecho daño a nadie. Se hubiese dedicado a curar a los heridos, a buscar comida para todos y a hacer una gran hoguera para reunir a todos los tributos y tratar de convencerlos de que se hicieran amigos y ninguno manchara sus manos.
-Sí, esa es una alternativa. Pero, y si hubiese decidido luchar, y si hubiese sido lo bastante lista como para esconderse y dejar que los otros se mataran, ¿seguiría viva?
Mi madre se encoge de hombros. Nunca sabremos la respuesta. Bien es cierto que Prim hubiese optado por la forma más pacífica de hacer las cosas, o hubiera huido lo más lejos posible, llorando, sin ningún arma y sin saber qué hacer. Quizá ni hubiese sobrevivido al primer día. Si me presenté voluntaria por ella era porque sabía que era imposible que ella regresase si yo casi me veía con cero posibilidades de ganar.
-Lo único que sé, hija mía, es que de las dos, la única que sabía defenderse, la que podía sustentarse y usar un arma, eras tú. No debes echarte las culpas por nada, ni pensar que de haber hecho o no haber hecho alguna cosa, ahora ella podría estar viva. Todo sucedió de una manera, y nadie podía haber aventurado lo que iba a pasar.
Me quedo callada. En parte es una alivio que alguien tan grande como tu madre te dé estas palabras tan tranquilizadoras. A diario me he echado las culpas de su muerte, he buscado formas distintas de cómo podía haber hecho tal o cual, he pensado cómo podía haberlo sabido de antemano, e incluso he creído que si yo me hubiese dejado morir en los Juegos, nada de lo ocurrido posteriormente hubiese pasado. Pero también es verdad que Prim podía haber salido otro año, tras mi muerte, y haber corrido la misma suerte.
-La echo mucho de menos- susurro.
Mi madre coge mi cabeza y la entierra en su cuello, asintiendo. Ella también lo hace.
-Katniss, procura no culpar a Gale, o a Plutarch. Ellos no tienen la culpa.
En parte sí, y eso es algo que jamás podré olvidar y que no cambiará por mucho que lo desee. Plutarch va a ser una pieza importante para toda esta aventura que Paylor ha organizado, así que tengo que portarme bien con él. En cuanto a Gale la cosa es diferente. Suelo cambiar de parecer conforme transcurren los días y últimamente que lo estoy viendo más de la cuenta, me creo capacitada para perdonarle del todo, pero sé que quedará un pequeño hueco en mi interior que me alertará, que me dirá que él ayudó a preparar esas bombas.
-Puede que estés en lo cierto, pero de no haber fabricado las bombas, Prim estaría viva.
-No podemos cambiar el pasado, es algo que he aprendido al final de todo, pero sí que podemos hacer que el futuro sea mejor. Gale está vivo y no puedes torturarle. Si da la casualidad de que muera pronto y tú no lo hayas perdonado del todo, te vas a arrepentir.
Frunzo el ceño. Mi madre no solía pensar de ese modo. Llego a la conclusión de que ha cambiado en todo este tiempo. Antes apenas hablábamos, no nos decíamos cosas como estas. Ella actuaba por su cuenta, y yo por mi lado. Sin embargo, por mucho que me cueste admitirlo, tiene la razón. Si aparto de mí a ciertas personas y las pierdo, ¿de qué serviría mi enfado y mi odio? Gale no es mi enemigo.
-Hablaré con él- anuncio tras un largo suspiro-. Cambiando de tema, Effie decía que querías verme por algo en especial.
Mi madre se reclina en el sofá, y en cuestión de segundos recupera el semblante amable y cariñoso, ese que hacía tantos y tantos años que no veía. Se agacha hacia abajo y saca un maletín de debajo del sofá.
-Te dije que te haría unas pruebas al llegar al Capitolio. Voy a sacarte sangre, la analizaré y dentro de dos días tendré los resultados- hace una pausa mientras saca el material necesario-. Ya me han informado sobre lo que vais a hacer. No estoy de acuerdo, y por mi parte no tienes mi aprobación, pero eres tú la que decide por tus hijos. Espero que no sea nada grave, Katniss, porque podrías poner tu vida en serio peligro.
Suelo hacerlo. Es algo habitual exponerme al peligro, pero no digo nada, sólo le tiendo el brazo derecho y dejo que haga su trabajo. No tengo ganas de discutir, ni de explicar todas las razones por las que hago lo que hago o pienso lo que pienso. Además, necesito todas las fuerzas para concentrarme en lo que viene.
Cierro los ojos al notar la aguja dentro de mi piel, succionando un poco de mi sangre. Una de las muchas desventajas de participar en unos Juegos del Hambre es que, al salir con la victoria en tu mano, la sangre cobra cierto sentido angustioso y doloroso. Es una sensación rara, es como evadirse un segundo a la Arena y ver una de las muertes que presenciaste de nuevo, sólo con ver un poco de ese líquido rojo. Por ello, procuro no abrir los ojos de nuevo hasta que mi madre guarda el bote dentro del maletín.
-Volveré con los resultados-me dice y me da un beso en la frente-. Sé fuerte, Katniss. No dejes que esto te venza.
Sacudo la cabeza y medio sonrío. Rendirse no es precisamente una de mis características y ahora que es cuando más necesito luchar, no lo voy a hacer. Mi madre se levanta y se dirige hacia el ascensor para marcharse al hospital. De nuevo he olvidado por preguntarle acerca de ese novio suyo capitolino, pero supongo que la próxima vez tendré esa oportunidad.

-Katniss- oigo la voz de Haymitch a mi espalda, así que me giro para poder verle. Detrás de él están mis dos hijos, frotándose los ojos-. Prepárate, el juego ha comenzado.

martes, 28 de mayo de 2013

He vuelto *O*

¡Hola, tributos! He de anunciar, y estoy eufórica por ello, que al fin he acabado las clases, así que tendré tiempo de sobra para continuar con esta historia que sé que lleváis demasiado tiempo esperando. Vengo con ánimos renovados y con unas ganas intensas de continuar escribiendo. Será cuestión de días (pocos) los que tarde en escribir el siguiente capítulo y en cuanto lo haga, lo tendréis.
Quiero pediros de corazón disculpas, mas la falta de tiempo, sueño y mi mal humor por estar atacada con la selectividad y los exámenes finales no me dejaban espacio para poder escribir en condiciones y no quería que todo ello repercutiera negativamente en mi manera de contar los sucesos, pero, una vez acabado todo esto, ya puedo seguir con normalidad. A todos lo que habéis estado esperando, mirando esto cada día y preguntándose qué es lo que me había pasado para no subir nada ni dar señales de vida, GRACIAS, de verdad, gracias por manteneros ahí y querer más.
Prometo llevar la historia hasta el final, subir regularmente capítulos y hacerlo lo mejor que pueda. De nuevo gracias, un beso para todos, sois los mejores ^.^

viernes, 4 de enero de 2013

Tributos :)

Lo primero es desearos un feliz y próspero 2013. Estoy segura de que podéis cumplir todos vuestros propósitos y me encantaría que fuera así porque todos los que leéis este blog, esta historia, y aquellos que también os animáis a comentar, os lo merecéis. Así que pido un aplauso para vosotros ^.^
Lo segundo que quería comentar es que espero también que estas Navidades hayan sido buenas, que se hayan portado bien con vosotros y que hayáis descansado de todo un poco :)
Y lo tercero, y último, creo, es que admiro vuestra paciencia. No puedo colgar todas las semanas, y mucho menos todos los días, a veces, aunque mejor dicho, ahora sobre todo, tardo demasiado en subir capítulo y, sin embargo, vosotros seguís ahí, así que gracias. No escribiría ni tendría este blog sin saber que estáis ahí, así que muchas, muchas gracias ^^ Pido perdón por no ser más constante, pero os prometo de verdad que me es imposible estando en 2º de Bachiller. Esta Navidad pensaba que iba a tener más tiempo para escribir, pero no ha sido así. Os pido disculpas. Supongo que no puedo deciros que tendré el próximo capítulo pronto, aunque me gustaría y voy a aprovechar cualquier rato para escribir y así ponerlo lo más pronto posible, de antemano os vuelvo a pedir perdón. Este trimestre será más complicado que el primero y he de esforzarme, aunque siempre os voy a tener en cuenta.
De todas formas, si queréis hablar conmigo, comentar la historia, contarme cualquier cosa o saber cualquier cosa, os dejo mi twitter al que tampoco es que vea mucho, pero al que tengo más fácil acceso puesto que no se lleva tanto tiempo que escribir: @FourTrisvatic12

Un abrazo a todos y disfrutad de lo que queda :)

Capítulo 11



No recordaba todo el lujo del Capitolio. No recordaba sus edificios modernos, sus ropas estrafalarias, ni tampoco el aroma de su ambiente. Es como si mi mente hubiese querido olvidarlo todo, como si hubiese bloqueado cada recuerdo de este lugar. También es cierto que la última vez que vine no todo se basó en el lujo y la riqueza, en comer de sus inmensos banquetes o admirar algo del entorno. La última vez vine con el propósito de acabar con Snow. La última vez, mi hermana Prim murió en sus calles.
Me detengo para examinar todo lo que antes no me había parado a mirar. Cuando estaba aquí como tributo lo que me interesaba era volver a casa con vida y esa era mi única y mayor preocupación, aunque ahora tampoco es que me importe más de qué piedras preciosas estén hechas las lámparas antes que la vida de mis propios hijos, pero mientras espero a que vuelvan del Centro de Renovación, no me queda otra. Bueno, esta eso o llorar y llorar como otros padres lo están haciendo. Los contemplo a todos. Quedan pocos mentores, aunque creo recordar que había más, puede que no hayan querido venir y se les haya concedido. El caso es que todos nos concentramos en una habitación. Hay distintas salas, cada una de ella con un número representado cada distrito, pero el Capitolio y el 13 no tienen su propio cuarto. Creo que antes, en los años anteriores, cada mentor pasaba a su camerino y esperaba allí, sin embargo hoy estamos todos unidos, de pie, llorando o fingiendo no sentir nada.
-¿Katniss?
Me vuelvo para ver quién me ha llamado y se me cae el alma al suelo. Abro la boca de par en par y dejo caer los brazos.
-¿Gale? ¿Qué haces aquí?
-Oliver salió como tributo- dice mirando al suelo-. Sé que tus dos hijos salieron, todo el mundo habla de ello.
-No puede ser- mascullo entre dientes-. ¿Cuántas probabilidades había de que nuestros hijos salieran?
-Casi nulas- dice Annie abriéndose paso entre otros dos mentores, o padres, ya no lo sé-. Eran casi inexistentes, pero aquí estamos.
Me quedo mirándola por largo rato. Annie es mentora, como yo. Me extraña que haya querido seguir siéndolo después de todo y algo en su mirada me dice que no está aquí precisamente por gusto. Pero, la única razón lógica que encuentro para que esté aquí, es que Finn haya salido también, lo cuál, en parte, no me resultaría raro, y, por otra parte, me aterraría. Mis más oscuras sospechas se confirman cuando unas lágrimas cristalinas resbalan por sus mejillas y Gale la abraza.
-No pasa nada, Annie. Cada uno hará lo que pueda, no puedo garantizarte nada, pero Oliver no matará a tu hijo, eso lo sé.
Ahí está. Es tan surrealista como verdadero. Tan impensable con cierto. Tan real que duele. No sólo son mis hijos los que están en peligro, no sólo yo estoy sufriendo. No sólo Sarah y Jaden corren el peligro de morir y que no vuelva a verlos jamás. Annie y Gale también pueden perder a sus hijos. Ahora es mucho más difícil eso de intentar salvar a Jaden. No puedo sentenciar a Sarah, pero tampoco puedo matar a los hijos de mis amigos. Es imposible. Si antes lo tenía claro, ahora es algo así como una obligación.
-Lo tenían planeado-digo-. Es técnicamente imposible que todos nuestros hijos, los hijos de mentores, salieran.
-¿Cómo lo sabes?- Peeta abre la boca por primera vez desde que llegamos.
-Pensadlo. Si Sarah hubiese salido, pero Jaden no, y, por ejemplo, Oliver sí, hubiese sido una coincidencia. Incluso que mis dos hijos hubiesen salido podría haberlo sido, sin embargo, al salir los cuatro, todos siendo hijos de mentores, de las personas que luchamos contra el Capitolio, no se trata de pura suerte, o, en este caso, mala suerte- hago una pausa para ver si siguen lo quiero decir-, se trata de un patrón.
-Un patrón- repite Annie.
-Sí. Estoy segura de que en las urnas correspondientes a nuestro hijos todas las papeletas llevaban sus nombres, así no podría haber manera de que saliera otro.
-¿Con qué fin?
No me había dado cuenta de que Johanna y Enobaria se habían unido a nuestra conversación. Las veo, ahí, no dentro del círculo que hemos formado, pero lo suficientemente cerca como para escucharnos. Ellas no tienen hijos, o, al menos es lo que creo, así que supongo que si están aquí es porque verdaderamente lo desean o están completamente locas.
-Supongo que con el fin de hacernos daño- admito. Aparte de para vengarse de mí, y de todos los que me rodean, claro-. Quieren venganza. Ya sabéis, entre todos acabamos con los Juegos.
-No del todo- me recuerda Haymitch, que como todos, se hace un hueco en el círculo-. Por lo menos me alegra ver que no estamos solos. Supongo que Katniss tiene razón- me mira a los ojos, asintiendo-, todo esto estaba planeado.
-Genial- suelta Peeta-. ¿Y ahora qué?
Todos se quedan callados, pensativos, imaginando una respuesta, algo que resuelva nuestro problema. Sé que ya no sólo se trata de mis hijos, sino que, además, están vidas de personas conocidas en juego, así como otras vidas que no merecen ser despedidas. Cierro los ojos. Me duele en el alma tener que volver a ser el Sinsajo, tener que dar la cara por un país entero. Pero lo necesito. Me necesitan. Si no lo hago, si no resurjo de entre la cenizas y me pongo a la cabeza, entonces no se podrá ganar la guerra. Todos confían en mí, en que yo halle la solución, en que consiga, de algún modo, traer de nuevo la paz. Si lo hice una vez, ¿qué me lo impide ahora?
-Voy a entrar- anuncio. Me doy cuenta de que mi voz ha sonado un poco por encima de las demás voces y no me conviene que lo sepa todo el mundo. Así que, me acerco más a todos ellos, que me miran expectantes-. Voy a volver a la arena- susurro y me llevo el dedo índice a los labios para que no digan nada. Ya de por sí somos el centro de atención, tanto porque somos caras reconocidas y porque somos el grupo más grande reunido en la sala.
-Vamos a volver- me corrige Peeta, buscando mi mano.
-¿Qué?- suelta Haymitch, consternado-. ¿Pretendéis suicidaros?
-Para nada- replico-. Pretendo salvar a mis hijos, y a todos los demás tributos- digo a la defensiva-. ¿Qué te hace pensar que no puedo lograrlo? Soy el Sinsajo- le recuerdo y me enderezo-, no quiero decir que pueda con todo, pero si conseguí desafiar al Capitolio una vez, lo haré todas las que hagan falta.
-Me gusta la idea- dice Johanna-. Cuenta conmigo para lo que sea.
A Enobaria se le iluminan los ojos y Annie esboza una triste sonrisa. Gale, por su parte, aprieta la mandíbula y asiente mirando a Haymitch, que niega con la cabeza.
-¿Me quieres explicar cómo vas a saltarte todo el control de seguridad, cómo te vas a colar en un cilindro y cómo, con todas esas cámaras por toda la arena, vas a conseguir cruzar el estadio, encontrar a tus hijos, en caso de que salgas después de todos los tributos, claro, y traerlos de vuelta? ¿Te crees que vas a lograr burlar todo lo que tenga preparado? ¿Sin morir en el intento?- el mentor comienza a reírse, pero entonces, alguien lo empuja y ocupa su lugar.
-Beetee- exclamo.
-Bonita idea- me dice-. Y, querido Haymitch, puede conseguirlo.
¿En serio? Me recuerdo a mí misma que Beetee es el hombre que supo cómo romper el campo de la arena, cómo conseguir salir de ella, así que, al igual que sabe cómo salir, lo mismo también sabe cómo entrar. Además, contamos con todo el apoyo del 13, y eso quiere decir que tenemos bastante tecnología a nuestro alcance. Claro, puedo lograrlo. Sólo necesito algo de ayuda.
-¿Cómo?- pregunta Haymitch incorporándose al grupo de nuevo.
Se hace un silencio. No sé contestar a esa pregunta. Beetee parece saberla, él ha dicho que puedo hacerlo. Todos los miramos hasta que finalmente se coloca con un dedo las gafas en su sitio y dice:
-¿Qué os parecería entrar por un aerodeslizador, desconectar las cámaras mientras Katniss y Peeta pisan la arena y hacernos con el control de la sala de Vigilantes? No sería complicado.

Por suerte no han retocado mucho a mis hijos, más que nada porque sus estilistas fueron los míos y porque ya les habían hecho algunos arreglos para la boda. Así que los tengo casi iguales, quizás les falte algo de pelo aquí y allá, pero no han tenido un gran cambio. Sonrío en cuanto los veo. Aunque sé que no voy a estar mucho tiempo ahora con ellos.
-Odio esto- suelta Jaden dejando caer los puños con fuerza-. No lo entiendo. Si se supone que nos tenemos que matar dentro de unos días, ¿por qué tanto arreglarse ahora?
Siento un nudo en la garganta. Mi hijo parece haberse hecho a la idea de tener que matar. No sé si llegado el momento se atreverá a hacerlo, a manchar sus manos, pero está claro que lo tiene muy presente. Está aquí para jugar a un juego mortal, no para vestirse bien.
-Es un programa de televisión, ante todo- digo resoplando-. Esta noche será el desfile por el Círculo de la Ciudad y luego pasaremos al Centro de Entrenamiento. Cuatro días duros, prueba privada con los vigilantes, entrevista pública y arena- resumo y cierro los ojos con ganas de llorar.
-¡Vaya fastidio! ¿También vamos a tener que arreglarnos para la entrevista?
Asiento con la cabeza y lo abrazo. Él se queja por tener que volver a pasar por un proceso parecido al de hoy y yo río. Nunca le ha gustado peinarse, ni ducharse, ni llevar ropa incómoda.
-Quejica- le dice Sarah sacándole la lengua-. No haces más que quejarte siempre, idiota.
-¿Oye, qué te pasa conmigo?- Jaden se suelta de mis brazos y mira a su hermana con recelo-. ¿Tienes algún problema?
-Tu existencia- responde ella con furia-. Siempre molestando, siempre en medio.
-¡No es mi culpa!- grita el chico y cierra los puños con fuerza.
-Mocoso.
-Tonta.
-Enano.
-Imbécil.
Me quedo asombrada. Nunca los había visto así. Jamás han tenido una pelea así de fuerte. Puede que algún día, por cualquier tontería como comerse el trozo más grande de tarta o quizá sentarse en el mejor sitio del sofá, se hubiesen dicho un par de insultos o gritado un poco. Pero ahora en sus ojos veo rabia y odio acumulado. Veo desesperación y no me gusta nada.
-¡Basta!- me interpongo entre los dos que se estaban acercando el uno al otro demasiado y no me gustaría nada que llegaran a las manos a minutos del desfile-. Ahora vais a tranquilizaros. Nos vamos a ir donde están los carruajes y cuando estemos en nuestra planta vais a hacerme el favor de decir que os pasa. Pero ahora, no quiero oír ni un insulto más, ni una queja más y mucho menos que os intentéis pegar- ambos intentan discutir mis órdenes pero no les dejo-. ¡No! Luego lo hablamos, ahora haced el favor de comportaros.
Los mentores y padres tenemos un sitio reservado cerca de los patrocinadores, en la calle donde se realiza el desfile, cerca del Centro de Entrenamiento. Lo que no pensé nunca era que iba a presenciar lo que es ser mentor. Cuando eres tributo no te das cuenta de que están ahí todo el rato, de que velan por ti, se emborrachan para no sentirse tan mal y trabajan para intentar salvarte la vida. No sabía que Haymitch vio el desfile desde aquí, al igual que tampoco sabía que todos los mentores se quedan esperando en una habitación hasta que los estilistas y maquilladores acaban con sus tributos.
Uno a uno veo a los tributos pasar. Lo malo de ser del 12 es que te tienes que tragar todos los trajes, todos los carruajes y todas las reacciones de los capitolinos, aunque este año no se parecen a las que tuvieron en mis juegos. No me fijo mucho en las vestimentas, excepto las del 4, que Finn va casi desnudo y la chica tributo parece morirse de la vergüenza con el atuendo tan ligero que lleva. Cuando pasa el carruaje del 10, me pregunto cómo será el traje de mis hijos. Supongo que será muy al estilo de Cinna: llamas, negro, rojo y algo que cause impacto. No temo que salgan desnudos. Es lo bueno de tener a Cinna en todo esto.
Parpadeo innumerables veces cuando veo a mis hijos. Me froto los ojos y miro a Peeta, pero él está tan asombrado como yo. No me lo esperaba. Nadie se lo esperaba. Supongo que todo el mundo creía que las llamas llegarían con el 12, pero Cinna ha decidido sorprendernos y dar un giro radical.
Mis hijos no van montados sobre el carruaje, sino que están sobre dos caballos negros de pelo largo, robustos y enormes. Las riendas, los estribos y las sillas son de oro y mis hijos, en vez de tener algún atuendo oscuro, van enteros de blanco. Ambos llevan como una especie de túnica con un solo adorno en el hombro derecho de oro.
Ambos miran al frente y cuando las cámaras enfocan sus rostros y yo los veo en las pantallas que hay colgadas, veo que no tienen expresión alguna. De repente, ambos tiran de las riendas con fuerza y los caballos comienzan a ir más deprisa, cada vez más, y más. Adelantan al carruaje del 11, y luego el del 10, la gente se queda absolutamente asombrada y, cuando creíamos que todo estaba visto, un humo negro comienza a salir de la vestimenta de ambos, hasta envolver a todos los carruajes por los que pasan. Los distritos 11, 10, 9, 8, 7 y 6 quedan envueltos en una neblina. Las cámaras no recogen ningún dato, ninguna imagen. Comienzo a asustarme y a creer que el invento de Cinna no ha funcionado esta vez cuando, de repente, dos bolas de fuego atraviesan la niebla en dirección opuesta hacia donde tiran todos los caballos. De repente, las dos bolas de fuego se unen y se detienen. El humo consigue disiparse y veo a mis hijos sobre los caballos, uno posicionado hacia la derecha y el otro hacia la izquierda. Los caballos relinchan a la vez y hacen un cabriola, entonces, corren de nuevo, esta vez a un ritmo más pausado, hasta llegar a su destino, donde se detienen.
August parece perplejo con el espectáculo que han dado mis hijos y una sonrisa se dibuja en mi rostro. Cuando pensaba que no podría haber más sorpresas, una capa de llamas blancas se extienden por la espalda de Sarah y de Jaden y el nuevo presidente de Panem se queda con la boca abierta.
-Debemos irnos- dice Haymitch levantándose de su asiento.
-¿Por qué?- pregunto dándome la vuelta.
Veo que tanto Johanna, Enobaria y Annie hacen los mismo que el mentor, así como otros mentores, sin embargo, los nuevos mentores, los padres, y Peeta y yo que no tenemos ni idea de cómo funciona esto, nos quedamos sentados.
-No sé si lo recordarás, pero cuando entrasteis en el Centro de Entrenamiento nosotros- señala a los mentores-, ya estábamos allí.
-Es cierto- recuerdo.
-Bien, cuando el presidente da el discurso, los mentores se dirigen hacia allí- explica-. Vamos.
Los experimentados nos conducen por unos pasillos subterráneos. Andamos por al menos cinco minutos y luego giramos hacia la izquierda, recorremos lo que queda de pasillo y subimos unas escaleras. Abro la puerta roja que tengo enfrente y que pesa bastante, entonces salgo al interior de una grandísima habitación donde los primeros tributos están entrando. Me empujan y salen antes que yo algunos padres desesperados por reencontrarse con sus hijos y Peeta me agarra del brazo para no caerme.
-No saben respetar- dice.
-Me doy cuenta- contesto-, aunque nosotros deberíamos estar igual que ellos.
-Bueno, ya hemos pasado por esto antes.
-De distinta forma- cierro los ojos y pasamos al interior.
Haymitch saca una petaca del bolsillo y le da un largo sorbo. Me mira con complicidad y me la tiende pero niego con la cabeza, no me gustaría tener que volver a desmayarme o vomitar como en el tren. Cinna y los demás estilistas entran por otra puerta y me doy cuenta de que al cerrarse parece que no es una puerta. Por fuera tiene los mismos colores que la pared y es como si se camuflara, de hecho nunca había visto esa puerta, y tampoco por la que yo acabo de entrar. No sabía que estaban ahí.
-El Centro de Renovación y el Centro de Entrenamiento así como otros edificios están conectados mediante una serie de túneles- me susurra Haymitch que parece haberse dado cuenta de mi perplejidad-. Cada túnel tiene un color diferente en las paredes, así sabes adónde vas, pero en cuanto sales al edificio que conecta uno con otro, bueno, es como si esa puerta no existiera. Ya sabes, si los tributos saben de su existencia, pueden intentar escaparse- me aclara y luego se echa a reír-. Secretos que descubres cuando eres mentor.
-¿Y se puede lograr? Escaparse.
-Oh, querida, nunca lo he intentado- vuelvo a darle un trago a la petaca y se la guarda-. Mira a tus hijos- los señala-. Este año Cinna supo renovarse y hacernos estar con la boca abierta un rato.
Alcanzo a Peeta y ambos le damos la enhorabuena al estilista, que, como dice Haymitch, este año nos ha impresionado a todos. Él parece contento, satisfecho de su trabajo, y esboza una elegante sonrisa. Alega que no ha sido para tanto, aunque por el brillo de sus ojos, sé que piensa todo lo contrario.
-¿Cómo hiciste lo de los caballos?
-Bueno, supuse que quitar la carroza y poner a tus hijos sobre sus lomos sería algo impresionante, así que pedí que se entrenarán a los caballos para que hicieran justo lo que han hecho. El traje, el humo y las llamas fue algo que tenía pensado desde hace tiempo y sólo tuve que desarrollar la idea.
-Pues ha sido perfecto- sonrío.
Mis hijos bajan de sus caballos negros y los acarician antes de correr a abrazarnos. Sarah tiemblan en mis brazos, supongo que de la emoción, y al ver de cerca el adorno dorado, sé que de ahí ha salido todo ese humo. Las llamas supongo que habrán sido como siempre, sólo que Cinna les ha cambiado el color.
Jaden da saltitos alrededor de su padre y cuando ve a Cinna lo abraza con fuerzas diciendo que ha sido la mejor experiencia de su vida y que quiere volver a repetirlo.
-Mamá, casi me da un infarto encima de eso- señala su yegua negra-, pero si vuelvo a casa con vida quiero que me compres uno- añade con una sonrisa resplandeciente en el rostro.
-Saldrás con vida- respondo automáticamente y luego le acaricio el pelo-, tú y tu hermano- le guiño un ojo.
-¿Cómo?- pregunta casi escandalizada.
-Es un secreto, pero te lo prometo.
Vuelve a abrazarme y le doy un beso en la frente. La quiero tanto. Me da remordimiento el pensar que he elegido a su hermano, aunque en realidad, todos sabemos que si lo he escogido a él es porque lo veo más débil que Sarah.
-Muy bien. Cinna, el trabajo esta vez supera el sobresaliente, pero, por mucho que me guste ver caras de odio a uno y otro lado de la sala, nuestra planta nos espera- Effie sale de la nada, envuelta en un traje verde y mira a Haymitch de reojo.
-Claro- digo yo mirando al resto de tributos que parece fijarse bastante en mis hijos.
Subimos al ascensor que nos dejará en nuestra planta, sólo nosotros, aunque somos bastantes: Cinna, Effie, Haymitch, Sarah, Jaden, Peeta y yo. Me pregunto cómo estará Gale, cuándo volveré a encontrarme con él, Johanna, Enobaria , Annie y Beetee. Todos debemos reunirnos pronto para concretar un buen plan en poco tiempo. Lo peor de todo es que no nos vamos a poder preparar físicamente. De repente me alegro de no haber dejado la caza.
Nuestra planta, la más grande y espaciosa del resto, sigue igual a como la dejamos hace tantos años. No ha cambiado nada, salvo los avox. No los conozco, aunque tienen la misma expresión que los anteriores. Pasamos todos dentro y veo cómo mis hijos, curiosos, comienzan a tocar todo aquello que ven poco común.
-Se nota que no han nacido con los juegos presentes- me dice Peeta cogiéndome la mano-. Nunca se han preocupado por la falta de comida, las teselas o salir en la Cosecha, y por eso ahora están como si no pasara nada, como si fuera un viaje. Sé que en el fondo son conscientes, ambos, pero no como nosotros.
Asiento con la cabeza. Para ellos en realidad esto es como un juego. No saben lo que va a suponer, sí, en teoría creen saber que se van a tener que matar, pero no han pasado los años de vida que tienen con el miedo de estar hoy justo aquí, no han visto unos juegos de verdad nunca, y eso los hace ser menos agresivos y fieros. Es como dice mi marido, piensan que están en una especie de viaje, no saben que se van a encontrar, no intuyen que los van a matar. No son conscientes del todo y eso me preocupa, aunque también me da esperanza; los otros niños están igual que ellos y la mayoría de mentores son padres que no han pasado por la arena, lo que me daría gran ventaja tanto si consigo entrar como si no. Sus hijos nunca irán tan preparados como los míos, y sus padres nunca estarán tan concienciados como yo.
Al llegar al salón veo que hay una mujer de pie, dándonos la espalda, contemplando algo por la ventana. Sin girarse dice:
-Esto no ha cambiado nada.
Es Paylor.