En
mitad de la noche un grupo de agentes de la paz interrumpe la
conversación en susurros que Peeta y yo estábamos teniendo. Cuando
abro la puerta, aún con lágrimas cayendo por las mejillas y los
ojos rojos e hinchados, me dicen que venían a comprobar que si
estábamos todos en casa. Les invito a pasar, a que comprueben con
sus ojos que no nos hemos movido y que les odio profundamente a ellos
y sobretodo al Capitolio.
-Todo
correcto- me espeta.
Pero
en puesto de marcharse se queda plantado en el pasillo. Me mira a
los ojos profundamente y me pone las manos en los hombros como para
darme alivio y consolarme. Peeta reacciona apartándolo, pero le
detengo.
-Siempre
serás el Sinsajo- dice el agente-. Ojalá puedas cambiar el
transcurso de los hechos. Mis hijos también entrarán en el sorteo.
Así
que todos, de verdad, independientemente de si eres de un distrito o
del mismo Capitolio, van a sufrir viendo como sus hijos se encaminan
año tras año hacia la maldita cosecha. Y veo en los ojos del agente
de la paz la angustia y desesperación que yo misma siento. Sé que
si antes cabía una mínima posibilidad de hacer para que tus hijos
tuvieran menos papeletas o de que alguna de forma se libraran de ir,
ya no es posible. August, el nuevo presidente de Panem, nieto de
Snow, lo ha hecho de esta manera. De forma que nadie pueda librarse
de su yugo, y me pregunto cuánto ha tenido que pagar, o en quién se
ha tenido que apoyar para que le den su apoyo incondicional. Porque
antes, cuando surgieron los juegos por primera vez, el Capitolio no
entraba jamás en la cosecha. No iba, así de simple. Ellos se
quedaban engordando en casa, sin preocupaciones, sin temor de morir
de hambre o de que tú mismo presenciaras unos juegos en primera
persona, mientras la gente de los distritos moríamos como si
fuésemos perros y nos enviaban a morir al espectáculo que ellos
consideraban como una fiesta. Entonces, claro, el Capitolio, Snow,
siempre iba a tener esa ventaja. Esas personas que no iban a ir nunca
y tenían la seguridad de que eso sería así por lo siglos de los
siglos, y entonces apoyarían ese gobierno hasta el final.
Yo
marqué la diferencia, yo hice con las jaulas de noche el primer
desafío en 64 años para, después de un vasallaje que me devolvió
a la arena y una guerra, acabar con todo aquello. El Sinsajo. Yo era
eso, pero ya no más. No pienso colocarme de nuevo en esa piel porque
no puedo. Mi hermana murió porque yo me convertí en el Sinsajo, en
el símbolo de la revolución. Y si no pude salvarla de la muerte,
entonces ahora no podré salvar a nadie más.
-Suerte-
le digo de todo corazón al agente-. Espero que ninguno de nuestros
hijos tenga que ir- se me quiebra la voz y Peeta me sostiene en sus
brazos.
-No
hagáis tonterías- me susurra-. No os vayáis, es lo peor que puedes
hacer, Katniss.
-No
lo haré- le prometo.
Al
salir ellos de mi casa y Peeta cerrar la puerta con llave, sollozo
para finalmente romper en lágrimas. Lo sabía. Lo he sabido siempre.
Sarah y Jaden no deberían haber nacido porque ahora pueden morir y
yo puedo verlo mediante una pantalla sin poder hacer nada. Me dejo
caer al suelo, hincando las rodillas en la madera y me tapo la cara
con las manos.
-Tranquila,
cariño- me susurra Peeta al oído-. Todo saldrá bien, te lo
prometo.
-¿Y
si salen, Peeta?
-No,
eso no va a pasar. Sólo habrá una papeleta para cada uno.
Me
remonto a hace tantos años. A ese día en que yo le dije a Prim que
sus posibilidades eran casi nulas porque era su primer año y en la
urna sólo habría una papelito con su nombre. Sí, una posibilidad
entre miles. La mala suerte basta para que esa mínima posibilidad,
en comparación con mis otras muchas papeletas, fuera lo justo.
Porque aunque me intente convencer de que mis hijos sólo tendrán
una posibilidad cada uno, sé que con una es suficiente para ir a los
Juegos. Suficiente para morir y suficiente para seguir otro año más
con vida también.
-Prim
también tenía una única papeleta, y yo no podré presentarme en
lugar de cualquiera de los dos si sus nombres son cogidos- lloro.
Además
de que este año, estos primeros juegos de este primer gobierno, dudo
mucho que se presente alguien voluntario en su lugar. Porque antes
podías pensar que por venganza, por intentar ganar para traer algo
de riqueza a tu familia o distrito, alguien podría ocupar tu lugar.
Pero este año, estos chicos que han vivido y nacido sin Juegos,
¿puedo esperar que alguno se presente voluntario por mis hijos? Ni
aún siendo el Sinsajo. Para ellos yo no tengo la importancia que
puedo tener para la gente de mi edad. Así que si alguno de los dos
salen, lo único que puedo esperar es que sepan defenderse.
-Gale
llegará a tiempo al 2 para la cosecha- dice de repente Peeta-. Por
lo menos tú y yo estamos juntos en esto. Annie y él no tienen a
nadie.
Es
cierto. En cuanto echamos a los agentes de la paz del jardín de
Haymitch y Caesar nos dio la noticia, Gale y Annie partieron con sus
hijos hacia sus distritos. Ambos con ganas de llorar, ambos
maldiciendo lo que yo ahora maldigo.
-No
tendremos tan mala suerte- digo para mis adentros en voz alta-.
Estarán bien. No irán a los juegos y podremos escaparnos entonces.
-¿Quieres
irte?
-Me
prometiste que si algún día estaban en peligro entonces huiríamos.
-Sigo
manteniendo mi palabra.
-Entonces
que así sea. En cuando pase la cosecha, nos iremos a los bosques.
Peeta
y yo nos vamos al salón. Nos sentamos en el suelo mientras la luz de
las llamas bañan nuestros rostros. Lo que se supone que iba a ser el
día de mi vida, de repente, se ha tornado en algo parecido a una
pesadilla. Ahora mismo debería estar disfrutando de la noche junto a
mi marido. Deberíamos los dos estar rumbo a alguna parte como luna
de miel o acostándonos como si fuera la primera vez. Pero no, y por
mucho que me apeteciera una de las dos cosas, con todo lo que se nos
viene encima y la preocupación que arrastro conmigo, sería
imposible.
Miro
a mi marido a los ojos y me echo a sus brazos intentado no llorar más
de lo que lo he hecho hasta entonces. Esta noche no dormiré, es algo
que tengo claro. Sólo quiero que todo pase rápido, que me despierte
de tal pesadilla, y que el caos que esté viviendo sea una especie de
broma de mal gusto o lo que sea. ¿Por qué el día de mi boda? ¿Por
qué cuando más soy feliz tienen que estropearlo? ¿Por qué cuando
creo que por fin estoy a salvo tienen que hacerme ver que eso nunca
será posible? Que por mucho que lo crea y lo intente eso de ser
libre nunca será una realidad. Que cuanto más quiero algo, más
intentarán robarlo. Que cuanto más me ciegue con promesas falsas,
más dolor me causará el destaparme los ojos y ver la realidad ante
mis ojos.
La
realidad de hoy es que los Juegos, el yugo del Capitolio, la
opresión, la maldad, son cosas que durante toda la eternidad van a
seguir existiendo. Que pueden haber existido, existir y que existan
miles de Sinsajos como yo a lo largo de la historia, pero que jamás
seremos suficientes como para erradicar la perversidad que hay
arraigada en el corazón de las personas.
-¿Seguiremos
siendo mentores?- le pregunto a Peeta con miedo porque eso sería
incluso peor que quedarme en casa si mis hijos salieran. El tener que
intentar que uno de tus hijos sobreviva matando a muchos otros niños
que no tienen culpa de nada.
Peeta
me mira a los ojos y los cierra con fuerza, como cuando tenía un
ataque y por un momento temo que hasta el Capitolio haya podido
volver a arrebatármelo.
-Perdóname-
dice de repente-. Lo siento, Katniss. Si llego a saberlo, a intuirlo
de verdad, jamás te lo hubiese ocultado.
-¿El
qué?
Entonces
me acuerdo de que todos, antes, en casa de Haymitch, parecían saber
algo que me habían estado ocultando y que creo que tiene que ver con
lo que Peeta me va a decir a continuación. Algo que tiene relación
con los juegos, con las elecciones y con no hacerme daño. Algo que
tenían planeado y que según Paylor no les salió como tenían
previsto.
-Paylor
nos convocó hace una semana en casa de Haymitch. Tú estabas en el
lago con los niños, así que todo estaba planeado de tal manera que
tú no te enterases de nada porque supuestamente lo íbamos arreglar
entre todos. Cosa que parece no ha sido posible.
>>Paylor
nos contó que habían llegado rumores al 13 de que la elecciones
seguramente estarían amañadas y que puede que volvieran los juegos.
Evidentemente nadie la creyó, pero resulta ser que es cierto. Aunque
no nos lo llegamos a creer ninguno de los presente, Paylor nos dio un
plan a seguir. Lo primero era que no te enteraras de nada porque en
el mejor de los casos nada iba a pasar y no querían darte un mal
trago antes de la boda, pues la cancelarías y la idea era tener a la
población ocupada con nuestro compromiso.
>>Debíamos,
si pasaba, si volvían los Juegos, mantener la calma. Effie y Cinna
volverían a sus antiguos puestos. Tú, Haymitch y yo seríamos de
nuevo mentores, así como todos los vencedores que siguieran con
vida. Pero, bueno, al ser los primeros en tantos años, habría una
posibilidad y es que los padres de aquellos primeros tributos que
participaran en los juegos, independientemente de si ese distrito
tenía o no mentores previos, podrían ellos ejercer ese puesto. Es
decir, que si por ejemplo, Oliver saliera, Gale podría ir.
-Eso
es horrible- musito-. Lo es que me hayáis mentido, pero mucho más
lo que van a hacerles a esos pobres padres.
-¿No
fue así en los primeros? ¿No fueron los padres de los tributos sus
mentores?
Me
encojo de hombros. Mi mente sabe perfectamente cuál es la respuesta
a la pregunta, pero ni siquiera tengo fuerzas de rescatarla. Abrazo
aún más a Peeta con odio por haberme mentido, pero aferrándome a
su cuerpo con fuerza porque tengo miedo a perderme. Lo necesito en
estos momentos y pelearme por haberme ocultado el asunto no sería
bueno para ninguno de los dos. No teniendo una cosecha con la que
lidiar dentro de escasas horas. Así que al despegarme de él, lo
miro a los ojos y junto nuestros labios mientras las lágrimas
saladas de ambos se mezclan en nuestras bocas.
Todo
el trabajo que ayer hicieron los estilistas queda abandonado a otra
dimensión y las ojeras, los ojos hinchados y rojos, y los labios
secos y algo agrietados lo reemplazan. Me froto la cara y me echo
agua de nuevo. No hay nada que hacer, esa es la conclusión a la que
llego cuando me miro al espejo por cuarta vez esta mañana. Me he
pasado toda la noche llorando en los brazos de Peeta, intentando
encontrar el modo de sacar fuera a mis hijos de la cosecha, pero no
he encontrado nada que me sirva sin hacer daño a alguien o sin poner
en peligro nuestras vidas. Así que lo único que me queda es la
resignación y esperar que ellos no salgan. Ni ellos ni nadie querido
y conocido, lo cuál creo que será algo difícil.
-¿Katniss?-
oigo la voz de Peeta desde la cocina.
No
quiero contestarle. No quiero en estos instantes hablar con nadie, ni
ver a nadie, ni que exista nada. Quiero despertarme de la pesadilla
que estoy teniendo. Quiero abrir los ojos y encontrarme en mi vieja
casa en la Veta, a Prim dormida a mi lado, a Buttercup bufándome y a
Gale esperando en el bosque para lo que será un buen día de caza.
Quiero que todo vuelva a como era antes de la primera y última
cosecha de Prim. Quiero que nada de lo que presencié y viví pasara,
y por último, quiero que todos los que hay ahora mismo en esta casa,
que todos aquellos con los que me he cruzado en mi vida, y todas esas
personas que me conocen por ser el Sinsajo no tengan ni idea de que
existo. Así todo sería mejor. Todo sería distinto de no haber
nacido, o de no haberme convertido en lo que soy ahora y por lo que
tengo que pagar. Un precio demasiado alto.
-Katniss-
Peeta se acerca hasta la puerta del cuarto de baño y da unos
golpecitos-. Tu madre está aquí. Quiere verte.
Está
bien. He de recomponerme. Todavía no hay nada asegurado. Hay muchos
niños en el 12 y no tienen por qué ser mis hijos. Sé que aún así
voy a tener que ejercer de mentora, de hecho a primera hora de la
mañana me llegó una carta firmada por el mismo presidente de Panem
invitándome a ello, pero no puedo dejar que nada ahora mismo me
derrumbe. Al menos tengo que ser fuerte por mis hijos. Si no lo hago,
si dejo que todo esto me haga pedazos por dentro y me suma así en un
caos algo indescriptible, entonces estaré haciendo lo que mi madre
hizo tras la muerte de mi padre, cosa que no voy a consentir.
-Vale-
suspiro-. Eres el Sinsajo, ¿no?- le recuerdo a la mujer que hay
reflejada en el espejo-. Haz el favor de salir ahí afuera y cargar
tu arco.
Y,
como me he dicho a mí misma, abro la puerta y me preparo
mentalmente para todo lo que sé o que intuyo saber que va a pasar en
las horas siguientes. Mi madre me espera en la cocina, algo seria
para lo que estoy acostumbrada a ver, y tras decirme que tome asiento
y cogerme las manos dice:
-Katniss,
sé que no he estado todo el tiempo ahí, a tu lado, y puede que
ahora no sea el momento idóneo para compensarlo, pero quiero que
sepas que estoy contigo.
-No
importa, mamá. Ambas lo hemos pasado mal y ahora...
-Escucha-
me interrumpe-, no te estoy pidiendo perdón, solamente digo que no
puedes rendirte ahora, ¿vale? Yo lo hice contigo y con tu hermana.
Ahora que tú eres madre, no puedes venirte abajo. Tienes que luchar
por ellos. Yo he aprendido algo tarde, pero tú estás a tiempo.
-Mamá,
lo dices como si fuera a salir alguno de ellos.
Ella
agacha la cabeza, me aprieta más las manos y por un momento creo que
se va a echar a llorar. Entonces se incorpora y me regala una leve
sonrisa. Ahora veo que sus ojos están empañados en lágrimas y que
puede que esta noche haya llorado como yo y supongo que como otros
muchos ciudadanos.
-Katniss,
a partir de hoy vas a comprobar que ser madre de lo que podrían ser
tributos es lo más difícil con lo que tengas que lidiar. Puede que
hoy se salven, sí, puede ser. Pero eso no quita que puedan salir en
años posteriores, y eso, cariño, eso es lo que tienes que
comprender.
Sus
palabras se me clavan como si fueran miles de cuchillos afilados.
Cada hoja de los mismos me traspasa con fuerza y hace que todo el
cuerpo me duela. Mis ojos no pueden segregar más lágrimas, así que
lo único que hago es soltarle las manos y esperar a que el agua
helada que me acaba de caer por la espalda se seque de alguna manera.
Aunque tiene razón. Hoy pueden salvarse, pero cada año que pase,
será un año en el que perfectamente pueden salir. Cada año más
papeletas, cada cosecha más posibilidades para que salgan. Reprimo
de nuevo las ganas de coger a todo el mundo y arrastrarlos conmigo al
bosque.
-Debemos
huir- musito.
-No
podemos- dice de repente Peeta-. Somos mentores, estamos atados. Será
imposible y si nos encuentran nos matarán.
-Es
cierto, hija- mi madre vuelve a tomarme las manos-. Estamos como al
principio de todo. Sólo podemos esperar a que alguien como tú salga
para mostrarnos la luz.
Con
eso sé que quiere decir que no puedo volver a ser el Sinsajo. De
hecho puede que haya algún tipo de protocolo para que si vuelvo a
tener alguna esperanza de volver a formar algún levantamiento acaben
conmigo en cuestión de segundos. Estamos todos encadenados bajo el
yugo del Capitolio.
-Tenemos
que salir ya mismo. El toque de queda será en unos minutos y no
estamos listos- dice Peeta con voz queda.
-Sí.