sábado, 3 de noviembre de 2012

Capítulo 9 (Parte I)


En mitad de la noche un grupo de agentes de la paz interrumpe la conversación en susurros que Peeta y yo estábamos teniendo. Cuando abro la puerta, aún con lágrimas cayendo por las mejillas y los ojos rojos e hinchados, me dicen que venían a comprobar que si estábamos todos en casa. Les invito a pasar, a que comprueben con sus ojos que no nos hemos movido y que les odio profundamente a ellos y sobretodo al Capitolio.
-Todo correcto- me espeta.
Pero en puesto de marcharse se queda plantado en el pasillo. Me mira a los ojos profundamente y me pone las manos en los hombros como para darme alivio y consolarme. Peeta reacciona apartándolo, pero le detengo.
-Siempre serás el Sinsajo- dice el agente-. Ojalá puedas cambiar el transcurso de los hechos. Mis hijos también entrarán en el sorteo.
Así que todos, de verdad, independientemente de si eres de un distrito o del mismo Capitolio, van a sufrir viendo como sus hijos se encaminan año tras año hacia la maldita cosecha. Y veo en los ojos del agente de la paz la angustia y desesperación que yo misma siento. Sé que si antes cabía una mínima posibilidad de hacer para que tus hijos tuvieran menos papeletas o de que alguna de forma se libraran de ir, ya no es posible. August, el nuevo presidente de Panem, nieto de Snow, lo ha hecho de esta manera. De forma que nadie pueda librarse de su yugo, y me pregunto cuánto ha tenido que pagar, o en quién se ha tenido que apoyar para que le den su apoyo incondicional. Porque antes, cuando surgieron los juegos por primera vez, el Capitolio no entraba jamás en la cosecha. No iba, así de simple. Ellos se quedaban engordando en casa, sin preocupaciones, sin temor de morir de hambre o de que tú mismo presenciaras unos juegos en primera persona, mientras la gente de los distritos moríamos como si fuésemos perros y nos enviaban a morir al espectáculo que ellos consideraban como una fiesta. Entonces, claro, el Capitolio, Snow, siempre iba a tener esa ventaja. Esas personas que no iban a ir nunca y tenían la seguridad de que eso sería así por lo siglos de los siglos, y entonces apoyarían ese gobierno hasta el final.
Yo marqué la diferencia, yo hice con las jaulas de noche el primer desafío en 64 años para, después de un vasallaje que me devolvió a la arena y una guerra, acabar con todo aquello. El Sinsajo. Yo era eso, pero ya no más. No pienso colocarme de nuevo en esa piel porque no puedo. Mi hermana murió porque yo me convertí en el Sinsajo, en el símbolo de la revolución. Y si no pude salvarla de la muerte, entonces ahora no podré salvar a nadie más.
-Suerte- le digo de todo corazón al agente-. Espero que ninguno de nuestros hijos tenga que ir- se me quiebra la voz y Peeta me sostiene en sus brazos.
-No hagáis tonterías- me susurra-. No os vayáis, es lo peor que puedes hacer, Katniss.
-No lo haré- le prometo.
Al salir ellos de mi casa y Peeta cerrar la puerta con llave, sollozo para finalmente romper en lágrimas. Lo sabía. Lo he sabido siempre. Sarah y Jaden no deberían haber nacido porque ahora pueden morir y yo puedo verlo mediante una pantalla sin poder hacer nada. Me dejo caer al suelo, hincando las rodillas en la madera y me tapo la cara con las manos.
-Tranquila, cariño- me susurra Peeta al oído-. Todo saldrá bien, te lo prometo.
-¿Y si salen, Peeta?
-No, eso no va a pasar. Sólo habrá una papeleta para cada uno.
Me remonto a hace tantos años. A ese día en que yo le dije a Prim que sus posibilidades eran casi nulas porque era su primer año y en la urna sólo habría una papelito con su nombre. Sí, una posibilidad entre miles. La mala suerte basta para que esa mínima posibilidad, en comparación con mis otras muchas papeletas, fuera lo justo. Porque aunque me intente convencer de que mis hijos sólo tendrán una posibilidad cada uno, sé que con una es suficiente para ir a los Juegos. Suficiente para morir y suficiente para seguir otro año más con vida también.
-Prim también tenía una única papeleta, y yo no podré presentarme en lugar de cualquiera de los dos si sus nombres son cogidos- lloro.
Además de que este año, estos primeros juegos de este primer gobierno, dudo mucho que se presente alguien voluntario en su lugar. Porque antes podías pensar que por venganza, por intentar ganar para traer algo de riqueza a tu familia o distrito, alguien podría ocupar tu lugar. Pero este año, estos chicos que han vivido y nacido sin Juegos, ¿puedo esperar que alguno se presente voluntario por mis hijos? Ni aún siendo el Sinsajo. Para ellos yo no tengo la importancia que puedo tener para la gente de mi edad. Así que si alguno de los dos salen, lo único que puedo esperar es que sepan defenderse.
-Gale llegará a tiempo al 2 para la cosecha- dice de repente Peeta-. Por lo menos tú y yo estamos juntos en esto. Annie y él no tienen a nadie.
Es cierto. En cuanto echamos a los agentes de la paz del jardín de Haymitch y Caesar nos dio la noticia, Gale y Annie partieron con sus hijos hacia sus distritos. Ambos con ganas de llorar, ambos maldiciendo lo que yo ahora maldigo.
-No tendremos tan mala suerte- digo para mis adentros en voz alta-. Estarán bien. No irán a los juegos y podremos escaparnos entonces.
-¿Quieres irte?
-Me prometiste que si algún día estaban en peligro entonces huiríamos.
-Sigo manteniendo mi palabra.
-Entonces que así sea. En cuando pase la cosecha, nos iremos a los bosques.
Peeta y yo nos vamos al salón. Nos sentamos en el suelo mientras la luz de las llamas bañan nuestros rostros. Lo que se supone que iba a ser el día de mi vida, de repente, se ha tornado en algo parecido a una pesadilla. Ahora mismo debería estar disfrutando de la noche junto a mi marido. Deberíamos los dos estar rumbo a alguna parte como luna de miel o acostándonos como si fuera la primera vez. Pero no, y por mucho que me apeteciera una de las dos cosas, con todo lo que se nos viene encima y la preocupación que arrastro conmigo, sería imposible.
Miro a mi marido a los ojos y me echo a sus brazos intentado no llorar más de lo que lo he hecho hasta entonces. Esta noche no dormiré, es algo que tengo claro. Sólo quiero que todo pase rápido, que me despierte de tal pesadilla, y que el caos que esté viviendo sea una especie de broma de mal gusto o lo que sea. ¿Por qué el día de mi boda? ¿Por qué cuando más soy feliz tienen que estropearlo? ¿Por qué cuando creo que por fin estoy a salvo tienen que hacerme ver que eso nunca será posible? Que por mucho que lo crea y lo intente eso de ser libre nunca será una realidad. Que cuanto más quiero algo, más intentarán robarlo. Que cuanto más me ciegue con promesas falsas, más dolor me causará el destaparme los ojos y ver la realidad ante mis ojos.
La realidad de hoy es que los Juegos, el yugo del Capitolio, la opresión, la maldad, son cosas que durante toda la eternidad van a seguir existiendo. Que pueden haber existido, existir y que existan miles de Sinsajos como yo a lo largo de la historia, pero que jamás seremos suficientes como para erradicar la perversidad que hay arraigada en el corazón de las personas.
-¿Seguiremos siendo mentores?- le pregunto a Peeta con miedo porque eso sería incluso peor que quedarme en casa si mis hijos salieran. El tener que intentar que uno de tus hijos sobreviva matando a muchos otros niños que no tienen culpa de nada.
Peeta me mira a los ojos y los cierra con fuerza, como cuando tenía un ataque y por un momento temo que hasta el Capitolio haya podido volver a arrebatármelo.
-Perdóname- dice de repente-. Lo siento, Katniss. Si llego a saberlo, a intuirlo de verdad, jamás te lo hubiese ocultado.
-¿El qué?
Entonces me acuerdo de que todos, antes, en casa de Haymitch, parecían saber algo que me habían estado ocultando y que creo que tiene que ver con lo que Peeta me va a decir a continuación. Algo que tiene relación con los juegos, con las elecciones y con no hacerme daño. Algo que tenían planeado y que según Paylor no les salió como tenían previsto.
-Paylor nos convocó hace una semana en casa de Haymitch. Tú estabas en el lago con los niños, así que todo estaba planeado de tal manera que tú no te enterases de nada porque supuestamente lo íbamos arreglar entre todos. Cosa que parece no ha sido posible.
>>Paylor nos contó que habían llegado rumores al 13 de que la elecciones seguramente estarían amañadas y que puede que volvieran los juegos. Evidentemente nadie la creyó, pero resulta ser que es cierto. Aunque no nos lo llegamos a creer ninguno de los presente, Paylor nos dio un plan a seguir. Lo primero era que no te enteraras de nada porque en el mejor de los casos nada iba a pasar y no querían darte un mal trago antes de la boda, pues la cancelarías y la idea era tener a la población ocupada con nuestro compromiso.
>>Debíamos, si pasaba, si volvían los Juegos, mantener la calma. Effie y Cinna volverían a sus antiguos puestos. Tú, Haymitch y yo seríamos de nuevo mentores, así como todos los vencedores que siguieran con vida. Pero, bueno, al ser los primeros en tantos años, habría una posibilidad y es que los padres de aquellos primeros tributos que participaran en los juegos, independientemente de si ese distrito tenía o no mentores previos, podrían ellos ejercer ese puesto. Es decir, que si por ejemplo, Oliver saliera, Gale podría ir.
-Eso es horrible- musito-. Lo es que me hayáis mentido, pero mucho más lo que van a hacerles a esos pobres padres.
-¿No fue así en los primeros? ¿No fueron los padres de los tributos sus mentores?
Me encojo de hombros. Mi mente sabe perfectamente cuál es la respuesta a la pregunta, pero ni siquiera tengo fuerzas de rescatarla. Abrazo aún más a Peeta con odio por haberme mentido, pero aferrándome a su cuerpo con fuerza porque tengo miedo a perderme. Lo necesito en estos momentos y pelearme por haberme ocultado el asunto no sería bueno para ninguno de los dos. No teniendo una cosecha con la que lidiar dentro de escasas horas. Así que al despegarme de él, lo miro a los ojos y junto nuestros labios mientras las lágrimas saladas de ambos se mezclan en nuestras bocas.

Todo el trabajo que ayer hicieron los estilistas queda abandonado a otra dimensión y las ojeras, los ojos hinchados y rojos, y los labios secos y algo agrietados lo reemplazan. Me froto la cara y me echo agua de nuevo. No hay nada que hacer, esa es la conclusión a la que llego cuando me miro al espejo por cuarta vez esta mañana. Me he pasado toda la noche llorando en los brazos de Peeta, intentando encontrar el modo de sacar fuera a mis hijos de la cosecha, pero no he encontrado nada que me sirva sin hacer daño a alguien o sin poner en peligro nuestras vidas. Así que lo único que me queda es la resignación y esperar que ellos no salgan. Ni ellos ni nadie querido y conocido, lo cuál creo que será algo difícil.
-¿Katniss?- oigo la voz de Peeta desde la cocina.
No quiero contestarle. No quiero en estos instantes hablar con nadie, ni ver a nadie, ni que exista nada. Quiero despertarme de la pesadilla que estoy teniendo. Quiero abrir los ojos y encontrarme en mi vieja casa en la Veta, a Prim dormida a mi lado, a Buttercup bufándome y a Gale esperando en el bosque para lo que será un buen día de caza. Quiero que todo vuelva a como era antes de la primera y última cosecha de Prim. Quiero que nada de lo que presencié y viví pasara, y por último, quiero que todos los que hay ahora mismo en esta casa, que todos aquellos con los que me he cruzado en mi vida, y todas esas personas que me conocen por ser el Sinsajo no tengan ni idea de que existo. Así todo sería mejor. Todo sería distinto de no haber nacido, o de no haberme convertido en lo que soy ahora y por lo que tengo que pagar. Un precio demasiado alto.
-Katniss- Peeta se acerca hasta la puerta del cuarto de baño y da unos golpecitos-. Tu madre está aquí. Quiere verte.
Está bien. He de recomponerme. Todavía no hay nada asegurado. Hay muchos niños en el 12 y no tienen por qué ser mis hijos. Sé que aún así voy a tener que ejercer de mentora, de hecho a primera hora de la mañana me llegó una carta firmada por el mismo presidente de Panem invitándome a ello, pero no puedo dejar que nada ahora mismo me derrumbe. Al menos tengo que ser fuerte por mis hijos. Si no lo hago, si dejo que todo esto me haga pedazos por dentro y me suma así en un caos algo indescriptible, entonces estaré haciendo lo que mi madre hizo tras la muerte de mi padre, cosa que no voy a consentir.
-Vale- suspiro-. Eres el Sinsajo, ¿no?- le recuerdo a la mujer que hay reflejada en el espejo-. Haz el favor de salir ahí afuera y cargar tu arco.
Y, como me he dicho a mí misma, abro la puerta y me preparo mentalmente para todo lo que sé o que intuyo saber que va a pasar en las horas siguientes. Mi madre me espera en la cocina, algo seria para lo que estoy acostumbrada a ver, y tras decirme que tome asiento y cogerme las manos dice:
-Katniss, sé que no he estado todo el tiempo ahí, a tu lado, y puede que ahora no sea el momento idóneo para compensarlo, pero quiero que sepas que estoy contigo.
-No importa, mamá. Ambas lo hemos pasado mal y ahora...
-Escucha- me interrumpe-, no te estoy pidiendo perdón, solamente digo que no puedes rendirte ahora, ¿vale? Yo lo hice contigo y con tu hermana. Ahora que tú eres madre, no puedes venirte abajo. Tienes que luchar por ellos. Yo he aprendido algo tarde, pero tú estás a tiempo.
-Mamá, lo dices como si fuera a salir alguno de ellos.
Ella agacha la cabeza, me aprieta más las manos y por un momento creo que se va a echar a llorar. Entonces se incorpora y me regala una leve sonrisa. Ahora veo que sus ojos están empañados en lágrimas y que puede que esta noche haya llorado como yo y supongo que como otros muchos ciudadanos.
-Katniss, a partir de hoy vas a comprobar que ser madre de lo que podrían ser tributos es lo más difícil con lo que tengas que lidiar. Puede que hoy se salven, sí, puede ser. Pero eso no quita que puedan salir en años posteriores, y eso, cariño, eso es lo que tienes que comprender.
Sus palabras se me clavan como si fueran miles de cuchillos afilados. Cada hoja de los mismos me traspasa con fuerza y hace que todo el cuerpo me duela. Mis ojos no pueden segregar más lágrimas, así que lo único que hago es soltarle las manos y esperar a que el agua helada que me acaba de caer por la espalda se seque de alguna manera. Aunque tiene razón. Hoy pueden salvarse, pero cada año que pase, será un año en el que perfectamente pueden salir. Cada año más papeletas, cada cosecha más posibilidades para que salgan. Reprimo de nuevo las ganas de coger a todo el mundo y arrastrarlos conmigo al bosque.
-Debemos huir- musito.
-No podemos- dice de repente Peeta-. Somos mentores, estamos atados. Será imposible y si nos encuentran nos matarán.
-Es cierto, hija- mi madre vuelve a tomarme las manos-. Estamos como al principio de todo. Sólo podemos esperar a que alguien como tú salga para mostrarnos la luz.
Con eso sé que quiere decir que no puedo volver a ser el Sinsajo. De hecho puede que haya algún tipo de protocolo para que si vuelvo a tener alguna esperanza de volver a formar algún levantamiento acaben conmigo en cuestión de segundos. Estamos todos encadenados bajo el yugo del Capitolio.
-Tenemos que salir ya mismo. El toque de queda será en unos minutos y no estamos listos- dice Peeta con voz queda.
-Sí.

Capítulo 9 (Parte II)


Me levanto de la silla, abrazo a mi madre, pues sé que ella al ser abuela también lo está pasando mal, y me dirijo hacia las escaleras. Peeta va delante mía, si mirar hacia atrás, sólo pendiente de no tropezarse. Él puede que esté peor que yo aunque no lo demuestre. Le quitaron a su familia, le hicieron olvidarse casi de mí, casi muere como un millón de veces, y encima se siente culpable por haberme insistido en tener a Jaden y Sarah, cosa que sabía que yo no estaba muy de acuerdo. Y se le suma que volver al Capitolio en estas condiciones, como mentor de dos niños que no tienen ni idea de lo que son los Juegos y que estarán más asustados que nosotros cuando fuimos, le afecta demasiado.
Sarah sale por la puerta de su dormitorio y me abraza en cuanto me ve. Ella puede comprenderlo un poco mejor que su hermano, pero aún así sé que no está preparada en absoluto. Le correspondo el abrazo con fuerza y al poco tiempo se suma Jaden. Peeta decide también abrazarnos y quedamos todos hechos una piña en el centro del pasillo. Nos sé qué es lo que ocurre, pero todos comenzamos a estallar en carcajadas nerviosas. Todos tenemos miedo y ahora mismo lo estamos liberando, juntos, unidos, fuertes y valientes, esperando que lo que tenga que ocurrir, suceda en el mejor de los casos.
-Os quiero- digo en voz alta-, y pase lo que pase nunca os dejaré solos, ¿vale?
-No lo dudamos, mamá- responde Sarah-. Siempre unidos.
-A salvo y vivos- recuerda Peeta-. Siempre.
-No pasará nada malo- termina Jaden.
Nos vestimos apropiadamente, pero tampoco para ir a un desfile de modelos del Capitolio. Algo elegantes, al fin y al cabo, si miramos hacia atrás, las ropas que tenemos ahora no se pueden comparar con lo que solíamos llevar. Y además tampoco es que apetezca mucho ponerse las mejores galas para algo que va a ser como una sentencia de muerte. Si por mí fuera, iría con lo peor que pudiese tener. Al bajar las escaleras, descubro que mis hijos ya están listos y que Peeta y mi madre ya están saliendo por la puerta. El toque de queda suena y suspiro profundamente.
-Una cosa antes de irnos- digo alzando la voz-. Quiero que todos sepáis que...- pienso bien en lo que voy a decir. Quiero que transmita fuerza y coraje, pero tampoco quiero que se arme una revolución con eso-. Los valientes no lloran y que los cobardes esconden la cabeza. No me cabe la duda de que todos vosotros sois las personas más valientes que he conocido y que hoy lo vais a ser más que nadie. Cada uno de vosotros lleva un sinsajo dentro.
Caminamos sin prisa hacia la plaza donde estará colocada la plataforma en la que un año más, Effie se subirá y tras decir unas palabras sacará las papeletas de las urnas. Después los tributos serán conducidos al Edificio de Justicia donde tendrán una hora para despedirse de sus familiares. Peeta, Haymitch y yo somos los mentores así que no sé si los padres de los tributos irán con nosotros para ejercer dicho puesto.
Cuando llegamos a la plaza un agente de la paz nos localiza e identifica y nos dice que hemos de acompañarle ya que nosotros debemos sentarnos en el escenario junto con Haymitch y la alcaldesa. Así que, antes de que mis hijos se dirijan hacia las filas separadas por edades, abrazo a los dos y les digo:
-Sois todo lo que tengo y no voy a permitir que os pase nada. Os lo prometo.
Me separan de ellos y no puedo ver con claridad lo que pasa después. Nos trasladan a Peeta y a mí al interior del Edificio de Justicia y esperamos a que nos llamen.
-Nunca tuvimos la oportunidad de saber lo que se siente- dice Peeta-. Dos años seguidos siendo tributos. En realidad nunca fuimos mentores.
-No os perdisteis mucho- anuncia Haymitch-. Ya que pensaba que me iba a librar para siempre- refunfuña.
-Nadie iba a saber que volverían- digo yo.
-¿Creéis que hay alguna manera de hacer que vuelvan a irse?- pregunta Peeta.
-Necesitaríamos una guerra, y, por supuesto, otro Sinsajo.
-¿Es que me he quedado anticuada?- replico.
-No- contesta Haymitch-. Supongo que no querrás volver a meterte en su piel, ¿no?
-La verdad es que no.
-¿Ni siquiera por nuestros hijos?
Es entonces, mediante esa pregunta de Peeta, cuando veo por primera vez que está molesto conmigo. Lo miro entrecerrando los ojos, intentando descubrir qué he hecho para que esté así. ¿Será eso? ¿El casi haberme rendido? ¿El no haber tomado cartas en el asunto? ¿El no volver a ser el Sinsajo? Mientras todas estas preguntas me rondan en la cabeza y me devano los sesos para intentar hallar una respuesta coherente, los agentes nos llevan hasta el escenario, y cuando el sol me da de lleno en la cara y veo a todos ellos niños de pie, mirándonos fijamente, el corazón me da una punzada enorme y aparto las preguntas para un momento más tardío.
Nos sentamos en los asientos indicados y busco caras conocidas entre todas las que hay abajo. Para mi desgracia hay demasiados chicos y chicas que conozco. Entonces doy con Jaden y esbozo una pequeña sonrisa. Ya ha pasado todo el proceso de identificación y no veo en él ningún signo de preocupación o alteración. A Sarah no consigo encontrarla y eso hace que me ponga más nerviosa todavía. Me incorporo un poco para ver mejor hasta que Peeta tira de mi falda para que vuelva a sentarme y mantenga la compostura.
-Están ahí, no van a ir a ninguna parte- me recuerda.
-¿Y si sale uno de ellos, Peeta? ¿Qué pasará?
-No lo sé- dice y tras un silencio suelta lo que tenía guardado-. Pasará que tenías razón y que nunca debí haberte obligado a tenerlos.
-¡Peeta! No me obligaste- exclamo-. Me convenciste, que es distinto.
-Pero no querías.
-En el fondo sí, lo único que no quería es esto de aquí.
-Lo siento- se disculpa.
-De eso nada- me acerco a él y le doy un beso corto en los labios-. Te quiero, ¿vale?
La alcaldesa nos interrumpe diciendo algo para todo el mundo, pero no me molesto en escucharla. Que diga lo que quiera, lo que le hayan dicho que tiene que pronunciar. Yo mientras seguiré pensando qué hacer, porque no puedo dejar que esto suceda año tras año de nuevo. ¿Sería bueno volver a ser el Sinsajo aunque signifique mi muerte?
Gale ahora mismo estará en el 2, entre todos los padres, rezando para que Oliver no sea el tributo masculino, que si estuviéramos en los Juegos de toda la vida, sería un profesional. Cinna llegará al Capitolio mañana o así, no sé cómo va a hacer para preparar todo lo que tenga en mente, ni para recomponerse del duro golpe. A Effie la veré en cuestión de segundos y a todos los demás, bueno, espero no verles. Aunque supongo que Enobaria, Johanna, Annie y Beetee serán mentores de sus distritos. ¿Cómo será realmente este año? Cuatro tributos más. Tributos que no tienen ni idea de lo que son los Juegos realmente. Chicos y chicas que no han pasado hambre en sus vidas, que no saben cazar y mucho menos coger un arma. ¿Serán capaces de matar o, por el contrario, esperaran a morir de hambre, frío o por alguna enfermedad? ¿Qué les tendrán los vigilantes preparado para que se desarrollen los Juegos una vez en la Arena?
Effie Trinket aparece en escena caminando lentamente hacia el micrófono, posando su mirada en mí y en Haymitch antes de pronunciar cualquier sonido. Ella no quiere hacerlo. No quiere que esto suceda de nuevo, al igual que muchos de todos los que estamos en la plaza, por no hablar de toda la totalidad de Panem.
-Bienvenidos- comienza esta vez con un tono apagado en la voz-, bienvenidos a los Septuagésimo Séptimos Juegos del Hambre y que la suerte esté siempre, siempre de vuestra parte. Creo que todos ya sabéis el comunicado que hubo anoche, y por motivos que no me están permitidos decir, se ha modificado la fecha. El sistema es el mismo aunque con alguna modificaciones. El sorteo se realizará entre chicos y chicas de 11 a 18 años, siendo dos tributos por cada distrito y dos por el Capitolio. El proceso que le sigue a esta cosecha se mantiene.
A Effie se le quiebra la voz. Cierra los ojos y creo ver en sus labios lo que es una cuenta hasta el número diez. Mientras, el silencio reina en toda la plaza y nadie se atreve a corromperlo. Ni un murmullo, ni un carraspeo, ni siquiera el sonido del aire o de algún animal se deja entrever. Ni lágrimas, ni suspiros. Nada de nada. Sólo el silencio de una gran comunidad, sólo el aplauso que podemos darle a Effie. Aunque, si lo que quiero de verdad es darle una muestra de apoyo, entonces sé lo que tengo que hacer. Me levanto de la silla y sin avanzar un paso me llevo los tres dedos centrales de la mano izquierda a los labios y los lanzo hacia el frente mirando a todos los presentes. Sólo aquellos que saben el verdadero significado me acompañan.
-Perdonad- dice Effie-. No es fácil- traga saliva y prosigue-: como todos los años el Capitolio decide poner un video para la ocasión y esta vez no iba a ser diferentes, así que ahí lo tenéis- señala una gran pantalla y se aleja un poco del micro.
No pensaba que a Effie le fuera a afectar tanto. Puede que de lejos la hubiese puesto entre los principales. Pero supongo que no tengo ni idea de cómo se puede sentir. Ella es la que saca los papeles, ella es la que, en realidad, lleva a los tributos a la Arena. Debe ser un trabajo horrible. Además, puede que antes sí que lo quisiera hacer, pero ahora, después de todo, lo dudo.
Me levanto y me arrastro hasta ella mientras el video, distinto a todos los que he visto y que resume ambas rebeliones, se reproduce.
-Lo estás haciendo muy bien- le animo-. Ahora te queda lo último. No te preocupes. Sean quienes sean esos dos chicos no te vengas abajo.
-La última vez saqué tu nombre, y la anterior fue el de tu hermana. Si tengo la misma suerte, este año puede que coja a Sarah o a Jaden.
-No. Eso no pasará. Recuerda: una posibilidad entre miles.
El video acaba y Effie vuelve al micro. En este momento me evado. Mi mente se queda lejos de manera que mi cuerpo no sufra ni sienta nada. No sé si quiero ser consciente cuando diga el primer nombre, pero, si soy capaz, espero no derrumbarme sea quién sea.
-Las damas primero- dice Effie dirigiéndose hacia la urna de las chicas.
Mete la mano dentro y rebusca entre todos los papeles. Deseo con todas mis fuerzas que no sea mi hija, que no sea mi hija, que no sea mi hija. Trago saliva con mucha fuerza y busco la mano de Peeta para que me dé fuerzas. Cuando Effie se sube al podio para leer las palabras que se encuentren escritas en el pequeño papel blanco, cierro los ojos. <<Que no sea yo>>, pienso sin querer como cuando tenía 16 años. <<Que no sea ella>>, me rectifico.
Effie acerca sus labios al micrófono y recita:
-Sarah Mellark- se ahoga en sus palabras y yo me tambaleo en el asiento.
Un murmullo gigantesco se extiende por toda la plaza y veo cómo mi hija, perdida entre todas las chicas, se dirige hacia el escenario sin vacilar. No lo duda ni un segundo. Es como si llevara toda la vida sabiendo que iba a terminar así, como si hubiera ensayado, como si lo supiese de antemano. Veo en ella mi reflejo. Y, aunque lucho por levantarme y gritar a toda voz que me presento voluntaria, sé que no puedo hacerlo y que si lo hiciera seguramente me arrestarían. Así que me quedo donde estoy, intentando asimilar que voy a ser mentora de mi hija y que ahora, el tributo masculino que salga estará directamente sentenciado por mí, porque pienso sacar a mi hija con vida de estos Juegos.
Sarah sube al podio y en vez del habitual cordial saludo, las cámaras recogen un abrazo amistoso y protector por parte de Effie a la chica. Entonces, sin más dilación, la acompañante se dirige a las urnas de los chicos, en el otro extremo del escenario, y rebusca meticulosamente entre todas las papeletas. Debe elegir con cautela cuál de ella le dará vida al próximo tributo, porque sabe que no puede sacar a mi hijo. Y ahora no deseo que sea él. Deseo que alguien se presente voluntaria por mi hija. Quiero que alguien con mi espíritu dé su vida por ella.
Effie sube de nuevo al podio y se seca un par de lágrimas. Con mucho esfuerzo consigue doblar la papeleta y, tras echarse las manos a la cabeza y dejar caer el papel, musita:
-Jaden Mellark.
El mundo se detiene por completo.