La
venganza es una acción infinita. Es algo que continuamente está en
nuestro corazón y lo que nos impulsa a cometer ciertos actos. Es lo
que hace que nuestras manos queden manchadas de sangre y en nuestro
interior la rabia nos consuma a fuego lento. Hace que nos desnudemos
de nuestra personalidad y nos pongamos un traje nuevo, un traje frío
y oscuro, sin sentimientos, vacío. Arranca de nuestro interior lo
peor que podamos tener y lo saca a la luz para llevarnos a nuestro
fin; hacer justicia. La venganza justifica los medios para conseguir
sus propios propósitos. En cuanto se despierta es una fiera salvaje
que nos destruye a nosotros y a todo aquel que nos rodea. Es, en si,
el mal de nuestra alma, la condena que nos atosiga, el tormento que
sufrimos, pero también la llave que hace que el dolor desaparezca.
Gracias a ella podemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para
que los problemas se solucionen. La venganza es un arma peligrosa,
pero la más afilada y eficaz de entre todas. Si no existiera me
ahogaría en mi propio mar de desesperación. Así que esto es lo que
me queda. Arriesgar lo que tengo y lo que me han quitado para tomarme
mi propia justicia y servir de buena gana todo lo que ahora poseo y
me invita a hacerlo; la propia venganza.
No
dejo de pensar en otra cosa. No puedo mirar a nadie, ni hablar con
nadie. Necesito tiempo para estar tranquila, para que la venganza
llene cada extremo de mi cuerpo hasta que no quede ni un ápice de
piel sin ella. La necesito. Sé que si no lo hago, si no dejo que me
atrape entre sus garras, me derrumbaré para siempre. Me quedaré en
un estado como el de mi madre cuando mi padre murió y eso es justo
lo último que mis hijos necesitan en este momento.
¿Cómo
es posible? ¿Cómo es posible que Sarah y Jaden, ambos, vayan a los
Juegos? No lo entiendo. ¿Qué probabilidades había de que fueran
los dos? ¿Cuántas? No culpo a Effie por sacar ambas papeletas, pero
algo me dice que hay trampa. ¿Cómo si no voy a explicar que los dos
hijos del Sinsajo tengan que batirse en duelo a muerte? Pero lo que
más me preocupa es qué voy a hacer. Teniendo en cuenta que este año
hay más tributos y éstos nunca han visto una espada, ¿cómo voy a
hacer para salvar a uno de los dos? ¿Cómo voy a pedirles que maten?
Y lo más importante, ¿a quién salvo? ¿Sarah? ¿Jaden? ¡Son mis
hijos! No puedo alentar a uno y hacer que el otro muera. Los quiero a
ambos por igual.
Juró
por todo que me vengaré. Que seré silenciosa como un felino,
amenazante como un oso pardo, rápida como un halcón y mortal como
una cobra. Mataré al nieto de Snow. Mataré a todo aquel que haya
puesto un simple grano de arena para hacer que los Juegos hayan
vuelto y que mis hijos formen parte de esto. Prometo que seré tan
dura como un diamante y tan implacable como un huracán. La tormenta
de Katniss se avecina y nadie está preparado.
Pero
mi plan de venganza y todo el odio y rencor que podía albergar se
vienen abajo cuando Peeta entra dentro de nuestro compartimento en el
tren que nos lleva al Capitolio. Es verlo y toda mi furia queda
apartada temporalmente. Me echo en sus brazos y lloro abiertamente.
-He
venido a ver cómo lo llevas.
-Mal-
digo-. No se puede llevar de otra forma, intento ser fuerte, Peeta,
pero me puede.
-Lo
sé. Yo estoy igual. Lo siento.
-Tú
no tienes la culpa. Es el Capitolio. Es este nuevo gobierno.
Me
acaricia el pelo y me mece suavemente hasta que me tranquilizo un
poco. Peeta deja asomar algunas lágrimas pero hoy es él el valiente
en esto. No va a dejar que sus ganas de llorar sean un obstáculo
para mí y algo que haga que me ponga peor.
-¿Eres
consciente de lo duro que vamos a tener que trabajar?
-Peeta,
no podemos salvar a uno. Tiene que ser ambos.
-Eso
no es viable.
-Lo
haré posible. No sé cómo, pero lo haré así.
-Katniss,
no es que estemos justamente en el puesto de privilegiados y no creo
que nos vayan a conceder honores. Esto seguramente sea parte de una
conspiración y van a ir a por ellos. Sé que duele, pero tenemos que
elegir a uno.
-No
puedo.
-Está
bien- se hace el silencio durante segundos-. Elige- me ordena.
-Pero
has dicho...
-¡Elige!
Elegir
entre dos de tus seres queridos, entre dos personas que son tuyas,
que les has dado la vida, que has visto cómo han crecido y les has
ido enseñando todo lo que sabías es lo más duro a lo que me
enfrento. Podré batallar en mil guerras y matar a personas
desconocidas, podré ponerme en peligro y sacrificarme si es
necesario, pero elegir ahora significa intentar salvar a uno y firmar
la sentencia del otro.
-Jaden-
digo quebrando mi voz.
Es,
de los dos, el más indefenso. Tampoco es que haya pensado mucho en
la respuesta, pero, por algo que no reconozco, me he sentido peor
cuando he oído su nombre en la Cosecha. Puede que sea porque Sarah
me ha recordado tanto a mí que algo me dice que aunque ayude a
Jaden, ella puede ganar por si sola.
-Bien,
yo me quedo a Sarah.
-¿Qué?
-Ocúpate
de entrenar a Jaden, yo lo haré con Sarah. Si uno de los dos muere,
será el otro el que viva. Si uno elige a uno, y el otro al que
queda, entonces uno de los dos se salvará.
-¿Ese
es tu plan?
-Por
ahora sí, ya veremos lo que se nos ocurre. Tenemos mucho en que
pensar, Katniss- y tras decirme esto y darme un beso en la frente, se
marcha fuera del compartimento.
Pensar.
Ahora lo único que tengo en mente es hacer una larga lista de
nombres y encargarme personalmente uno por uno. Les arrebataré todo
lo que tengan y les haré sufrir lo mismo que yo estoy sufriendo
ahora. Sí, la bondad y la compasión ahora mismo no tienen cabida en
mi corazón.
Al
cabo de un rato pensado en cómo puedo acabar con la vida de mis
enemigos, me doy cuenta de que en vez de estar planeando tantas cosas
debería estar junto a mis hijos. Apenas sí hemos compartido unas
palabras en el Edificio de Justicia y sé que me necesitan en estos
instantes. Salgo de mi compartimento y me encamino hacia el
vagón-bar.
-Hola,
preciosa- me saluda Haymitch sin mucha expresión en la voz.
-¿Dónde
están mis hijos?
-Supongo
que con su padre. ¿Te has dado cuenta de que tienes que ejercer de
mentora?
-No
estoy para bromas.
-Lo
sé- se incorpora de su asiento y me enseña la botella que tiene en
la mano-. ¿Quieres?
La
verdad es que emborracharse sería la manera más rápida para acabar
con el dolor que me comprime el pecho momentáneamente. La manera más
cobarde, sí. Si decido coger esa botella sé que no pararé. Si
fuera yo la tiene que luchar y meterse dentro de un estadio, entonces
no dudaría en beber hasta desmayarme, pero por mala suerte son mis
hijos los que están en peligro.
-No.
Ya lo hice una vez. No más, por ahora.
-Oh,
entonces he de suponer que si tus hijos no salen con vida, beberás.
-Lo
dices como si pudiesen salvarse ambos- musito.
-¿Acaso
no ganasteis vosotros dos?- deja la botella en una mesa y se
levanta-. Pueden hacerlo, no me cabe la menor duda.
-Irán
a por ellos, Haymitch- replico.
-Tampoco
lo dudo. Pero, si te dijera que hay una remota posibilidad de que
ganen los dos, o al menos de que salgan con vida, ¿qué harías?
Me
quedo callada, contemplando la moqueta del suelo como si allí
estuviera la respuesta. Sé que es algo imposible. Aunque quiera
creer las palabras del mentor, sé que mis hijos están condenados y
como mucho podría sacar a uno. Si dijéramos que sólo estuviera
Sarah, o sólo Jaden, entonces sería un poco distinto. Me centraría
sólo en uno y no me preocuparía por el otro porque sabría que
estaría bien. Pero en esta ocasión son ambos y no puedo traerlos de
vuelta a los dos. O Sarah, o Jaden. Además, no quiero que mis hijos
manchen sus manos.
-Es
mentira. No te creería.
-Bien-.
Hace una pausa larga y pensativa, silenciosa-. Es justo lo que
pensaba que ibas a decirme, así que no voy a malgastar tiempo en
intentar explicártelo. Cuando lleguemos al Capitolio lo verás con
tus propios ojos, pero, Katniss- se acerca a mí y me mira
intensamente a los ojos-, recuerda lo que todo el mundo te ha dicho.
Lo que Paylor te dijo en el 13.
-Que
pasase lo que pasase, y viese lo que viese...
-...nunca
olvides quién es tu verdadero enemigo.
¿Y
qué quiere decir con esto? ¿Que voy a tener que luchar contra todos
los parientes de Snow? ¿Qué mis enemigos son todos aquellos que me
amenazan? ¿Que no sé quién es realmente mi enemigo? No lo
comprendo, al igual que tampoco entiendo eso que no se va a molestar
en explicarme y que luego veré con mis propios ojos. ¿A qué se
referirá?
-Recuerda,
Katniss, que esos niños no son amenaza alguna. Su padres sí
vivieron para conocerte y saben perfectamente quién eres.
-Ser
el Sinsajo no va a cambiar nada- sentencio.
-Oh,
querida, ahí estás muy equivocada. Ser el Sinsajo lo es todo.