sábado, 14 de julio de 2012

Capítulo 2 (Parte I)


Siempre me he preguntado por qué Peeta tardaba tanto en pedirme matrimonio. Al fin y al cabo, después de todo lo que pasamos desde los Juegos y de tener dos hijos, es lo menos que podía esperar. Pero ahora lo sé. Tenía miedo a que, por haber intentado matarme al estar bajo los efectos del veneno, yo le odiase o lo olvidase por completo. Seguro que ha tardado tanto para asegurarse de que no quedaba ni un rastro de rastrevíspula en su interior. Hubo un momento en estos 16 años que pensaba que ya nunca iba a contemplar la posibilidad de casarme, pero después de la petición de esta tarde, todo ha cambiado. No podré decir nunca que hubiese podido ser mejor. Peeta ha hecho que su petición sea mucho más que inolvidable. Cierro los ojos al pensar en el sonido del agua, en la brisa cálida sobre nosotros, el sol ocultándose entre las montañas. El pelo dorado de Peeta con esa luz anaranjada. Llevaba preparándolo meses, contando cada minuto, cada segundo hasta ese momento, y a cada hora que pasaba se sentía más nervioso por el ansiado momento. Yo no había sospechado nada, ni cuando la noche anterior se lo había contado a Jaden, ni cuando al medio día se lo había comentado a Sarah, ni cuando se lo había explicado todo a Haymitch esta mañana. Ahora él se encuentra durmiendo, a mi lado, agarrando la mano que sostiene en el dedo anular el anillo de compromiso. Hoy me toca a mí velar por su seguridad, por que esta noche descanse. Así puedo pensar lo que siento, el sentimiento tan agradable que me produce pensar en nuestra boda. Nuestra boda. Recuerdo con vehemencia cómo le dije un millón de veces a Gale que no me casaría y no tendría hijos, pero, claro, por aquel entonces nunca hubiese imaginado todo lo que ha pasado hasta el momento. Y la verdad es que ahora mismo lo que más me hace feliz es saber que voy a estar con Peeta el resto de mis días. No hay nada en este mundo que pueda cambiar el deseo de que llegue ese día, dentro de tres semanas. Al decirle que sí a su propuesta de matrimonio, inmediatamente después de mil besos por mi parte, llegó la pregunta de cuándo. Yo contesté que cuanto antes, que por mí lo hacíamos en ese mismo instante. Peeta no se lo podía creer porque pensaba que incluso me iba a negar. Supongo que tantas veces dije que no quería casarme que todo el tiempo estuvo paralizado, encontrando un momento para hacerme la propuesta y desear que fuera un sí, aunque fuera un sí no muy convincente. Así que dentro de tres semanas pasaré de ser Katniss Everdeen a ser Katniss Mellark. Las cosquillas se apoderan de mi estómago al pensarlo.
-Me encanta cuando sonríes así- suelta de repente.
-Hola- le digo sonriendo más todavía.
-¿Qué hora es?
-Van a dar las siete- respondo- duérmete otra vez, hoy es sábado, descansa.
-No podré hacerlo si tú no lo haces conmigo.
Apoyo mi cabeza en su pecho y pongo la mano del anillo sobre su corazón. Escucho su acompasada respiración y tarareo la misma canción que le canté a Rue antes de su muerte. Noto que mis párpados se cierran al los segundos y antes de sumirme en el sueño digo:
-Te quiero.
Cuando me despierto el sol está muy alto, brillando con fuerza, proyectando que hoy será un gran día. Al incorporarme unos brazos se enganchan a mi cuello y una enhorabuena sale de la boca de alguien. Enseguida algo pesado cae sobre el lío de brazos y piernas que me cubren y las habitación se invade de risas.
-¡Papá, para!-grita Sarah intentado devolverle las cosquillas a Peeta.
Jaden se abalanza contra su padre sin resultados. Sarah patalea sin parar de reír y Haymitch vitorea a Jaden para que siga intentando derrotar a su padre. Al final, algo confusa por este despertar que no me esperaba para nada, decido luchar contra mi futuro marido haciéndole cosquillas a él también. Sarah se escabulle de sus manos y nos quedamos Peeta y yo solos en el campo de batalla.
-Señorita Everdeen, ¿se ha levanto usted con ganas de pelear?
-Nadie se mete con mis hijos.
Nos enzarzamos en una pelea que termina con todos los cojines y almohadas volando por la habitación y conmigo y Peeta rodando por el suelo hasta topar con la pared. Jadeando le estampo un cojín en la cara y me dejo vencer. Los niños siguen tirándose almohadas y persiguiéndose mientras Haymitch controla cada uno de sus movimientos. Noto que Peeta me aparta el pelo de la cara y dirijo mi vista hacia él.
-Buenos días-musita.
-No podrían se mejores.
Y no me equivoco. En el salón me espera un gran desayuno que considero también como almuerzo. Los niños pican de todo un poco mientras Peeta dice que no coman mucho que si no luego no se comen la comida. Haymitch lleva todo el rato observándome, sin hablar, pero sonriendo. Cuando nos quedamos solos dice:
-Enhorabuena, Katniss.
-Gracias-digo entusiasmada.
-Sabía que dirías que sí. ¿Sabes? Peeta tenía un miedo increíble de pedírtelo y de que lo rechazaras. Cuando me lo contó ayer estaba muy nervioso, casi seguro de que dirías que no. Me alegro de que se equivocara.
-Es Peeta, Haymitch, nunca me podría negar a una petición como esa. Además casi nos casamos en el Capitolio, estamos destinados a ello, ¿no?
-Como mentor vuestro me voy a encargar de que esa boda se celebre dentro de tres semanas. Necesitas solo una cosa, algo que te llevará a los sitios indicados, que todo esté a punto a la hora exacta. Necesitas a la persona que es perfecta para este trabajo.

Effie Trinket aparece por la puerta con el pelo teñido en cían, una sonrisa gigantesca plasmada en la cara y cientos de papeles en las manos. Saluda a Peeta y se presenta a los niños con un par de besos. Cuando me ve, ahoga una exclamación y me abraza con fuerza. Saluda a Haymitch con la mano mientras me suelta.
-Querida, tenemos que preparar muchas cosas. Tu traje, las invitaciones, la reserva del sitio donde lo vayas a hacer, la decoración, la música...No puedes quedarte de brazos cruzados.¡Vamos!- me coge por los hombros y me lleva al salón- tenemos tres semanas para hacer la boda perfecta.
Nos pasamos toda la tarde haciendo lista de cosas, buscando en revistas modelos de vestidos e imaginando como será todo. Effie no para de hacer cálculos de tiempo y de llenar su agenda con rápidas anotaciones de lo que haremos en los próximos días. Cuando siento que no puedo seguir planificando todo con tanta exactitud digo:
-Effie, dame un respiro-me echo hacia atrás en la silla y suspiro-. ¿Dónde te vas a quedar? 
-Haymitch me ha ofrecido casa y comida estas tres semanas, no es que sea lo mejor del mundo pero no me voy a quejar.
-¿Tú y Haymitch tres semanas compartiendo casa, ducha, mesa y sofá? No puedo creerlo.
-Tus hijos son preciosos-dice evitando mi anterior comentario.
-Gracias-respondo-¿sabes algo de mi madre?
-Nada nuevo. Se pasa todo el día en el hospital,y parece ser que el rumor sobre que estaba saliendo con alguien, es cierto. Supongo que ya lo conocerás el día de tu boda.
-¿Qué dirá mi madre cuándo vea que me caso? En cierto modo creo que se lo esperará, o quizá no.
-¿Sabe qué es abuela?
Niego con la cabeza. No hablo con ella desde hace 14 años, desde que ella dejó el Distrito 4 para mudarse al Capitolio. Perdí el contacto con ella y por razones que desconozco, nunca me llamó desde allí. Por meses estuve preocupada por si le había pasado algo, hasta que llegó Effie y me contó detalles de su nueva vida. Yo creo que es por que en la última conversación sólo hablé de Prim y esto puede que le hiciese darse cuanta de que había perdido de verdad a una de sus hijas. Que Prim jamás regresaría y que por mucho que intentase evitarlo, la culpabilidad iba a arrastrarla siempre consigo. Sacudo la cabeza deshaciéndome de estos pensamientos y me levanto buscando con la mirada la foto de mi madre y Prim. Me gustaría tanto que mi hermana estuviese aquí para presenciar la boda. Seguro que ella estaría incluso más nerviosa que yo. Pensaría en detalles que a la propia Effie ni se le ocurrirían y estaría contando los segundos para el momento, disfrutando de ser tía, viviendo cómo ella siempre quiso.

Los días van transcurriendo y Effie no para de llevarme de un sitio a otro. Me tiene exhausta y mareada con tanto viaje de tienda en tienda. Quiere que sea perfecto, que todo este planificado al dedillo, y aunque yo también quiero que sea especial, no me vendrían mal respirar un poco. Ya tenemos los anillos encargados, el papel para las invitaciones y, sin yo saber cómo es, el traje de Peeta. Effie dice que lo primero que hizo al enterarse de nuestro compromiso -vía Haymitch ya que el papel que vi que le daba Peeta al mentor era su teléfono y tenía la orden expresa de llamarla en cuánto volviese a casa- fue buscar el traje de mi futuro marido. Ahora, en este preciso instante me encuentro apunto de subir al tren que me llevará al Distrito 8, encargado de la fabricación de textiles, dónde compraremos mi vestido.
-Portaos bien-le digo a los niños y luego miro a Peeta- volveremos en un par de días.
Me besa en los labios y subo al tren después de Effie. Subir en un tren me recuerda a los Juegos y a la Gira de la Victoria tanto que me mareo nada más entrar en el compartimento donde se sirven la comida y las bebidas. Me sujeto a una mesa e intento respirar recordándome que no voy a matar a nadie, que no vuelvo a la Arena, y que nunca volveré.
-¿Una copa, Everdeen?
Miro al frente y me encuentro con un Haymitch sonriente sosteniendo una botella de licor en el aire.
-¿Qué haces aquí?
-Velar por tu seguridad. Encargarme de que llegues al 8 sana y salva y vuelvas igual. Sigo siendo tu mentor- me recuerda.
-Idea de Peeta- añade Effie- bueno, vamos a repasar todo esto- alza una libreta y pongo los ojos en blanco.
Mientras Effie habla y habla, recuerda lugares, tiempos exactos, y enumera todas las tiendas que vamos a visitar, yo me recuesto sobre un sillón de cuero blanco e intento no pensar en otra cosa que no sea mi boda. Dos semanas. Sólo dos semanas. No le tengo miedo, no siento nervios, de momento. Puede que alguien piense que voy a salir corriendo al llegar al altar, pero no lo haré.
El tiempo parece no pasar dentro del tren, pero la verdad es que ya es casi de noche. Dentro de unas horas, según Effie, esteremos en el Distrito 8. Mientras tanto yo decido que dormir será lo mejor, así que voy a mi compartimento y me hundo bajo las sábanas. No sentir el calor de Peeta y sus brazos protegiéndome me hace frágil. Hasta ahora no me he dado cuenta de lo mucho que dependo de él para poder conciliar el sueño. Al cabo de un rato, dando vueltas sin parar por la cama, termino durmiéndome. Esta noche no hay pesadillas, lo cuál es raro, pero sí que está Peeta, vestido de gala, llevándome del brazo hacia el bosque.
-¡Arriba, arriba, arriba!- Effie entra por la puerta sin molestarse en llamar y me grita en el oído- ya hemos llegado- anuncia con alegría- tienes que vestirte y desayunar, no tardaremos en bajarnos de aquí. Te espero en el comedor.
Intento darme prisa en todas las actividades que conllevan ir a desayunar. Me visto con lo que Effie me ha dejado al los pies de la cama, me hago una trenza y salgo por la puerta. Me encuentro con Haymitch por el pasillo y sin decirnos nada más que hola entramos en el comedor. Nos sentamos en la mesa y comenzamos a comer de todo lo que hay sobre los platos. La verdad es que no tengo mucho apetito, hace un par de semanas que el hambre ha descendido considerablemente. No se lo atribuyo a nada en particular, pero hay momentos en los que me preocupa. Cuando terminamos, Effie nos apremia a que nos demos prisa por salir del tren ya que llevamos unos minutos de retraso.
-Esta mujer siempre tan calculadora-masculla Haymitch llevándose la última copa a los labios.

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