sábado, 14 de julio de 2012

Capítulo 2 (Parte II)


No, no y no. Todas las respuestas son negativas. Ningún vestido le gusta a Effie. Ya llevamos como 20 escaparates vistos y hemos entrado en la mayoría de las tiendas. A mi no es que se me de muy bien la moda, pero he visto varios que me parecían adecuados. Sin embargo, Effie dice que no y cuando dice algo, tiene que ser como quiere. Así que no pongo pegas cuando pasamos delante de otras tres tiendas y Effie se niega a entrar. Parece molesta, yendo de un lado a otro con los brazos cruzados y, de vez en cuando tachando algo en su lista. Haymitch hace rato que está harto de la situación y ha empezado a quejarse.
-¿Qué más te da cómo sea? ¡Has vistos cientos, algunos habrá que te guste!
-He dicho que no. Tiene que ser perfecto para ella. Será el mejor día de su vida.
-Effie, por favor. Decídete en la próxima tienda, además, ¿no has pensado que tiene que ser ella la que elija?
Effie abre la boca para responderle pero la cierra y me mira. Se acerca a mi, me mira a los ojos, y luego mira en dirección a Haymitch.
-¿Algo interesante que te guste?
-Bueno, he visto algunos preciosos, pero no se los puede comparar con los de Cinna. Si estuviera aquí...
-¡Eso es! ¿Cómo no se me ha ocurrido antes? Tú- señala a Haymitch- luego hablo contigo. Katniss- me señala- ya tengo tu traje, no te preocupes. Y ahora vayamos a un sitio dónde venden las mejores pelucas que os podáis imaginar.
Haymitch y yo seguimos a Effie durante el resto de la tarde preguntándonos que será esa idea que se le ha venido a la cabeza al recordarle a Cinna. Vemos cientas de tiendas, entramos en muchísimos sitios, y apenas sí paramos para comer algo. El Distrito 8 es algo más grande que el 12, no mucho, pero lo es, y Effie parece conocer cada esquina con detalle. De vez en cuando, observo cómo hay gente que se nos queda mirando y no puedo evitar pensar que reconocen al Sinsajo. Agacho la cabeza a cada mirada que descubro y ando más deprisa para salir de allí cuanto antes.
Por la noche, después de un largo y agotador día, volvemos a la estación y cogemos el tren que nos llevará de vuelta al 12. Estoy tan cansada que ceno sólo una crema de verduras y me acuesto. Esta noche no hay pesadillas, pero tampoco otro tipo de sueños. Sólo hay oscuridad. Por la mañana me levanto algo tarde. Effie ya está haciendo cálculos en su libreta y Haymitch sigue acostado. Llegaremos a casa a primera hora de la tarde, así que aún me quedan unas cuantas horas aquí dentro.
-¿Cuándo podré ver mi vestido?
-Bueno, cuando te lo vayas a poner. ¿Sabes? Las invitaciones llegaron ayer, así que cuando lleguemos a casa nos pondremos a ponerles el nombre, meterlas en sobres y enviarlas a sus destinatarios.
-Effie, ¿no crees que vamos un poco rápido? Que yo sepa aún quedan semanas y...
-Si no hacemos cada cosa a su tiempo no dará lugar. Tu vestido es un imprevisto con el que no contaba pero quitando eso, haremos todo como está planificado.
Me dejo caer en una silla y escondo la cabeza entre los brazos. Odio controlar el tiempo de esta manera. Lo mismo le pasa a Haymitch, que se ve obligado a hacer todo cuanto dice Effie. No sé cómo puede estar soportando todo este viaje y todo lo que implica la boda al lado de esta mujer. Agradezco el trabajo que está haciendo Effie, pero tiene que comprender que nosotros trabajamos de otro modo. Haymitch deja un vaso con licor en su interior cerca de mí y me mira asintiendo. Bebo lentamente el contenido que me quema la garganta en segundos, pero algo extraño sucede. Cuando apenas llevo un sorbo el olor del alcohol me tira para atrás y dejo el vaso enseguida.
-¿Qué pasa? Creía que eras de las mías- me dice algo burlón- ¿no puedes con algo tan fuerte?
-No, no es eso. No sé que me pasa- admito porque el licor, aunque no lo beba muy a menudo, es algo que me gusta.
Haymitch sigue bebiendo y yo miro extrañada mi vaso. Pasan la horas, nos sirven la comida y me tumbo en el sofá. Estoy bastante cansada con todo este viajecito, pero por suerte está apunto de acabar. Supongo que si Peeta estuviera aquí todo sería diferente, él haría algo para entretenerme. Al bajar del tren siento la brisa cálida del Distrito 12, con ese polvo negro por todas partes. Mi familia no nos espera como yo creía, así que me veo obligada a volver a casa sola, acompañada de los dos personajes que han realizado conmigo el viaje y que ahora se pelean por algo.

-¡Mama!- Sarah y Jaden corren a mi brazos cuando abro la puerta de la casa.
Entro y, mientras respondo a todas sus preguntas, me dirijo al salón dónde Peeta está escribiendo algo sobre unos papeles. Alza la cabeza y cuando me ve no puede evitar sonreír.
-¿Effie tiene tu vestido escondido en casa de Haymitch?-me pregunta.
-No-niega ella entrando después de mí-. Veamos esas invitaciones.
Pasamos toda la tarde con las mismas. Escribimos los nombre de gente del Distrito 12, desde la pareja que trabaja en la panadería de Peeta, hasta el alcalde, pasando por Sae la Grasienta, que ya es una completa anciana que apenas puede mantenerse en pie sin un bastón. Luego invitamos a otra gente que nos acompañó durante los Juegos y la rebelión: Plutarch, Paylor, Johanna, Annie, Enobaria, Beetee. Añado a Hazelle y todos sus hijos y las familias de éstos. Nos quedan pocos sobres cuando apuntamos los nombres de Octavia, Venia y Flavius.
-¿Tu madre, Katniss?- me pregunta Peeta y asiento cerrando los ojos.
-Gale- susurro.
No sé si está bien o no invitarlo, pero al fin y al cabo ha sido mi amigo durante mucho tiempo y creo que sería justo invitarlo, aunque no vaya a aparecer. Cojo un sobre y meto su invitación dentro. 
¿Quién queda? Haymitch y Effie. Ya está. Bueno, alguna gente que conocí en el Distrito 13. Así que cojo las últimas invitaciones y escribo los nombres de la gente que van apareciendo por mi cabeza.
-Terminamos-digo con algo de euforia porque por fin voy a poder descansar.
-Mañana a primera hora haré que manden todas las invitaciones a sus destinatarios- dice Effie cogiendo todos los sobres y metiéndolos en mi bolsa de caza- ¿seguro que no se os olvida nadie?

Peeta y yo nos miramos pensado en toda la gente que pudiera venir a nuestra boda y que, lamentablemente, no van a poder acudir. En primer lugar Prim, y seguida de esta, Rue, Finnick, Madge, los padres de Peeta, mi padre, incluso Cato. Niego con la cabeza. Están todos los que pueden ir.

-Bien, mañana nos vemos. Descansad.
-Effie, ¿qué toca mañana?- se atreve a preguntar Peeta.
-Me llevaré a los niños aprobarse sus trajes- la miro sin comprender cuándo los ha comprado, debió de ser en una de las tiendas del Distrito 8, mientras Haymitch y yo hablábamos de ella porque no paraba de pasearse por todo el distrito-. Mandaré las invitaciones y vosotros deberíais pensar en el menú y la tarta- le guiña un ojo a Peeta.
Y sí, Peeta tiene pensado cómo va a ser la tarta. Me ha ensañado algunos bocetos de su idea, y encima dice que solo es una pequeña imagen de cómo será. Tiene pensado hacerla él con la ayuda de la pareja de la panadería. Me molesta que sea tan torpe que no pueda ayudale en su trabajo. Pienso en qué podría hacer yo. ¿Organizar un concurso de tiro con arco? ¿Pedir un cerdo asado y dispararle a la manzana que llevaría en la boca? Puede que pueda hacer algo más provechoso, como sentarme a admirar las maravillas que hace Peeta o... O dedicarle un canción a mi futuro marido. Sí, podría hacerlo, cantar delante de tanta gente para él. Utilizar uno de mis pocos talentos. Hablaré con Effie para ver qué podemos hacer. No es justo que Peeta haga de una tarta un paraíso mientras yo me cruzo de brazos.

Aún quedan muchas cosas que organizar. Tenemos que ver el sitio dónde lo haremos, aunque ya tengo una ligera idea. Supongo que Effie se encargará de darme vueltas por todo Panem si hace falta para escoger la mejor decoración. Y luego está el menú. Peeta ya me ha dicho qué quiere comer y estoy de acuerdo con él pero hay que encontrar a unos cuantos chefs que quieran preparar comida para tantas personas. Effie hará las llamadas. Además, hay algo que se me ha ocurrido, como un pequeño homenaje a Haymitch, pero es un secreto que solo conocerá Effie llegado el momento. Cuando llegamos a casa los niños están tumbados sobre el sofá, cansados. Estoy casi segura de que Effie le ha hecho desfilar con los trajes puestos durante horas. Haymitch está sentando en una silla, contemplando una hoja con algo de pasividad. Effie está a su lado mirando su libreta y asintiendo con la cabeza a lo que lee.
-Bueno, ¿qué tal el día?- pregunta Peeta sentándose junto a los niños.
-Cansando- responde Sarah.
-Aburrido- contesta Jaden.
-Se han portado muy bien- dice Effie- mira- me enseña su libreta y veo la programación de mañana.
Tengo que escribir los votos. Nunca se me ha dado bien decir cosas bonitas y apropiadas, declarar mis sentimientos en público. Pero es lo que toca, y sí, necesitaré un día entero. A Peeta, por el contrario, no le costará nada. Se puede decir, que incluso podría prepararlo el mismo día, o justo cuando tuviera que decirlos. Ojalá yo tuviera la capacidad que tiene él.
Effie y Haymitch se van a casa del mentor mientras nosotros cenamos. Nos vamos a la cama justo al terminar. Aunque no lo parezca estamos agotados, y eso que aún quedan muchos días y muchas cosas que hacer. Por la mañana Peeta me despierta y otro día comienza. Effie viene temprano y manda a Haymitch que se lleve a Peeta y que no aparezcan hasta la cena. Entonces, cuando estamos solas, comenzamos a pensar y pensar en posibles frases. Pero nada, la inspiración no está conmigo. Relleno muchos folios, hago miles de garabatos, escribo todo cuanto se me ocurre, pero no están a la altura. No describen todo lo que siento, todo lo que me gustaría plasmar. Effie intenta ayudarme, pero es imposible. Ella aún es más renegada que yo para estas cosas. Al final nos rendimos. Sabemos que por más que queramos, las palabras no nos van a salir.
-Ve pensado lo que sea hasta la fecha y si no se te ocurre nada, improvisa.
-Eso se me da aún peor que si tuviera mil años para prepararlo.
-Pues más te vale que te salga lo que sea para el momento. Habla de algún momento específico con él, algo que te hiciera cambiar tu forma de pensar, o de ser. Habéis pasado miles de momentos juntos, algo tendrás que decir.
-Podría decir muchas cosas, pero Effie, Peeta hará que todo lo que diga yo se queda muy por debajo.
Él tiene ese don, algo que jamás podré alcanzar yo. ¿Sabes? Puede que suene ridículo pero había veces en los Juegos, en la Gira de la Victoria, en el Vasallaje, incluso después de todo esto, en las que sus palabras eran el mejor consuelo para mí. Escuchaba su voz, su serenidad, y me calmaba. No sé cómo puede crear ese efecto que hace que todo el mundo quede embelesado con cada palabra. Lo admiro por ello. Y por su fuerza, por la ganas que le echa a las cosas. Por su valentía, por mantenerme con vida. Por no abandonarme jamás, y por luchar contra él mismo para mantenerme a su lado.
-Bien, ya lo tienes. Es perfecto, ¿por qué no dices todo eso? Te ha salido del corazón y es una descripción perfecta de Peeta. En vez de centrarte en tus sentimientos, podrías centrarte en él.
-Pero...- Effie me calla alzando la mano y me ordena que escriba.
Pasamos gran rato plasmando en el papel, no mis sentimientos, sino cómo veo a Peeta. Es mucho más fácil que describir lo que siento, porque al reflejar la personalidad de Peeta, también reflejo lo que significa para mí. Al final, quedan unas bonitas frases que no se asemejarán para nada a lo que Peeta prepare, pero que dejan claro muchas cosas.
-Bien, y ahora, antes de que lleguen los demás, me gustaría enseñarte algo.
Me coge del brazo y me lleva escaleras arriba hasta llegar a mi habitación. Hace que me siente en la cama y me explica con detalle todo lo que ha tenido que hacer para que llegase a tiempo, para encontrarlo y para traerlo. No sé muy bien a qué se refiere hasta que me dice que Cinna lo diseñó especialmente para la boda. Que ninguno de los vestido que me hizo iba a ser con el que me casase. Cinna quería algo mejor, un traje que describiera quién soy, que enseñara al mundo mi rebeldía. Mientras me cuenta todo esto no puedo parar de pestañear rápidamente. No sabía que existía un vestido totalmente secreto para el resto de Panem. Pero me alegro mucho de que Cinna pensara en todo y de ahora me pueda casar con un traje suyo. Debe ser increíble y espectacular.
-También tengo otra sorpresa, considéralo un regalo de bodas.
Effie se dirige a la puerta del cuarto de baño. Me mira y esboza un elegante sonrisa, una sonrisa que hace que el corazón me vaya más rápido. Sea lo que sea quiero verlo ya. Saber cómo es mi vestido y conocer la sorpresa que está detrás de esa puerta. Gira el pomo con lentitud y cuando la abre no distingo muy bien qué es lo que hay dentro. Entrecierro los ojos y abro la boca. Me levanto de un salto y tapo mi exclamación con las manos. El hecho es que sí que conozco la sorpresa. Cinna.

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