Rendirse
a veces puede resultar la mejor opción, le camino sencillo, corto,
sin peligro. En ocasiones la redención es nuestra mejor vía de
escape y nuestra salvación. Puede que huir en el momento oportuno y
de la manera adecuada sea lo más apropiado y aquello que nos salve
la vida. Pero para mí rendirse ahora es símbolo de falta de fuerzas
y de voluntad. Sería como caerme desde un acantilado al vacío o
como quedarme sin ojos y no poder volver a mirar el bosque. Flaquear
en mis decisiones puede costar vidas, equivocarme ahora puede suponer
la muerte de mis hijos y el fin de mi existencia. ¿Quién soy? El
Sinsajo. ¿Quienes son mis enemigos?
-¿Mamá?-
la voz de Sarah me sobresalta-. ¿Puedo pasar?
-Claro-
contesto incorporándome.
-Papá
ha estado hablando conmigo sobre lo que vais a hacer.
Así
que Peeta le ha dicho a nuestra hija que he preferido a su hermano
antes que a ella. Bueno, tarde o temprano tenía que enterarse, a lo
mejor Peeta pretende que la chica coja cierto odio hacia mí y hacia
Jaden para que se centre en ganar. Quién sabe lo que puede estar
planeando.
-Cariño,
lo siento. Me encantaría salvaros a los dos, pero...- Sarah corre a
abrazarme y yo la estrecho entre mis brazos-. Te quiero tanto.
-Lo
sé. No debes preocuparte, pase lo que pase siempre sabré que si
elegiste a Jaden fue porque él es más débil que yo.
-Los
siento de veras- un par de lágrimas recorren mis mejillas.
-No
importa, pero ahora debes ir con él. Papá ya me ha dicho lo que me
toca a mí. Tú tienes que pensar en su bien. Yo ya estoy bien
protegida.
-Tienes
razón- digo asintiendo con la cabeza-. Pero prometeme una cosa.
-Lo
que sea- contesta.
-Júrame
que no harás daño a tu hermano.
Sarah
se queda mirando mis ojos. Es tan parecida a mí. Tiene la misma
mirada que tenía yo cuando me prometí sacar con vida a Peeta del
Vasallaje. Parece estar decidida a hacer lo que haga falta para que
Jaden no corra riesgo, y la verdad es que agradecería que en vez que
molestarse en ganar, mis hijos se protegieran el uno al otro hasta
que...
-Tú
una vez quisiste salvar a papá y lo conseguiste. Yo ahora me he
propuesto salvar a Jaden y lo cumpliré.
-Eres
la persona más valiente que he conocido- la abrazo con todas las
fuerzas. No puedo pedirle que luche por ella misma, pero tampoco la
puedo alentar para que abandone a su hermano.
Caminamos
juntas hacia el vagón-bar donde se está sirviendo la cena. Tanto
pensar en vengarse, en rendirse, en luchar, en volver a vengarse y en
matar a todo aquel que haya participado en la vuelta de los Juegos,
ha hecho que se me haya olvidado que comer es necesario para seguir
con vida y sobre todo con mis planes.
Nos
sentamos junto a Haymitch, Peeta y Jaden. Por cómo me mira mi hijo
sé que sabe lo mismo que Sarah y que ahora me ve como su potencial
salvadora y heroína. Le sonrío abiertamente y luego cojo la mano de
mi marido.
-Hemos
creado a los seres más maravillosos del mundo- le susurro.
-Lo
sé- me mira y aprieta la mano-. Te quiero.
Effie
entra cuando la comida se ha servido. Tiene pegotes de maquillaje por
toda la cara y el resto ha desaparecido. Se ve que ha estado llorando
desde el mismo momento en que se bajó del podio, y no sé si los
demás la habrán visto, pero yo no he podido verla hasta ahora. Me
gustaría decirle que no tiene la culpa de nada, que no se preocupe,
que todo está bien, que sigo viéndola como la Effie de siempre.
Pero algo me dice que es mejor callarme por ahora. Porque si lo que
digo es verdad, si de verdad me quiero vengar de todos los que hayan
puesto un grano en todo esto, ¿Effie estaría dentro de mi plan de
venganza? ¿Estaría también Cinna? ¿Y los estilistas? ¿Las
familias de los demás tributos? ¿Los mentores?
Medito
mientras me llevo a la boca trozos minúsculos de carne, una carne de
caza, aunque no logro reconocer de que se trata. Pero entonces,
mientras mi mente se devana continuamente en un qué hacer infinito,
mi estómago rechaza de lleno lo que acaba de llegarle y me veo
corriendo por los vagones hasta mi compartimento, y una vez dentro de
él, sin preocuparme por haber cerrado la puerta, me dirijo al baño
para echar todo lo que había entrado en mi cuerpo. De hecho, creo
que echo hasta lo que esta mañana desayunamos y puede que parte de
la comida del día anterior. Es tan exagerado que me mareo al tercer
vómito y siento que voy a morirme si no se detiene.
Effie
es la primera en llegar, cargada con una muda de ropa y un vaso de
agua que rechazo de inmediato. Intenta ayudar a que me incorpore una
vez que he terminado y luego me ayuda a desvestirme.
-¿La
carne estaba poco hecha?
-No
me hables de comida, por favor- le imploro.
-Está
bien. ¿Cómo te encuentras?
-Estoy
empezando a ver borroso, y omitiendo que no volveré a probar bocado
en días, creo que estoy bien.
-Vamos
a tumbarnos en tu cama, ¿vale?
Asiento
mientras cierro los ojos y dejo que me conduzca. Me sienta en la cama
y poco a poco me voy tumbado. El mareo se incrementa mucho más y
casi dejo de ver por completo.
-Voy
a pedir unos exámenes médicos en cuanto lleguemos al Capitolio.
Llevas unas semanas mal y últimamente es peor.
-Effie...
-Te
pasó en la boda, y en el 13 te desmayaste.
-Effie...
-No
puedes pedirme que no lo haga. Peeta seguro que está de acuerdo.
-No
es eso. Me da igual los test que quieres que me hagan. Sólo quiero
decirte que...- trago saliva y me arrepiento de hacerlo porque sabe
fatal. Hago muchos esfuerzos para poder hablar antes de que el
desmayo llegue-, no tienes la culpa.
Al
despertar encuentro a mi madre a mi lado, tomándome el pulso y
palpándome la frente. Me intento incorporar pero me detiene. Vuelvo
a apoyar la cabeza en la pila de almohadas que me han colocado y
respiro pesadamente.
-¿Cómo
estás?
-¿Qué
haces aquí?
-Vuelvo
al Capitolio. Pensé que estarías mejor si te dejaba sola. Me
llamaron en cuando te desmayaste.
-¿Cuánto
tiempo llevo así?
-Unas
horas. Hoy llegaremos al Capitolio.
La
cabeza aún me sigue dando vueltas y aunque quiera, no creo que tenga
las fuerzas suficientes como para levantarme. Tampoco es que tenga
mucha hambre aún después de haber echado todo lo que comí. Sé que
debería comer algo, sobretodo sabiendo que voy a tener que estar
bastante fuerte para las semanas que nos esperan.
-¿Sabes
lo que es?
-Hasta
no hacerte un par de pruebas, no. Pero tienes que descansar, las
últimas semanas te están pasando factura.
-Y
lo que me queda- digo entre dientes.
No
soy consciente de el tiempo que transcurre. Simplemente permanezco en
un estado entre la inconsciencia y el sueño. De vez en cuando me
quedo dormida, invitando a las pesadillas a hacerse con el control de
mi mente. Cuando el miedo me invade hasta el punto de no poder
soportarlo ni un segundo más, entonces abro los ojos y vuelvo a
quedarme mirando a la nada hasta que mis párpados se cierran y tengo
otro horrible sueño.
No
puede terminar así. Esta historia no puede acabar con la muerte de
uno de mis hijos. Estoy segura que debe haber algo que pueda hacer.
Cualquier cosa, me da igual mientras ambos estén con vida y de una
sola pieza. Si yo soy la culpable en parte de que vuelvan los Juegos,
me presentaré voluntaria para que con mi vida se pague el precio de
todas las familias destrozadas que ahora mismo están llegando al
Capitolio. Estoy dispuesta a dar el último aliento si tengo la firme
esperanza y convicción de que ellos estarán a salvo y sin daño.
La
puerta de mi compartimento se abre. Me doy la vuelta entre las
sábanas para encontrarme con un Peeta que no ha pasado la mejor
noche de su vida. Hace dos días que estamos casados y aún no hemos
podido compartir una noche solos. Además, parece como si esto nos
hubiese distanciado en vez de unirnos. Es como si yo al haber elegido
a Jaden, y él a Sarah, un muro se hubiera levantado entre ambos,
separándonos en distintos equipos, bandos que se juegan la vida de
uno de sus miembros y que harán lo que sea necesario para garantizar
su supervivencia.
-¿Cómo
te encuentras?
-Estable,
de momento. ¿Qué hay de tus ojeras?
-Supongo
que Cinna podrá arreglarlo.
Me
incorporo y le invito a que se siente a mi lado. Puede que, de hecho,
sí que estemos algo distanciados, y que si queremos tener la mente
fría y clara para centrarnos en nuestro respectivo tributo, vayamos
a tener que estar así. Sin poder casi mirarnos, sin dirigirnos
apenas la palabra, con la mirada apartada de los ojos del otro y sin
poder fiarse, pues nunca se sabe que estrategia vas a utilizar. Sin
embargo no quiero que esto sea así. El Capitolio ya nos distanció
una vez. Snow hizo que pensáramos en matarnos, y ambos lo hemos
intentando el uno con el otro. Después de todo lo vivido, de
habernos casado, de haber tenido dos preciosos niños, ¿en serio
dejo que la vuelta de los Juegos nos separe, nos distancie, nos aisle
en dos mundos completamente diferentes?
-¿En
qué piensas?- me pregunta.
Me
acerco a él hasta aspirar su aroma y luego, agarrándolo de la
camiseta, lo tiro hacia mí de modo que queda encima mío. Comienzo a
besarle en el cuello, a darle pequeños mordisquitos para luego huir
corriendo hacia sus labios. Intenta separarse de mí para hablar,
rechistar, decir lo que está pensado, pero no se me ocurre dejarlo
ir, así que aprieto todo lo que puedo mis labios contra los suyos y
espero hasta no tener más aire en los pulmones.
-¿Y
esto?- cuestiona.
-Te
quiero- susurro.
Su
mirada azul, tierna, serena como el mar, tranquilizadora y enamorada
me recuerdan muchas escenas. Besos en la cueva de la primera arena.
La desesperación que sentía cuando no sabía si estaba vivo o no,
el estado en el que me encontraba cuando estaba secuestrado en el
Capitolio. Me acuerdo de cuando me tiró el pan, de cuando me dedicó
la primera sonrisa, de la escena de la playa con la perla . Cuando me
agarró por el cuello, cuando venía a consolarme por la noches. El
latir de su corazón mientras me arropaba con caricias. Nuestra
primera vez. Cuando insistió en tener a Sarah, cuando vino Jaden.
Todos los regalos simples pero importantes que me ha dedicado. Cada
palabra, cada sentimiento, cada sensación a su lado. Estar enamorada
de él sin reconocerlo y sin saberlo siquiera. Quererlo más que a mi
vida y ser capaz de todo por él.
-No
puedo permitirlo- musito para mis adentros-. No puedo dejar que me
alejen de nuevo de ti.
-¿A
qué te refieres?- me pregunta al oído.
-A
que no voy a dejar que toda esta situación arruine nuestra relación.
Tiene que haber otro modo de hacer las cosas.
Eso
es lo que quiero creer, lo que llevo diciéndome todo el día. Que no
puede ser blanco o negro. Necesito caminos alternativos, poder elegir
entre varias posibilidades.
Peeta
me ignora con besos y caricias. Entierra sus dedos en mi pelo y yo
sigo el juego de su lengua. Si tan sólo pudiera volver atrás...
-¿Sabes?
Hemos llegado a la estación hace cinco minutos- se separa un poco de
mí, jadeando-. Es lo que venía a decirte. Lo mejor es que apenas
había capitolinos apostados ahí afuera para vernos. Puede que
nuestra esperanza se halle ahí.
-¿Ahí?
Entonces
mi cabeza encaja una pieza de un entramado laberinto de puzzles.
Atrás. Atrás. Atrás. No necesito volver al pasado, no exactamente.
Lo único que tengo por obejetivo es hacer que lo que hice vuelva a
repetirse. Un levantamiento, una revolución, un altercado. Lo que
sea. Los capitolinos, los distritos y el 13 más que nunca estamos
unidos. Ahora todos estamos dentro del mismo juego.
-Peeta,
creo que tengo la clave.
-¿De
que?
-Para
hace que nuestros hijos vivan- recito-. Para hacer historia,
justicia, venganza.
-¿De
qué se trata?- pregunta curioso, dejándome espacio.
-Como
lo hicimos en el pasado. Como ya lo hemos hecho antes. Peeta- hago
una pausa, asimilando mi propia idea e incluso mentalizándome-,
tenemos que volver a la arena.
La
venganza, tan eterna, tan absoluta, es lo que me impulsa a mover la
siguiente pieza. Mi vida se ha basado en un juego de ajedrez donde me
ha tocado ser la reina, la pieza más importante. Creí en su momento
que eliminando a Snow conseguiría ganar, hacer jaque mate, sin
embargo no me dí cuenta de que él sólo era un mísero peón. Lo
que ahora tengo delante, el futuro que dentro de nada acontece, es el
verdadero tablero. No sé cómo, ni cuando exactamente, ni de que
manera, pero entrar de nuevo en el estadio es el siguiente paso.
Tengo todo un largo recorrido, grandes zancadas entre cuadro y
cuadro, hasta llegar a mi objetivo principal; derrotar a todos y cada
uno de mis enemigos. ¿Quienes son? Todos aquellos que juran paz y
seguridad y que luego hacen del Estado lo más inútil existente.
Aquellos que me temen como amenaza y que han querido hacer de estos
Juegos y este nuevo gobierno una forma de venganza contra mí. Lo que
no saben es que yo sé jugar mejor. No tienen ni idea de que la
venganza no es suya, sino mía. Desde el momento en que mi hermana
salió elegida sabía cuál iba a ser mi destino, sobrevivir. Lo he
hecho hasta ahora, pero en estos momentos me toca algo más grande.
He de llegar a mi meta, he de honrar cada vida que se ha perdido, he
de confirmar que nunca más volverán los Juegos, que jamás habrá
un gobierno como el de ahora, que Panem será libre. Así que, de
nuevo, me meto dentro de su piel. Recojo la coraza que antaño había
arrojado y vuelvo a colocármela sobre los hombros. Dispongo de todas
las armas necesarias para librar la última batalla y salir
victoriosa. Lejos queda la chica de 16 años que abandonó su hogar
con muy pocas esperanzas de volver. Atrás quedan todos los
recuerdos. Este es el presente. Esta es la realidad. El futuro está
por determinar y estoy segura de que seré yo quien lo dicte.
Soy
Katniss Mellark, tengo 32 años, estoy casada con Peeta Mellark y voy
a salvar a mis dos hijos, así como a una nación entera. Algunos me
conocen por otro nombre, apodo que vuelvo a acoger.
Soy
el Sinsajo y he vuelto con ganas de venganza.
jodeeer me encantaaa vuelvo a repetirte no pares de escribir porfavor es bueniisisisismooooo.
ResponderEliminarpara cuando el siguiente??
Muchas gracias Laura :) Pues voy a intentar tenerlo para el fin de semana que viene que como hay puente podré escribir más. Pido paciencia ^^
ResponderEliminarno hay problema, no se dan las gracias; que gracias a ti por escribir
ResponderEliminarMe encanta, me lo leí en una hora. Sube más porfa (=
ResponderEliminarSe me olvidaba ponerte que he muerto xD Me acorde el otro dia xD Esperare el siguieente:D
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